"Y observando vi una insignia
que sin descanso rondaba velozmente
incapaz al parecer de detenerse:
y detrás la seguía una multitud
de gentes de la que nunca yo creyera
que tantas hubiera deshecho la muerte.
Después de haber reconocido a algunos
me fijé más y conocí la sombra de aquel
que miserable hizo la gran renuncia.
De pronto comprendí y certeza tuve
de que esta era la turba de los cautivos
que desagradan a Dios y a sus enemigos.
"...E io, che riguardai, vidi una ’nsegna
che girando correva tanto ratta,
che d’ogne posa mi parea indegna;
e dietro le venìa sì lunga tratta
di gente, ch’i’ non averei creduto
che morte tanta n’avesse disfatta.
Poscia ch’io v’ebbi alcun riconosciuto,
vidi e conobbi l’ombra di colui
che fece per viltade il gran rifiuto.
Incontanente intesi e certo fui
che questa era la setta d’i cattivi,
a Dio spiacenti e a’ nemici sui."
DC Inf. c.III, 54-63
Así describe el Dante a una multitud de condenados, atormentados por alacranes, avispas, tábanos y molestos bichos. Son los condenados por tibios, pusilánimes e irresolutos, que marchan rondando sin parar delante de las puertas del infierno. Entre ellos distingue a "colui che fece per viltade il gran rifiuto" / 'el que consumó por cobardía la gran renuncia'.
Como el Dante necesita del Virgilio, un lector del Dante necesita de notas para seguir el texto e identificar personajes e historietas. Para esta cita, lo corriente es que los comentaristas coincidan; he leído algunos comentarios discrepantes, modernos, pero lo común es que se identifique al personaje del 'gran rifiuto' con Celestino V (San), el eremita Pietro Morrone que fue Papa seis meses y renunció por, digamos, motivos personales (achaques y debilidades de cuerpo y de espíritu) al Papado. Tenía ochenta años. Es fama que el Cardenal Caetani (más tarde Papa Bonifacio VIII) maniobró habilmente para ser su sucesor, inaugurando una tensa y triste época de conflictos intra y extra eclesiásticos, cuya solución tardaría más de un siglo en llegar.
La dimisión de la Cabeza de la Cristiandad no era un buen síntoma, de hecho dejaba bien patente la decadencia del Papado en aquel final del que fue glorioso siglo XIII. El siglo siguiente, el XIV, se abre exultante con el primer Jubileo del Año Santo para languidecer seguidamente durante los años de Avignon y sumergirse luego en el escándalo del Cisma de Occidente y su apéndice: El conciliarismo.
Con la Guerra de los Cien Años como telón de fondo, la debilidad y la crisis del Papado impidió que se exterminaran eficazmente males tan graves como el wyclifismo y el husismo, preludios del protestantismo y la fractura definitiva del Occidente Cristiano de un siglo más tarde. Y todo empezó con ese 'gran rifiuto', la renuncia/dimisión de un Papa débil y valetudinario.
¿Exagero? No sé. Desde luego no me meto en deslindar si la identificación del Dante es correcta. Ni tampoco diré nada del Celestino V canonizado y venerado por la Iglesia (San Pedro Celestino) aunque Dante Alighieri lo coloque entre los condenados, en la ronda de las puertas del infierno. En apoyo de la tradición que identifica al personaje 'rifiutante' con el Papa Celestino véase esa ilustración que he puesto de cabecera. Es una miniatura al pie de página de un códice de la Divina Comedia que se conserva en la Bodleian Library de Oxford, ilustrando justamente ese pasaje dantesco; fíjense en el tercer personaje que marcha detrás de la bandera roja: es un Papa con su tiara (sobre la miniatura, el texto). Recalco el detalle para insistir en la antigua identificación del personaje y la censura de su acto.
¿Puede un Papa renunciar a su singular ministerio? Subrayo lo de singular en el sentido de que es un ministerio único, sólo asumido por una persona cada vez (su ilegítimo opositor, de haberlo, se llama anti-papa, concepto que declara igualmente la irrepetibilidad simultánea del ministerio papal). Para la Iglesia única existe un Papa único. ¿Puede, por voluntad propia, dejar de serlo, pues?
Canónicamente está prevista la renuncia del Papa, con lo que se sanciona la legitimidad de ese supuesto. ¿Es oportuna? Hubo momentos en los que se consideró tal oportunidad, destaco dos: Pio VII, retenido por Napoleón y Pio XII amenazado por Hitler; en ambos casos hubo un documento ológrafo de renuncia, confiado a personas de la intimidad del Papa, con la orden de dar a conocer y publicar la renuncia papal si se consumara el secuestro del Pontífice.
