viernes, 27 de agosto de 2010
Iceta definitivamente en Bilbao
El nombramiento del nuevo obispo de Bilbao, Mario Iceta, se ha hecho declinando Agosto, con las fiestas de verano ya celebradas, la gente todavía de vacaciones, y el escenario de acontecimientos agostado. Es una de esas fechas que se escogen por discreción, que no es lo mismo nombrar obispo nuevo en Marzo que aprovechando el verano. Con eso se adelanta, de paso, la próxima entrada de curso, que será ya con obispo titular y aposentado.
Me declaro muy escéptico sobre la operación Munilla-Iceta, y no simpatizo nada con ella. Son dos "obispos de crianza", criados en maceta/invernadero ad casum, con determinados padrinos y deliberadas intenciones. Lo que pasa es que luego las cosas no salen como los experimentos de laboratorio y las pruebas de ensayo. Tratándose de obispos y de diócesis, mucho menos.
Yo no sé bien cómo llamar a estas operaciones episcopologueras, ni tampoco cómo designar a sus mentores-ideadores. A mí, personalmente, me daría miedo jugar al laboratorio de obispos y las incubadoras de mitras. Me da miedo, justamente, porque creo en el Episcopado. Y en Dios, nuestro Señor, y su Santísima Providencia, que todo lo rige y todo lo ordena y consuma. Es verdad que la gracia supone la naturaleza, pero determinar tan determinadamente la materia (las personas) para que la Gracia venga y actue (los obispos ordenen obispos), me parece una temeridad.
Verdaderamente, en este asunto de los nuevos obispos hay que preveer y proveer, que es una de las misiones de los obispos, precisamente dando cierta practicidad eficiente a su mismo nombre: En el griego original-etimológico, obispo quiere decir, más o menos, "supervisor". Pero una cosa es supervisar y disponer con sentido sobrenatural, y otra imponerse y/o tentar al Cielo. Claro está que de actos como este está la Historia bien surtida, pero la Historia demuestra cuántos yerros han habido por lo mismo. Y también, sobre lo mismo, cuántos partos de los montes que al final han sido casi nada, agua de borrajas. Aunque conste que, históricamente, también se conocen aciertos. Pero mucho me temo que no sea este el caso.
Por lo pronto, de lo de Iceta y Munilla se sigue y deduce una confirmación de la tesis "indigenista" que pide y exige obispos nativos para determinadas diócesis por exigirlo la razón política de determinadas provincias, regiones y territorios donde están las susodichas diócesis. Quiero decir que contra el entusiasmo de los que aplauden (ellos sabrán por qué (o no sabrán)) los nombramientos de Iceta y Munilla, sépase que la victoria, desde ese punto de vista, es de los que postulan obispos vascos para las Vascongadas. Que en el caso del recién titulado Iceta estarán encantados con su racial e inconfundible segundo apellido, un trabalenguas impronunciable de esos que ostentan orgullosos los etarritarris de las tres provincias vascas. Recalco que ahora, después de los años de Blázquez, otra vez con todas las sedes episcopales ocupadas por indígenas.
Pero, según noticias, el segundo efecto de la operación Iceta-Munilla es aun peor: Parece ser que en Roma dan luz verde para la constitución de una provincia eclesiástica vasca, con todo lo que esto supone, que supone mucho. Primeramente es dar cumplimiento a una ya vieja reivindicación de los eclesiásticos vascos con un reconocimiento que trasciende lo eclesiástico para afectar a lo político, puesto que sumará un grado más de virtual independentismo, un apoyo más para las reivindicaciones secesionistas de los separatistas.
Como inmediata consecuencia, también se desligan las vinculaciones histórico-eclesiásticas de las diócesis de Bilbao y Vitoria con la Archidiócesis de Burgos, de la que hasta ahora dependen como sufragáneas. Y otra consecuencia del mismo orden es que al constituirse la nueva provincia eclesiástica, queda en vilo la capitalidad de la misma, que por razones de obvio nacionalismo, se pretenderá que sea Pamplona. Si se concediera tal supuesto, sería otra apoyatura más para las tesis de la "nación vasca", que vería razonada sus ambiciones anexionistas sobre Navarra. Supondría, igualmente, una reordenación de toda la territorialidad eclesiástica, puesto que las otras diócesis sufragáneas de la Archidiócesis de Pamplona-Tudela, Calahorra y Jaca, tendrían que segregarase y reintegrarse en otra provincia eclesiástica (Zaragoza, probablemente).
