miércoles, 17 de junio de 2009

Sábana Santa y Templarios ( en serio )

Para los filo-templaristas serios (que los hay) la signorina (supongo) dottoressa Bárbara Frale será bien conocida. Bárbara Frale lleva camino de ser una dignísima sucesora de la legendaria Donna Margherita Guarducci, la historiógrafa-arqueóloga que marcó época allá por los años 40-50, durante el glorioso pontificado de Pio XII (¡viva!), casi un hito después del de Rossi y las Catacumbas, un siglo antes. Pues la Frale lo mismo, pero en asuntos templarios.

La Frale fue, nada más y nada menos, que la que descubrió el Pergamino de Chinón, extraviado en el Archivo Secreto Vaticano, porque la dottoressa Frale es una de las pocas (poquísimas) historiadoras (e incluso historiadores) con puerta franca para meter sus inquisitivas narices entre los infolios y pergaminos de tan augusto y exclusivo sancta-sanctorum de la Historia. Una monumental dama, podría decirse. Y todavía no ha cumplido los 40 (aunque le falta poco). Y no es fea (fotos), ni delavega, ni villaloba, ni soraya, ni siquiera principona asturianeca. Una rara avis dados los tempora y las mores. Y no digo más.

Es por esto (y por más) que cuando la Frale trata y publica de Templarios, es para escucharla con atención y leerla para re-leerla y no olvidar lo que dice, cuenta y escribe. Sic. Y a esto iba:

Ayer traía L'Ossevatore Romano el artículo-reseña de un libro recien publicado por la Frale que esclarece bastante bien documentada la, digamos, trascendencia templaria de la Santa Sábana de Turín.


En resumen, para el que non capisca l'italiano (con lo bonito que es capire l'italiano, o el bello itagnolo che parliamo los espagnitlianos), las tesis son estas:

- Que el misterioso "ídolo" que adoraban - según fuentes - los señores caballeros Templarios era, ni más ni menos, que la Santa Síndone; o, mejor dicho, la parte del Rostro de la Sábana, plegada y expuesta a la veneración (con reserva) del Temple
- Que esto se apoya en la documentación iconografica que resta en diversos monumentos templarios, que identifican propiamente diversas representaciones de la Faz
- Que otras imágenes de la Faz dispersas y conservadas como reliquias corresponden a otras tantas copias de un mismo modelo de origen templario, que los caballeros obtenían para su devoción (probablemente"reliquia de contacto" ? ) y que terminaron depositadas para la veneración en Santuarios de toda Europa (cita expresamente las de Manoppello, Génova, Jaén, Alicante, y la de la Basilica di San Pietro in Vaticano , todas de antiquisíma veneración).

Esta parte de la tesis es la más discutible, no por el comentario iconográfico que toma como prueba de identidad entre reliquia-imágenes duplicadas, que es muy sostenible. Lo problemático es aventurar la identificación de la Síndone con la imagen venerada por los Templarios y trazar el decurso por el que llegó a sus manos. Recurrir al saqueo de Constantinopla como explicación es casi un tópico etiológico. Casi.

Porque en una segunda parte de la tesis, ya perfectamente documentada y razonada, la Frale se centra y explaya en un hombre/una familia: El caballero templario Geoffroy de Charny, ni más ni menos que el compañero templario que fue quemado en la hoguera junto con el Maestre del Temple Jacques de Molay, clave en la aparición y transmisión de la Reliquia de la Sábana Santa primero en Lirey y luego en Chamberí.



La explicación aventurada antes por Ian Wilson, solamente una conjetura, se desarrolla apasionantemente, con documentación y deducciones al hilo de los textos contrastados, tejiendo una más que probable historia con personajes, una trama de hechos y nombres como sólo una atenta, hábil y docta historiadora puede hacer. Y lo logra.

Decir a la vez Sábana Santa y Templarios suena a película mala o a revistucha de historietas estilo NationalGeografic y esas cosas, prensa bastarda de kiosko de estación y/o aeropuerto. Me alegro por eso que la dottoressa Bárbara Frale deje a la altura de una boñiga a EslávanesGalanes, DanesBrownes y demás fantoches de la bestsellería y "género" de no-historia-in-ficción, que tanto engañan y tanto enganchan a los proletarios culturales (ínfima casta de parias).

Claro que no me hago ilusiones y sé que muy pocos se harán adictos a la Frale, que empieza ya a tener, por contraste, un selecto auditorio. Hasta puede que un día tenga pedestal, no digo igual, pero sí en la misma sala que mi admirado y querido Runciman.

Aunque para eso, entre otras cosas, la signorina Bárbara Frale tendrá que aprender a envejecer tanto y tan estupendamente como Sir Stephen Runciman, of course (y no dejarse tentar por in-ficciones templarias, claro también).

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