En uno y otro caso, sin embargo, lo que Pio VII y Pio XII intentaban salvaguardar era la libertad y soberanía de la Santa Sede. No se trataba en ninguna de las dos eventualidades de circunstancias personales de tipo físico (enfermedad, ancianidad o debilidad), sino de situaciones que requerían soluciones extremas pro bono Ecclesiae, dado que un Papa secuestrado no está capacitado para regir la Iglesia estando preso por enemigos de la Iglesia (y sin embargo hubo en la antigüedad el caso de algún Papa que estuvo prisionero parte de su pontificado, hasta su muerte como mártir, cuya renuncia parece documentada: cfr S. Ponciano).
¿Y un Papa anciano? Un Papa anciano sí puede gobernar la Iglesia, la historia cuenta con muchos y valiosos ejemplos. ¿Y un Papa enfermo? También, lo mismo. De las dos situaciones tenemos el testimonio reciente de Juan Pablo II, hasta cierto punto ejemplar, salvo las extravagancias que el mismo juanpablismo terminó quasi imponiendo a las que hubieran debido ser más discretas y cuidadas comparecencias del Papa.
En este sentido, parece que Benedicto XVI administra mucho mejor su vida pública, evitando la indiscreta 'publicidad' que podría deteriorar tanto su actividad exterior como su imagen. A los responsables inmediatos les debe resultar dificil equilibrar y restringir la actividad pública del Papa desde los excesos cometidos (o consentidos) por su predecesor (o sus colaboradores).
¿Teme Benedicto XVI verse en una situación similar a la de los últimos años de Juan Pablo II? En este sentido parecen ir las conjeturas de algunos periodistas 'vaticanistas' (ver aquí y aquí) que recientemente han especulado con una renuncia de Benedicto XVI, más o menos próxima, pero, según ellos, querida y ya prevista por el Papa.
Con motivo del catastrófico terremoto que asoló hace unos años la región de los Abbruzzi, Benedicto XVI visitó la ciudad de Sulmona, donde veneró el cuerpo-reliquia de San Celestino V, colui che fece il gran rifiutto. Ya entonces hubo comentarios que apuntaban a que no fue casualidad esa visita, que se entendía más como un gesto y un probable aviso.
Yo insisto en el peligroso error que supondría institucionalizar el 'rifiuto' papal. Si ya me parecen graves y discutibles (¡absolutamente!) la renuncia impuesta a los obispos al cumplir los 75 años y la exclusión del Cónclave de los cardenales octagenarios, si se le pusiera un límite de edad al Papa el caso me parecería escandaloso, un atentado contra la constitución jerárquica suprema de la Iglesia.
Una de las fuerzas y virtudes más destacables y efectivas de la Iglesia Católica es la de su capitalidad única en la persona del Papa, cuyo ministerio supremo garantiza con solidez el gobierno de la Iglesia, un ministerio que es sobrenatural y que goza de una profética asistencia extraordinaria de gracia, única y especial, en tanto que la potestad papal deviene directamente de la Sucesión Apostólica en la persona del Apóstol San Pedro, vínculo de fe con el mismísimo Jesucristo, nuesto Dios y Señor . Debilitar este ministerio único con una limitación real y estipulada del mismo, sería infringir una grave herida al más alto y precioso ministerio de la Iglesia.
¿No puede vivir la Iglesia con un Papa anciano? ¿No pueden vivir los católicos con un Papa enfermo? Sería pecaminosamente contradictorio que la corrección política se impusiera al IVº mandamiento del Decálogo. O que la indiscreción de los medios llegara a pesar más en la opinión de la Iglesia que XX siglos de historia y vida que han conocido Papas ancianos y enfermos al timón de la Nave de Pedro. Y no pasó nada. ¿Por qué habría de pasar ahora?
Conque oremus para que el rifiuto dantesco quede como anécdota y no se repitan para desgracia de la Iglesia actos de renuncia, que podrían entenderse como desconfiados para con la Providencia que todo lo rige y dispone con sabiduría mejor y mayor que la de los hombres.
Si se cree, se cree.
p.s. Y no se olvide nunca que el peor enemigo de la Iglesia siempre atenta desde dentro de la Iglesia.
+T.