Item más: Con la novedad de la re-estructuración eclesiástica, no sería disparatado que, con el tiempo, se postulara la resurrección de la diócesis de Tudela, para dar más entidad a la nueva Archidiócesis.
Por supuesto, todo esto son conjeturas y meras lucubraciones, posibles y probables todas ellas, pero sujetas a lo que Roma disponga. De todas maneras, aun sin Pamplona como cabeza, solamente con las tres diócesis de Vitoria, San Sebastián y Bilbao formando entidad eclesiástica propia, hay sustancia más que suficiente para alterar de forma muy notable el panorama de la Iglesia en España. Se me podrá decir que de hecho eso ya sucede, puesto que desde hace ya bastante tiempo ciertos documentos y medidas de determinado alcance pastoral se publican y se toman con el consenso y la coordinación de estas mismas diócesis. Pero siempre hay que insistir en el valor del derecho, que en asuntos como este vendría a ratificar los hechos, con las consecuencias colaterales de orden político que se derivarían, justamente, de ese reconocimiento eclesiástico de iure.
Volviendo a Iceta (y a Munilla), alguna vez he comentado que la relativa consecución de los objetivos que se hayan trazado al respecto dependerá de la permanencia de Iceta y Munilla en sus respectivas sedes, así como de la firmeza de sus criterios y formas de gobierno pastoral. Una mudanza de una u otra condición acabaría con todo el plan. He comentado también que la juventud de uno y otro juegan a su favor, ya que tienen - se presupone - tiempo para trabajar y empeñarse. Pero ¿y si pretendieran - ellos también - seguir su personal curriculum eclesiástico? ¿Qué pasaría si se les antojara ser promocionados a otras diócesis españolas? ¿Se volvería a organizar otra operación como la que les ha llevado a ellos dos a ser obispos predeterminados de San Sebastián y de Bilbao? ¿Habrá que imaginarse un seminario expresamente ad casum?
Hará unos seis años que coincidí la primera vez con Mario Iceta. Era entonces un jovencísimo y dinámico vicario episcopal de Córdoba. No le niego méritos personales, que tiene muchos, pero recuerdo bien que por aquellas fechas (y desde antes) era vox pópuli que al joven preste le estaban dirigiendo la carrera y el cursus honorum. Y ya se cantaba que sería, más o menos próximamente, uno de los nuevos obispos vascos, lo que se ha cumplido.
¿Como lo hará en Bilbao? Pues supongo que bien, con las limitacione impuestas por las circunstancias, como está pasando con Munilla en San Sebastián. No le auguro un pontificado "revolucionario" que trastoque la situación de la diócesis bilbaína en el sentido que parece estar detrás de las intenciones de sus promotores. En varios sentidos, la deriva de las Vascongadas, también en lo eclesiástico, es un hecho. El tiempo dirá.
Sin conocerlo bien, sólo de impresiones, no alcanzo a pronosticarle más triunfos que los conseguidos por Mons. Blázquez, que han sido pocos (o ninguno, salvo el mismísimo de ocupar la sede episcopal). Por lo pronto se le ha puesto cara de señor mayor, con esa papada y el volumen corporal que ha ido tomando desde que llegó de auxiliar a aquellas tierras, sus tierras. Se ve que le sientan bien.
Y no digo más, que ya he dicho bastante. Solamente que habrá que esperar un par de lustros, por lo menos, a ver en qué queda todo esto de los obispos de crianza para las Vascongadas. A ver si para Vitoria, cuando toque, sucede algo por el estilo.
Por lo pronto, recalco los dos goles a favor de la patria vasca: 1º todas las sedes episcopales con un mitrado indígena nativo, y 2º la próxima erección de la nueva provincia eclesiástica vascuence.
Si se ha tratado de un diplomático do ut des, tiene gracia la cosa.
Con razón se admiran algunos del renacimiento de las querencias eclesiasticonas en el PNV. Con mucha razón.
p.s. p.s. Por cierto: Las primera declaraciones de Iceta me resultan la mar de inquietantes. ¿Se imaginan ustedes la reacción de muchos si hubieran sido, por ejemplo, Uriarte o Setién los que hubieran dicho que La Iglesia está dispuesta a poner todo de su parte para alcanzar la paz ???
+T.
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