Considero que el arte contemporáneo es un sub-arte, con diversos niveles de degradación. Entre los sub-artistas, Marc Chagall y su obra me caen simpáticos por la inocencia naif de sus composiciones, por el color, el abigarrado collage de imágenes y monigotes. Podría consentir colgar un Chagall en mi casa, yes.
Al PP Franciscus le gusta mucho Chagall, supongo que por algunas razones que yo compartiría y otras que no. Lo que no comprendo es cómo se puede visitar Florencia y tener el discutible gusto de admirar un Chagall colgado en el interior del Baptisterio de la Catedral. El cuadro en cuestión es uno de esos de Chagall que me gustan, una Crucifixión Blanca, con un Cristo que lleva de sudario una especie de banderola sionista, rodeado de escenas violentas, todo muy hebreo, muy evocadoramente e intencionadamente judaizante, aun siendo un tema de iconografía cristiana; como dije, me gusta la ingenuidad minimalista de esas pinturas de Chagall.
Ya se sabe cómo son estas cosas. No sé qué institución ha patrocinado la exposición del cuadro, traído costosamente desde Chicago, donde habitualmente se expone en el Art Institute. PP Franciscus apenas lo ha admirado unos segundos, todo dentro de ese protocolo preparado que se resuelve en pocos minutos, unos saludos a los selectos patrocinadores presentes, un regalito conmemorativo y pasar al siguiente momento marcado por la etiqueta, todo estudiadamente al paso.
En la escena, sin embargo, me ha llamado la atención la intervención del Cardenal Arzobispo de Firenze, Giuseppe Betori: Después de disfrutar con PP Francisco del interesante y simpático cuadro de Chagall, el cardenal Betori capta la atención del Papa y le señala con la mano la cúpula; la cámara sigue la indicación del prelado florentino y - ¡oh maravilla! - en un momento, durante unos segundos, muestra la belleza de los mosaicos de la cúpula del Baptisterios. Después de unas imágenes de un desleído monocromático con blancos-grises-negros y el Crucificado Blanco naif de Chagall, de repente la imagen de la cámara se llena con los esplendentes dorados y el colorido de la imaginería que representa la riqueza iconográfica del románico del maestro Torriti, un ascua reluciente con los Misterios de la Salvación y Cristo Salvador Pantocrátor reinando con santidad y justicia.
(Ver aquí , minuto 1,30 y siguientes)
Unos segundos solamente, como digo, pero los suficientes para anular la pintura de Chagall, insignificante ante la maravillosa cúpula de rutilante color, antigüedad y religiosa belleza.
No sé cuales serían las impresiones de PP Franciscus y los circunstantes. A mí me hubiera fascinado el ánimo y me habría detenido más, mucho más, a contemplar.
También he pensado que, comparativamente, podría decirse que así es PP Franciscus, como un naif Chagall, simpático para muchos, interesante para otros. Pero apenas un naif comparado con la obra mayor, la riqueza espiritual y hermosura inmensas de la Iglesia, el Papado, Roma...Como otro Chagall colgado bajo la cúpula maravillosa del Baptisterio.
No sé si me explico.
p.s. Salva reverentia, no diré rien sobre el mal gusto de ir a Florencia a ver un Chagall, un pecado que mejor ni mencionar.
+T.