miércoles, 11 de marzo de 2009

Una carta del Papa en época del post-VaticanoIIº

Esta mañana daban la noticia, el aviso, en algunas páginas de información religiosa. A medio día ya circulaba el texto en alemán, adelantado por una agencia germana. Esta tarde ya aparece como noticia, con titulares chocantes:


Dejando aparte el problema de comunicación (de falta de buena comunicación y medios comunicadores) que tiene la Iglesia (y que seguirá teniendo porque nuestro mundo "global" no se entiende en términos benevolentes con la Iglesia, cuya "conciencia" no resiste), asombra la tendenciosidad de los textos: Subrayan lo negativo y apenas son capaces de entrar en el meollo del asunto.

El asunto es una amonestación, se entienda o no así, al episcopado universal por parte del único que puede y debe, el Papa. Aunque el texto revista la forma humilde de una exposición aclaratoria, de hecho es un toque de atención a quien corresponda. ¿A quien corresponde? Ya digo que a todos los obispos, pero es evidente que "más" a aquellos que han demostrado de una u otra forma su discrepancia por lo del levantamiento de las excomuniones a los 4 obispos de la FSSPX. Las voces, por ejemplo, de los prelados alemanes han sido manifiestamente molestas, y a pesar de protestar por las declaraciones "reduccionistas" de Williamson, lo que dejaban traslucir era un distanciamento displicente respecto a la intención del Papa Benedicto.

En parecido sentido al de los alemanes han asomado su mitra otros jerarcas, passim. No son muchos, ni siquiera un número apreciable, insignificante en suma. Pero han "protestado". Los demás, los que han callado, se han inhibido formalmente del tema, pero su "pecado" es que han callado, precisamente. Han habido declaraciones de apoyo, la primera (y más sincera) la del Episcopado Polaco. La Conferencia Episcopal española también publicó una "carta de apoyo", manifestando su "adhesión" etc. etc. etc. Una "diplomática" insignificancia que seguramente "arrancó" de nuestra CEE el Cardenal Bertone durante su reciente visita. La carta no nombra el caso de las excomuniones, sino que se refiere a la irritación de los judios por lo de Williamson. Muy "discreta", demasiado.

Los apoyos verdaderos, si lo son, deben ser ardientes, incondicionales y, mejor todavía: Implícitos en explicitas acciones que no tengan siquiera que "rozar" de lejos al Papa, pero que dejen bien claro que es por él y para él. Esto se puede hacer de muchas maneras, pero no se ha hecho de ninguna. Excepto la carta, tan "tibia".

Los Concilios, todos, han tenido su efecto una década después, y hasta dos o tres. A mayor "peso" del Concilio que fuere, más repercusión a posteriori. Y estamos en plena época repercutiva del Vaticano II, ya sin los entusiasmos primeros, pero con toda su problemática activada. Y la "resaca" también, que ahora es cuando se nota.

Cierto episcopado "vaticanista-2º" se ha crecido en su auto-consideración de forma muy peligrosa, afirmándose excesivamente, cosa que ni debe ni puede. Su "fuerza" son las "conferencias episcopales", instituciones muy "post-conciliares" pero de mínima entidad canónica puesto que apenas si son asambleas funcionales-consultivas y poco más. Pero "alzan la voz" y parece que son más, sin serlo.

Si algo debe tener claro un católico (un cristiano) tocante a "jerarquía" y "capitalidad" eclesiológica, es el Primado Universal y ordinario del Papa. El Papa es "cabeza visible", principio, vínculo y garantía de unidad de toda la jerarquía-episcopado de la Iglesia. Como tal, puede todo en cualquier sitio, y los obispos le deben una obediencia subordinada y dependiente, canónica, pastoral, doctrinal y espiritual. El Papa puede actuar como tal en cualquier diócesis, en cualquier caso, bajo cualquier circunstancia. Sin embargo, un obispo es obispo en su diócesis, para su diócesis y sóla y exclusivamente para las personas, cosas y casos de su diócesis; está nombrado por el Papa, debe rendirle cuentas al Papa, y al Papa "entrega" su episcopado cuando cumple la edad canónica que el Papa fijó para ello. Un obispo es para una diócesis, y un Papa es para la Iglesia. Con la distancia y diferencia que hay entre la parte y el todo, que respectivamente representan, se puede decir.

De la carta de Benedicto que mañana - Deo volente - se publicará en todas las lenguas para todos los obispos del mundo, algunos remarcarán lo que les favorezca, lo que les guste, lo que les irrite o lo que les interese. Pero cada uno sabrá que sólo uno - Benedicto XVI - puede dirigir una carta para todos con una autoridad que es única ex sese, ni compartida ni dependiente.

Por cierto que, como ya se están publicando, algunos párrafos merecen señalarse en rúbrica:

"...Uno no puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia en 1962, y esto debe ser claro para la Fraternidad. Pero a algunos de aquellos que se presentan como los grandes defensores del Concilio, se les debe recordar que el Vaticano II lleva consigo la completa historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al mismo, debe aceptar la fe de los siglos, y no debe cortar las raíces de las cuales el árbol vive".

Es, entre otros puntos, lo que yo subrayo.

+T.

