jueves, 30 de abril de 2009

Pio V: La fe y el Culto

Desde la feliz entrada en vigor del Motu Proprio Summorum Pontificum, algunas Fiestas y Santos se pueden celebrar dos veces, una según el rito ordinario y otra según el extraordinario. Son las ocasiones litúrgicas que tienen fijada fechas distintas en el calendario de uno y otro Misal. Y son bastantes. Por ejemplo San Pio V, que se celebra hoy en el Misal de Pablo VI, y en el "Misal de San Pio V", el 5 de Mayo.
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Hace poco se comentó en este blog que los Papas de los grandes Concilios han solido ser no los convocantes, sino los que siguieron y pusieron por obra lo dispuesto por aquellos Concilios. Muy pocos han estado a la altura de esta grave obligación. Y si hubiera que destacar a alguno que haya personificado el carácter de un Concilio, sin duda que Pio V es quien mejor se define como el Papa de Trento.

Trento supone el fin de una agitada época eclesiástica que - podría decirse - comienza en el siglo XIV con la crisis de Avignon y el Cisma de Occidente. Entre uno y otro episodio la Iglesia se "re-configura" en medio del Renacimiento y las nuevas instancias y circunstancias políticas y culturales. Los últimos capítulos de este ciclo (y los primeros, a la vez, del que le siguen) son la Reforma protestante y el período de Trento y su post-concilio. Así hasta la llegada del 1600, otra época con otro perfil que agonizaría en el último cuarto del XVIII con la crisis de las monarquías ilustradas y la Revolución.

Anterior a Trento es el fenómeno conciliarista, propiciado por la debilidad de los Pontífices de Avignon y el desconcierto del cisma subsiguiente, en una de las más agitados y creativos períodos del Occidente cristiano. Acababa la Edad Media entre las convulsiones de todo el "status" medieval, desde el Pontificado al Imperio pasando por los reinos/estados, las monarquías, las ciudades, las órdenes religiosas, el comercio, la población, el arte y la cultura. Todo.

La discusión en torno a la potestad del Concilio sobre el Papado es consecuencia de la degradación de la institución papal, sometida a las ingerencias de los intereses particulares de Francia y sus reyes, en un momento en que la Guerra de los Cien Años hacía de Francia el campo de batalla de Europa. Las posturas se definieron más por proclividades de estados celosos de otros estados que por la tesis conciliarista en sí, que fué perfilándose y tomando sustancia doctrinal poco a poco. De todas formas, una cosa fue el conciliarismo de aula (el que se podía exponer o discutir en una universidad o en un capítulo religioso) y otro el conciliarismo que se utilizó como amenaza contra el Papado por los monarcas europeos. Así hasta el mismo Carlos V cuando la convocatoria de Trento.

Resulta llamativo, sin embargo, que los concilios conciliaristas terminan siendo concilios papistas que eligen, nombran e imponen papas a la Cristiandad. El conciliarismo nunca solucionó nada, sino que tendió a agravar las fracturas de la Cristiandad bajomedieval. Las resoluciones conciliares de los conciliaristas del siglo XV concluyen con pactos y compromisos en torno al papa y por el papado, y compromisos para una ncesaria "reformación" que nunca llegaría o sería tímida e insuficiente. En esa coyuntura, se definen dos fuerzas en tensión que marcaron el periodo eclesiástico siguiente: Los conciliaristas se hicieron conscientes del poder de la institución conciliar a la vez que despertaron la prevención sobre los riesgos y el "peligro" de un concilio, y el papado resolvió fortalecerse como estado para verse libre de las presiones e injerencias de monarcas y conciliaristas.

La vertiginosa concatenación de los hechos precipita en la Italia del Renacimiento, demasiado volcada en su despertar-resurgir humanista para sentir la urgencia de otras cuestiones que afectaban estructuras fundmentales de la Iglesia. Así, la rica belleza formal renacentista convive con una agitación espiritual fortísima, que estallaría en la Alemania de Lutero con imparables consecuencias.

Trento es el momento, la ocasión, en que tres siglos se examinan, serenan y concluyen. Todas las cuestiones de la escolástica, el tomismo y el nominalismo abiertas en el siglo XIV y revolucionadas con el siglo XV de los humanistas y el XVI de los reformadores se encuentran debatidas por los mejores del momento. Trento es el "momento católico".

Todavía algunos desinformados cargados de prejuicios de inculta insuficiencia se empecinan en decir "tridentino" como sinónimo de oscuro catolicismo; son los que no pueden (no llegan) a apreciar las riquezas de Trento y sus protagonistas. Valga decir que Trento es "el Concilio" para resumir lo que es. Un concilio que marcó una época y mantuvo cuatro siglos de vida de Iglesia, hasta el contemporáneo Vaticano II, impensable (e insostenible) sin Trento.

