De aquella reforma de la Semana Santa se lamentan muchas cosas, pérdidas de tradiciones y de ritos católico-romanos que preludiaron la debacle subsiguiente. De entre las supresiones, la mayor fue la de la Misa de Presantificados, una parte de la liturgia del Viernes Santo, un rito ancestral vinculado al mismísimo San Gregorio Magno que - ¡oh paradoja! - se ha conservado como rito entre los ortodoxos greco-bizantinos, que lo practican durante la Cuaresma, los Miércoles y los Viernes (antiguamente también en la liturgia católico-romana, como recordaban los viejos catecismos).
La tradición ortodoxa explica que fue San Gregorio Magno, en la época en que estuvo de apocrisario en Constantinopla (ca. 579-586), quien introdujo entre los bizantinos el rito romano de los presantificados. En sustancia, la liturgia imita una Misa en la que no hay consagración porque se comulga con la Eucaristía consagrada el Domingo de Cuaresma anterior, reservándose el Sacramento ('presantificados') para la comunión que se administra en las liturgias del Miércoles y Viernes (dos antiquísimos días penitenciales). Así, la 'Misa de Presantificados' del Viernes Santo, tal y como se celebró hasta la reforma de la Semana Santa de 1955, entroncaba con la más antigua tradición litúrgica católico-romana y se vinculaba a figuras venerables de la época de los Santos Padres. Además era un patente vínculo litúrgico co-idéntico entre las muy distintas tradiciones litúrgicas de Roma y Bizancio.
Hace unas semanas, el predicador pontificio fr. Rainiero Cantalamessa, en una prédica cuaresmal al Papa y la Curia, dando lecciones y brindis de ecumenismo y unidad, durante el fervorín dijo cosas como esta:
"...Dado que creemos que la venerable y antigua tradición de las Iglesias Orientales forma parte integrante del patrimonio de la Iglesia de Cristo, la primera necesidad que tienen los católicos consiste en conocerla para poderse alimentar de ella y favorecer, cada uno en la medida de sus posibilidades, el proceso de la unidad (...) es hora de invertir y dejar de insistir obsesivamente en las diferencias – que a veces se basan en una deformación del pensamiento del otro– y en su lugar juntar lo que tenemos en común y nos une en una única fe.".
Lamentablemente ninguno de los asistentes clamó -¡MENTIRA!. Mentira enorme puesto que, como estoy contando, el pre-concilio y el post-concilio se encargaron de eliminar todos los signos, ritos, ceremonias y liturgias que mantenían concomitancias, incluso identidades, entre las tradiciones cúlticas de católicos y ortodoxos. Como por ejemplo aquella 'Misa de Presantificados' del Viernes Santo, de tradición romana-gregoriana, desaparecida para los católicos romanos y conservada como un tesoro de piedad entre los ortodoxos.
Un amigo francés que ha estado asistiendo todos los Miércoles y Viernes a la Liturgia de los Dones Presantificados en una de las iglesias ortodoxas de París, me comentó que es relativamente frecuente que los sacerdotes franceses que celebran la Misa Tradicional usen el Viernes Santo el Misal antiguo anterior a la reforma de la Semana Santa de Pio XII, con la 'Misa de Presantificados'.
El ecumenicismo vaticanosecundista sacrificó ritos católicos ancestrales porque el modelo de liturgia que se pretendía, ya desde la pervertida reforma promovida por el movimiento litúrgico, no era el tradicional católico-ortodoxo, sino aquel otro que simpatizaba con elementos y esquemas de la reforma protestante.
No lo reconocerán, pero estamos más lejos de los ortodoxos y orientales que antes del Vat. 2º: Las degeneraciones litúrgicas promovidas desde el post-concilio nos separan más de la lex orandi/credendi de las Iglesias Orientales.
Nuestra antigua y suprimida Misa de Presantificados del Viernes Santo lo testimonia.
p.s. Se me ocurre (seguro que también a otros católicos conscientes) que la existencia simultánea entre los greco-bizantinos de tres ritos-tradiciones litúrgicas (Liturgia de San Juan Crisóstomo, Liturgia de San Basilio Magno, Liturgia de los Presantificados de San Gregorio Magno) podría iluminar la convivencia práctica del Misal de San Pio V y el de Pablo VI, algo que parecía sugerirse en el m. p. Summorum Pontificum de Benedicto XVI...Aunque estemos hoy tan lejos de aquella 'primavera benedictina'.
+T.