El tópico literario de la máscara que oculta la muerte es un tema de carnaval. Quizá porque el carnaval es eso, más que nada. Se disfraza de terrible alegría, de vertigonosa vida, la irrefrenable muerte, que por unos días, por unas noches, un par de horas, se pone careta de risa y tapa su trágica calavera, porque es Carnaval.
El periódico de la piara trae esta mañana un reportaje de carnaval, de careta digna que tapa muerte penosa. Un tal escritor que no conozco contando cómo mató a su madre que se moría. Dignamente. Con careta de responsable opción ocultando trágica ocasión. Y es campaña de la piara en campaña sacar máscaras de carnaval, aparentes por fuera, terribles por dentro: Eutanasia familiar trasvestida de epopeya heróica.
También salen niños en la comitiva carnavalesca, lo tétrico con cara de infancia, que es más terrible porque la estridencia es más brutal si la máscara de un niño disfraza la muerte con un juguete. Saca comparsa de carnaval el Ministerio de Sanidad, con triple salto mortal sobre la leyes, disfraza de derechos y libertades los sórdidos abortorios donde descuartizan vidas tiernas y destilan cosméticos con manteca de niños, como en los cuentos de miedo hechos de verdad y con subvención de criminales políticos y abyectas madres, hechiceras en antros de muerte.
Y únanse al Carnaval, que dan propina al que se pone careta de votante para la muerte, que es Carnaval y se paga bién cada voto a la muerte, que al final ganará más muertos, por cada votante dos: Un niño y un viejo. Muertes de familia que no quieren familia, que le ponen a la muerte máscara de carnaval, y bailan la danza de la muerte con disfraz de libertad y dignidad.
Lo lúgubre es que Carnaval eran tres días, pero ahora quieren que todos los días siga este mortífero y enmascarado carnaval.
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