El perfil del Papa Ghisilieri, San Pio V, no es el del Papa Ratzinger, Benedicto XVI. Comparten, empero, algunas anecdóticas y significativas coincidencias: Los dos emergen como hombres de iglesia en el pre-concilio; los dos estuvieron en el post-concilio al frente de la misma Congregación Romana (Santo Oficio/Doctrina de la Fe); los dos llegan al Papado finalmente, tras dos pontífices de fuerte carácter (Pio IV/Juan Pablo II).

La oración del antiguo Misal, la que se reza el 5 de Mayo, dice esto:

Oremus
Deus, qui ad conterendos Ecclesiae tuae hostes, et ad divinum cultum reparandum, beatum Pium Pontificem Maximum eligere dignatus es: fac nos ipsius defendi praesidiis, et ita tuis inhaerere obsequiis; ut omnium hostium superatis insidiis, perpetua pace laetemur.Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum.
Amen.

La que se reza hoy, dice:

Oremos
Señor, tú que has suscitado providencialmente en la Iglesia al papa San Pío V, para proteger la fe y dignificar el culto, concédenos, por su intercesión, participar con fe viva y con amor fecundo en tus santos misterios. Por nuestro Señor Jesucristo...
Amen.

La del Misal antiguo nombra expresamente a los "enemigos" de la Iglesia, pero recalca una idea "restaurar el culto" que se repite con la expresión "dignificar el culto" en la del Misal del '69; esta, además, le asocia el concepto "proteger la fe", como dependiente uno del otro, o anejo.

El cuadro que he puesto como ilustración es uno de esos que tiene nuestro Museo del Prado en sus riquísimos (y desconocidos) fondos. Es de un veneziano proto barroco, Michele Parrasio, muy influído por Veronés y Tintoretto. Opino que es una de las mejores iconografías histórico-papales de todo el Arte Cristiano: El pintor representa al Papa descubierto, arrodillado, adorando al Cuerpo de Cristo custodiado por los ángeles (una alegoría-iconografía de la Eucaristía muy típica del XIV, que evoluciona remotamente desde Italia, pasa a la pintura Flamenca, se sigue representando en el Renacimiento y el Manierismo, y desaparece practicamente a fines del XVI).

De la representación del Papa cortesano o militar o político, se ha vuelto a la representación del Papa-Sacerdote. Aunque distinta formalmente, la iconografía del cuadro del Parrasio es un trasunto evolucionado de la iconografía medieval de la "Misa de San Gregorio Magno", reinterpretada según la sensibilidad del post-concilio tridentino, con el "liturgista" Pio V como protagonista de la escena.

Sobre la sábana-corporal en la que descansa el Cuerpo del Señor (un sobrepaño rojo y un mantel blanco extendido sobre un altar, todo con una implícita alusión a la Misa-Sacrificio-Redención-Presencia-Comunión) se ha inscrito una frase del Prefacio Pascual "...Qui mortem nostram moriendo destruxit"/"...Que muriendo destruyó nuestra muerte"; debajo del Cuerpo de Jesús aparece una sepultura con un cadáver (Adán simbolizando toda la humanidad pecadora y mortal) en esqueleto descarnado rodeado por los instrumentos de la Pasión. En el margen izquierdo del cuadro, se ve el stipes y un brazo de la Cruz, con el subpedáneum entre la cabeza de Cristo y el ángel. Arriba del todo, en un rompimiento de gloria, dos arcángeles portan un cáliz con el Sacramento y una filacteria blanca con la leyenda "Hic est Panis qui de Coelo descendit/Este el pan que ha bajado del Cielo" Jn 6, 59.

Todo el sentido "sacramental-eucarístico-sacerdotal" del cuadro se desvela más con otro detalle: El Arcángel que sostiene el brazo de Cristo (parece que da besar al Pontífice la mano con la llaga de Jesús; una alusión a la Comunión?), lleva revestida una estola de diácono, como si estuviera asistiendo al sacerdote (el papa S. Pio V, genuflexo, con la mirada conmovida y recogida fija en el cuerpo del Señor) en la Misa, en el momento de cubrir el copón o poner la palia sobre el cáliz, o tomar la custodia, o reservar el Sacramento en el Sagrario; los arcángeles del remate del cuadro, también portan estolas diaconales.

Este originalísimo y emocionante cuadro merece estar en un Sagrario, como una perpetua exposición de un Credo, una Fe, una Iglesia, un Misterio. Lástima que esté en un museo, aunque sea el Prado. En la pintura está - se puede decir - todo Trento, con una intensa e intencionada caracterización del Papa de Trento y su obra.

Si alguno no lo ha advertido, comprenda que en la comprensión del ministerio papal en clave de culto y fe, sí que se parecen Pio V y Benedicto XVI. Seguro que también en más detalles, los mejores probablemente.

n.b. Para ver ampliado el precioso cuadro del Parrasio, picar sobre la imagen (la primera, debajo del título).

+T.