martes, 27 de mayo de 2014

Exceso de política, déficit de espiritualidad

 
La Historia de la Iglesia tiene registrados en su larga crónica muchos momentos políticos protagonizados con más o menos acierto (político) por algunos Papas de perfil más político que sacerdotal. No niego la oportunidad, incluso la necesidad, de algunos momentos, circunstancias, coyunturas políticas que reclamaban un trato político. Pero sí afirmo que los grandes capítulos de la Historia de la Iglesia no se escribieron con vis política, sino que fueron consecuencia de grandes Papas de gran impronta sacerdotal.

Que el Papa se supiera/sintiera garante de la concordia entre naciones y príncipes cuando la sociedad se definía, propiamente, como Cristiandad, era algo que entraba dentro de la lógica ministerial de quien era reconocido no sólo como cabeza de la Iglesia, sino también como el supremo legislador y juez de todo y de todos.

El tercer Papa del globalizado siglo XXI mantiene la vocación de ser para el mundo un agente de la paz necesaria. Su predecesor Juan Pablo II dio la impresión de estar firmemente persuadido de ser/haber sido el hombre providencial de su momento histórico. Desde los prolegómenos de la Iª Guerra Mundial, el Papado desarrolló profundamente esa conciencia, característica de la Iglesia del siglo XX que se fue confirmando con cada uno de los Pontífices, todos, hasta la actualidad, grandes promotores y ministros de la paz internacional, con doctrina, signos, iniciativas e intervenciones.

Aunque no sea ese el ministerio petrino fundamental. La vocación papal es, esencialmente, de fe: Confirmar en la fe a los hermanos. Sin olvidar que el apacentar a la grey de Cristo es mantener vivo y equilibrado el principio lex orandi, lex credendi, alma de lo esencial eclesial.

Yo hubiera gozado más de un Francisco celebrando y orando, predicando y bendiciendo, evangelizando y consagrando que con el Francisco político en Jordania, entre los palestinos (menos expresivamente) y con los israelíes (con excesivos signos de complicidad).

Los Santos Lugares no son lugar de política, sino un enclave real de la más auténtica espiritualidad. Por Cristo. Per Ipsum, et cum Ipso et in Ipso.

Todo eso, se ha visto poco, demasiado poco.

Y mucho todo lo demás.

Por lo demás, Deo gratias que la peregrinación papal concluyó bien. Bien en estilo francisquista, quiero decir (con otro episodio de elocuencia en vuelo).

Es decir.


+T.