miércoles, 18 de noviembre de 2009

Novena de Ánimas




Hace una semana concluyó la Novena de Ánimas de nuestra Hermandad, que alternamos los años impares, según toque la precedencia. Antes el calendario que regía era más "antiguo" porque la prioridad se fijaba por una semana de años, que son siete años, como todo el mundo ya no sabe. Antes sí, estas cosas se sabían y había gente que llevaban la cuenta de la "semana de años".

Eran las venerables que ya no hay, señoras de velo de blonda y peina baja, de Misa diaria, respetadas viudas o virgenes intactas y perpetuas con el "señorita" por delante aunque pasaran de los sesenta. Y las más entre las más, las "Doñas". Mi abuela era una de ellas, "Doña" de moño apretado con horquillas, dos peinecillos, y redecilla. Genio y figura con medio tacón y capita de astracán con tantos años como llevaba de casada y viuda, que se casó cuando la guerra del 14 y enviudó en el 43.

Eran ella y Doña Natividad, Doña Lola, Doña Matilde, Doña MªAntonia y la señorita Ana, que era de la misma quinta de las otras. Yo las recuerdo como en daguerrotipo con la plata perdida, sentadas en el estrado, en la mesa camilla con el brasero encedido y la sala oliendo a alhucema, hablando de sus cosas, las cosas importantes. De la Novena de Ánimas, por ejemplo.

Ahora las Ánimas son ellas. Sin pena porque las pasaron en vida, cada una las suyas, por cosas y por casos, cada una con su historia, una familia a cuestas y una guerra por medio. Sólo tenían a Dios, como decía mia tia Matilde: - "Enriqueta, vámonos al Sagrario que allí nos entienden y no hay que dar explicaciones". Y respondía mi abuela: -"Sí hija, que allí siempre te escuchan y te dan consuelo para lo que lleves." Y remachaba tia Magdalena -"Pues hoy llevais un buen lote, bien lo sabe Dios".

Y yo que tenía la edad del inocente preguntón me quedaba con tia Magdalena en el estanco y le preguntaba que qué llevaba la abuela al Sagrario, y me contestaba: -"Sufragios por las Ánimas y suspiros por los vivos. ¡Ay, Jesús!". Y daba un suspiro que parecia que sorbía todo el aire del estanco, y a mí también.

Ayer estaban todas allí, parecía que las estaba viendo, en sus sillas de reclinatorio, con sus velos y sus misalitos y sus rosarios y sus medallas de la Hermandad con su cinta amarilla y blanca, del color del Papa. Se las ponían para ir a comulgar, porque tenían indulgencia. Y mi tia Salucha se ponía tres: La de la Hermandad amarilla y blanca, la de las Hijas de María con su lazo celeste, y la de las Marías de los Sagrarios Calvarios con la cinta blanca y morada. Mi padre decía que iban sonando como la Guillermina.

La Guillermina era una vaca de leche que se trajeron del campo cuando mi padre era chico, y Lucas el de Ontañón la sacaba todas los mañanas y la ordeñaba. La campana de la Guillermina sonaba como las medallas de comulgar de la tia Salud, eso decía mi tio Enrique; y mi padre, en cuanto se levantaban para comulgar, le decía bajito a mi madre: -"Ahí va la Guillermina". Y mi madre: -"¡Shshshssh! ¡Lo que tenías que hacer tú, que no comulgas desde las Pascuas!"

A mí, cuando iba con mis tías a la Iglesia, me daban los libros de Misa, para que me distrajera con las estampitas. Mi tia Antoñita era la que tenía más, que le ponía un elástico al misal para poderlo cerrar. Dentro del misal, entre las páginas, tenía de todo: Estampas de Primera Comunión, recordatorios de difuntos, recortes de esquelas de difuntos del periódico, hojitas de olivo, pétalos de rosa, cintas, detentes, hojas del caledario de taco, moñitas de la Virgen, sellitos de las misiones, papelitos con oraciones escritas. Un mundo en el misalito, que era mi diversión.

Los recordatorios de difuntos que más me gustaban eran los que tenían foto:

"Sr. Don Romualdo Porras y Farfán, esposo que fue de la Sra. Dª Salud Romano de Cózar. Falleció el 10 de Noviembre de 1945, a los setenta y ocho años de edad, confortado con los Santos Sacramentos y la Bendición de Su Santidad. D. E. P. A. ..."




Eran los años sesenta, cuando la Misa era todavía Misa de toda la vida, en latín y sin modernuras, con el cura vuelto al Altar. Y el púlpito, que era una tentación subirse a él pero no me dejaban siquiera acercarme, con lo que a mí me atraía aquel púlpito.

Los días especiales, solemnidades o fiestas o cultos mayores, vestían el púlpito con una colgadura según el color de la Misa. Para los difuntos era negro, con galones y fleco dorado y una calavera con dos tibias cruzadas, como un barco pirata, con su bandera y todo, que daba miedo ver. Un dia lo quitaron, y al cabo del tiempo lo descubrí en las cuadras de mi tia Ana, en uno de los graneros viejos, donde dejaban los trastos rotos esperando un arreglo sine die. Allí acabó sus días el púlpito, desmontado desde el tornavoz a la columnilla, con la barandilla de bronce oxidada de verdina y los adornos dorados del tornavoz apolillándose que daba pena verlos.

Los paños negros con la calavera y las tibias también desaparecieron, no sé donde. Si los hubiera encontrado me habría hecho una bandera pirata, para ponerla en la azotea. Pero ni los paños aparecieron ni yo tenía ya edad para jugar a piratas; no porque no tuviera ganas sino porque me las quitaban diciendo que ya no debía jugar a cosas de niño, que era mayor.

Es verdad. Ya uno es mayor, cada vez más mayor. Si me cuento los años ad intra, parece que no los cumplo y me he estacionado en una edad indefinible, con un poco de todas las edades pero sin pasar de los veintipico. Después, inexorable, se me impone el cómputo ad extra; por ejemplo cuando voy a la Novena de Ánimas y escucho la lista de los difuntos del año, gente que yo conocí de siempre y que van desapareciendo, muriendo, "animándose" y pasando de vivo a ánima.

Mi amigo el Chaco, que es también filo-novembrino, me dice que si me imagino cuando yo esté "nominado" en la Novena de Ánimas. Yo le digo que después de usted, con mucho gusto. Pero sí, me imagino. Además de ensoñado idealista tengo la sensatez del fatalismo realista. Y me imagino muy bien como ánima en la Novena de Ánimas.

...et in resurrectionis glória inter Sanctos resuscitati respiremus (todos Uds. y yo). Amen.

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