Aunque desapareció de la Liturgia Romana, el Viernes de Dolores ha conservado, por lo menos en Sevilla, toda su entidad e identidad devocional y popular. Aparte de que media España se llama (se llamaba?) Lola, la proximidad de la Semana Santa enfatiza este dia sin fecha fija, pero de inamovibles sentimientos...O yo soy un iluso que me figuro en la Andalucía de Fernán Caballero, y estoy escribiendo de algo que hubo y ya no existe.
Soy adicto de Fernán Caballero, y lo digo y lo recuerdo cuando puedo, porque me gusta definirme, crípticamente, fernancaballerista; es decir, nostálgico del tiempo, las cosas y las gentes que salen en las narraciones de Fernán Caballero y del Padre Coloma, su alter ego en tantas cosas de estilo y argumento.
Coloma tiene una "lectura recreativa" que se titula "El Viernes de Dolores", donde narra una historia sevillana en la que sale de protagonista la mismísma Dª Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero para sus lectores.
Cuenta las penas de unos pobres de solemnidad, honrados, él cesante por cambio de gobierno y con familia numerosa y enferma, que se encomienda a la Virgen de los Dolores en un apuro extremo; Dª Cecilia se entera, se mueve, va al Gobernador, y le consigue al pobre cesante un empleo municipal. El hombre, agradecido, acude el Viernes de Dolores a la capilla de la Virgen, llevando de la mano a sus nietos huérfanos, y en una camilla a su esposa inválida, todos emocionados ante el Altar de la Mater Dolorosa.
Es como un cuento de Navidad de Dickens, pero católico y a la sevillana, por eso pasa un Viernes de Dolores. Coloma aclara en una nota al final que lo narrado es verídico y de los hechos de su amiga, la Marquesa de Arco Hermoso, Dª Cecilia, alias Fernán Caballero.
Parte de eso dura en Sevilla. Hoy he estado invitado a dos Funciones Principales de Instituto, que es como aquí se llama al summum de la solemnidad litúrgica. En una de ellas se interpretaba la Misa Solemne del maestro Gómez Zarzuela, con orquesta completa y coro; en la otra el mejor predicador de Sevilla ha espetado al respetable un sermonazo de 45 minutos con suspiros, lloros, y arrebatos del beaterío capillitero presente, que se arrancó con un incontenible ¡¡¡Viva la Virgen de la Soledad!!! como colofón del sermón.
En las dos funciones ha habido Protestación de Fe seguida de Jura de hermanos, con una cola que llegaba a la puerta de la calle y atravesaba la rúa hasta la pared de enfrente (me ha dado tiempo de rezar un Rosario y media Corona Dolorosa mientras protestaban y juraban, es decir, veinte minutos largos besando Evangelio y Reglas). Una empezó a las doce y cuarto y terminó a las dos y media (tres menos cuarto de la tarde cuando salí de la Iglesia); la otra comenzaba a las 8 con Exposición del Santísimo, y salimos a la calle cuando eran las 10 y unos minutillos de la noche.
Acabo de llegar a casa, feliz, con mi Viernes de Dolores legítimo, integérrimo, sin sucedáneos, todo como mandan las siglos, creyéndome en tiempos de Fernán...
Yo no soy tonto, aunque tontee, porque hay días y momentos en los que hay que tontear; tampoco soy (ay!) inocente, pero creo en la inocencia y la predico y hasta soy devoto de los Santos Inocentes de Diciembre; también sé que las golondrinas vuelven pero que "...esas no volverán..." Sé todo eso y otras cosas más que no debiera, y otras que temo saber, también, también.
Pero llegan días, hay horas, en las que un pellizco de algo, una chispa, un destello, te llega y te rapta y te lleva a un más allá que estuvo aquí y que vuelve y que es una muestra, una prueba, de esa eternidad en la que creo - Así lo creo, así lo juro, así lo confieso ! - y espero firme, firmísimamente.
Hoy, por ejemplo: Viernes de Dolores, como toda la vida.
~