Santas de Marzo: Mujeres y vocación cristiana

Una de las reliquias más "sorprendentes" de toda Roma (y eso que Roma es el plus y el plus ultra de las reliquias, sin discusión ni rival que se le aproxime), una de las más "llamativas" es la del esqueleto de Santa Francesca Romana que se guarda y venera en el convento de sus Oblatas, junto a los Foros Imperiales, cabe la Basílica de Majencio, un enclave sin igual que merece pasearse a cualquier hora, de dia o de noche. Aunque de noche es bastante problemático, supongo, porque no era raro ver entre las piedras de los dos o tres tramos de rampa y escaleras que llevan hasta la basílica conventual jeringuillas de las que usan los drogadictos para inyectarse. A pesar de todo, recuerdo más de una tarde-noche con la luna llena sobre los foros, junto al campanile de Santa Francesca Romana.
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Íbamos a las Stationes de Cuaresma, o alguna Misa por alguna conmemoración. En Roma, cuando hay fiesta u otra solemnidad, se marca el camino y los alrededores de la iglesia que sea con unos velones de cera, anchos y bajos, del tamaño de un plato, con varias mechas. Se encienden cuando anochece, y es una belleza verlos alumbrar las calles, los pórticos de la iglesias, las escalinatas y los atrios de las basílicas. Como esta de Stª María Nova, que el vulgo conoce como Santa Francesca Romana, que me parece fue allí la primera vez que vi esas candele festivas.

Santa Francisca es una santa de las que el Misal antiguo clasifica de forma muy especial: "Ni virgen ni mártir". Estuvo casada, con hijos, y se quedó viuda . "Vidua" es el título que acompaña a su nombre en el Santoral, categoría también muy específica, muy bíblica, muy paulina. Decir que una es viuda, dice bastante de la que sea; pero decir que una Santa es viuda, dice todavía más, dice mucho. Actualmente es un concepto que resiste a su pesar. El pesar me refiero de las afectadas por la circunstancia de la viudedad, raramente bien asumida y más raramente todavía si se trata de vivirla en cristiano, como tradicionalmente se ha propuesto con muy buenas referentes, como esta Stª Francisca, por ejemplo.


Virgen, esposa, madre y viuda. Una secuencia que enriquece y corona la consagración religiosa con la que algunas selectas remataron su tránsito terrenal, haciendo un verdadero cursus honorum femenino, el más conspicuo entre todos los posibles (si se culmina - que también hay casos - en martirio, el curriculum es quasi perfecto, glorioso).

Llevo un par de dias discutiendo a propósito de las mujeres, con las de mi familia y otras de mi entorno más o menos cercano. Les expongo y mantengo la tesis de que en la tradición cristiana la mujer es/debe ser esposa-madre o virgen-consagrada. En otras circunstancias pero sin salir de la temática, le argumentaba a un amigo con los textos paulinos cómo se entiende en la época apostólica y de la primera Iglesia a la mujer cristiana. En sustancia es eso mismo: Consagración en matrimonio o virginidad, con la coda paulina de la viudedad en oración y caridad, al servicio de la Iglesia y en expectación del Señor.

Lo corriente, sin embargo, es que se nos haya impuesto el pensamiento dominante, cultural y socialmente, derivado de ideologías políticas o tesis sociológicas asumidas e impuestas por programas políticos. Desde estas nuevas categorías se juzga a la Iglesia, la moral cristiana, nuestra tradición familiar. Cuando debe ser al reves: El cristiano desde su fe, firmemente asumida y explicitada en su vida, es quien debe cuestionar y "criticar" las novedades de esta sociedad y su "cultura".

Dificilmente me convencerán de que el sitio de una mujer no es la familia y el hogar. Contínuamente se me presentan casos de las desastrosas consecuencias de una esposa/madre laborando fuera de su casa. Un absurdo que se paga muy caro. O una opción que apenas mejora nada y pone en peligro casi todo. Casi siempre. Las excepciones son excepciones, y en todas pienso que cabría una mejoría si la mujer estuviera en pleno ejercicio intra-doméstico, sin reclamos externos.

La Santa de ayer fue de otra "tipología", en descrédito aun mayor que la de esposa-madre. Mª Eugenia de Jesús Milleret de Brou, belga, que a los 22 vírgenes años fundaba la Congregación de la Asunción, para educar y formar féminas católicas. De tal nivel que por los colegios de la Asunción pasaron las niñas y las jóvenes de la crême europea, la nobleza y hasta la realeza.



No se decir hasta cuando duraron esos ideales de la fundadora, Mª Eugenie. Quiero decir en plenitud de propósito, como auténtica e indiscutible opción-oferta de virtud y vocación "femenina" cristiana. No se decirlo porque, entre otras cosas, me parece que ni siquiera las mismas hijas de Stª Mª Eugenia Milleret están hoy en concordia plena con los ideales de su decidida y admirable fundadora. Desde el Vaticano II, ha sido la "norma" de muchas congregaciones religiosas "adaptarse" al mundo moderno y no luchar-trabajar por transformar el mundo que hay en un mundo cristiano. Un mundo cristiano que incluye un ideal de mujer cristiana que cuenta con un catálogo muy bien ilustrado, con ejemplos de mujeres cristianas de todos los tiempos que han vivido esa secuencia de virgen-esposa-madre-viuda con la esencia cristiana como denominador común y sustancia, haciendo del tiempo corriente tiempo y vida cristianos.

He escrito vivir la secuencia, pero tengo que corregir: Algunas solamente la empiezan y permancen en ella, vírgenes siempre por consagración y dedicación. Un "lenguaje" que no es que el mundo no entienda, sino que se resiste a hablar (y antes escuchar).

Ellas son un problema. Principalmente para la familia (cristiana y natural). Pero primeramente para ellas mismas. Me consta que ni siquiera todas las "buenas" se dan cuenta. De las "malas" no me atrevo ni a pensar.

Cuando se les insinua siquiera algo de esto, ellas se revuelven y arrebatan, no quieren aceptar ni reconocen. A ver cómo rematan.

Tengo claro que parte del futuro regenerable depende de ellas. Muy gravemente y sine qua non.

¡En fin! Oremus, para que surjan, prosperen y vengan muchas del estilo de estas Francisca y Mª Eugenia.

Amen.

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