miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cuando el destino nos alcance

Tendría 14 ó 15 años cuando la ví, y no la he vuelto a ver entera, pero es de esas pelis que te impresionan, que no son de tus favoritas pero que las recuerdas porque pasan cosas que son casi como las de la peli. O temes que pasen, porque las ves venir.

La peli se llamaba "Cuando el destino nos alcance" , del director Richard Fleischer, con Charlton Heston y Edward G. Robinson como protagonistas. Describe un mundo del futuro (a. 2022), con una super-población paupérrima, amontonada en una ciudad colapsada, sórdida. La gente come un producto que se llama "soylent". Una sociedad masificada, sin apenas resortes morales, se deja llevar a ningún sitio. A los que quieren, se les ofrece una "salida digna".

La escena más inquietante es la de E. G. Robinson preparado para su "suave tránsito", en una estancia impóluta, acostado en una camilla. Le inyectan un jeringazo letal, mientras en una pantalla aparecen imágenes idílicas de un mundo feliz y pasado, que ya no existe: La más atractiva naturaleza antes de ser degradada por la acción de los hombres, bellezas naturales, paisajes, mientras suena la Pastoral de Beethoven. El hombre llora emocionado y va cerrando los ojos; se duerme conmovido por lo que ve y lo que oye, muriéndose, todo a la vez. Luego, el cadáver es transportado en una cinta mecánica a la fábrica donde elaboran con despojos humanos el "soylent" que consume la población.

Algo así va a pasar. El primer "tránsito" a las nuevas formas de muerte ya existen. Los hospitales y la unidades de uvi y uci han acostumbrado a la gente a dejar la vida y la muerte propia y ajena en manos de médicos y enfermeros. Los tanatorios son la otra institución que releva a la familia y se encarga de la gestión funeraria. Que una institución más se sume a estas dos y ocupe ese "intermedio" fatal de forma tan expeditiva, cómoda y aséptica como estas dos, será cuestión de tiempo. Otra oferta más que tendrá éxito inmediato.

No nos educan bien para vivir, y nos educan aun peor para morir. Y esos "vacios" de vida y muerte se están ocupando por gentes e instituciones que degradarán aun más todo lo refernte al vivir y el morir.

Tengo claro que la gran apostasía de nuestro Occidente post-moderno está radical y culpablemente implicada en lo que se nos viene encima. Se vive sin Dios y contra Dios sin advertir (?) que a la postre todo se resuelve contra la vida y contra la muerte, sin sentido la una y la otra porque desde el principio se ha escogido en contra de la una y la otra, actuando contra lo que les da sentido, negando lo que sostiene vivir y morir.

Si no se conoce y confiesa a Dios (a Cristo) Señor de vivos y muertos, el señorío del vivir y el morir se sub-arrienda a un mundo y unas instituciones patéticamente abocadas a lo mismo de lo que se huye, en una vorágine de sin-razón demente.

Lo peor es comprobar que hay que hacer apología, que estamos ya tan afectados que nos vemos obligados a razonar con la sin-razón.

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