viernes, 4 de abril de 2014

Los tiros del sermoncete y la anti-formalidad francisquista

 
Desde que comenzaron, dijimos lo que pensábamos: Que los sermoncitos de las Misas de Stª Marta eran impropios del Papa, no apropiados ni a su ministerio ni a sus circunstancias. No recuerdo uno que no haya sido decepcionante, tratándose de quien se trata. El Papa no es, no puede ser, un cura de parroquia que improvisa e hilvana una reflexión desde el ambón. Francisco no puede ser Don Jorge. Pero se empeña en no dejar de serlo, para consternación de quienes mantenemos que el Papa se debe  a sí mismo una dignidad incompatible con las formas francisquistas.

No es la primera vez que PP Franciscus arremete contra ciertos supuestos estilos, perfiles, paradigmas, actitudes pretendidamente típicos o identificativos de cierto clero católico, él sabrá cual. Particularmente, intuyo, por experiencia, por treinta años soportando esa clase de arremetidas críticas, contra quienes se dirigen. En muchos sitios, he escuchado muchas veces esas descripciones,  pinceladas negativas silueteando un tipo que, más que real, era un collage, una composición a retazos, como el monstruo contrahecho del Dr. Frankenstein, pero con el resultado de un ser-clérigo fantasmal, producto de una selectiva y crítica elucubración, muy tendenciosa y prejuzgada.

En el sermoncete del otro día, volvió a lo mismo, insistiendo, a propósito del Evangelio de San Juan, el de la curación en sábado del paralítico de Betesda.

Siempre me ha resultado problemático extrapolar las censuras, muy concretas, que hace el Señor a farisesos, saduceos, herodianos etc. En los SS.Evangelios se dice, expresamente, que Cristo se refiere a ellos, a su comportamiento, a sus costumbres. PP Franciscus, por su parte, no tiene problema en reconocer en la Iglesia actual aquellos defectos:

"...Cristianos hipócritas, como estos. A ellos sólo les interesaban las formalidades. ¿Era sábado? 'No, no se pueden hacer milagros el sábado, la gracia de Dios no puede actuar el sábado'. ¡Cierran la puerta a la gracia de Dios! ¡Tenemos muchos de éstos en la Iglesia, tenemos muchos!"

Cuando el Papa dice esto, uno siente bastante malestar. No somos tontos e intuimos a dónde y a quién apunta el tiro (porque es un tiro, un tiro que causa heridas y deja heridos). Ya he dicho que tengo treinta sacerdotales años de saberme apuntado, tiroteado y herido. Injustamente, irreverentemente, impíamente. Sin caridad, sin esa caridad pastoral que se mienta tanto mintiendo tanto al mentarla y no practicarla.

La paradoja es que no es verdad, que al PP Franciscus le importan tanto las formas que veta formas e impone formas. Si no le importaran las formas no se habría enfrentado a las formas desde su misma presentación Urbi et Orbi, cuando salió al balcón sin muceta y sin estola. El que no valora las formas, no repara en las formas. Informal, muchísimo más que PP Franciscus, fue Juan Pablo 2º, que se saltaba todas las formas con una consciente inconsciencia muy lejos de la estudiada determinación de PP Franciscus.

Nunca me sentí - confiésolo - ni apuntado, ni disparado, ni herido sacerdotalmente por JP2º. Con PP Franciscus, sin embargo, ya digo.

Y digo también que la claque francisquista, aplaude, también apuntando, disparando e hiriendo. Imagino las escenas, las conversaciones, comentarios, puyas y puyazos, risitas y burlas que los sermoncetes de Stª Marta propiciarán en seminarios, residencias sacerdotales, reuniones arciprestales y demás foros y ocasiones clericales.

Qué pena. Y qué vulgaridad, cuánta triste vulgaridad.

A la postre, como un cómico estrambote, esa informalidad se paga muy caro, pues su precio es el respeto, el déficit de respeto.

Por ejemplo, sin ir más lejos, la descortés escena de hoy mismo: La Queen de la Gran Bretaña se retrasa veinte minutos y hace esperar a PP Franciscus, quien había concertado, previamente, un encuentro 'informal'. Y así ha sido tratado, a su gusto, con toda una regia informalidad.

En el summum de la no-formalidad, el regalo de la Queen al Sumo Pontífice: Una canasta con un pote miel, zumo de manzana y una botella de güiski. Para sonrojo y bochorno de cuantos lo presenciaron.

La vieja Queen de la Gran Bretaña señalaba al Papa la cesta con los comestibles: Esto es miel, esto es zumo, esto es güiski; el consorte de la Queen sonreía socarrón; PP Franciscus miraba estupefacto.

La visita, intercambio de regalos incluido, se despachó, de pie, en un cuarto de hora.

A tal no-señor, tal des-honor.

Lo peor es que no se espera el escarmiento, no se dan signos de corregir los yerros (ni los superficiales anecdóticos, ni los otros, más profundos).


+T.