Dejando aparte el problema de comunicación (de falta de buena comunicación y medios comunicadores) que tiene la Iglesia (y que seguirá teniendo porque nuestro mundo "global" no se entiende en términos benevolentes con la Iglesia, cuya "conciencia" no resiste), asombra la tendenciosidad de los textos: Subrayan lo negativo y apenas son capaces de entrar en el meollo del asunto.
El asunto es una amonestación, se entienda o no así, al episcopado universal por parte del único que puede y debe, el Papa. Aunque el texto revista la forma humilde de una exposición aclaratoria, de hecho es un toque de atención a quien corresponda. ¿A quien corresponde? Ya digo que a todos los obispos, pero es evidente que "más" a aquellos que han demostrado de una u otra forma su discrepancia por lo del levantamiento de las excomuniones a los 4 obispos de la FSSPX. Las voces, por ejemplo, de los prelados alemanes han sido manifiestamente molestas, y a pesar de protestar por las declaraciones "reduccionistas" de Williamson, lo que dejaban traslucir era un distanciamento displicente respecto a la intención del Papa Benedicto.
En parecido sentido al de los alemanes han asomado su mitra otros jerarcas, passim. No son muchos, ni siquiera un número apreciable, insignificante en suma. Pero han "protestado". Los demás, los que han callado, se han inhibido formalmente del tema, pero su "pecado" es que han callado, precisamente. Han habido declaraciones de apoyo, la primera (y más sincera) la del Episcopado Polaco. La Conferencia Episcopal española también publicó una "carta de apoyo", manifestando su "adhesión" etc. etc. etc. Una "diplomática" insignificancia que seguramente "arrancó" de nuestra CEE el Cardenal Bertone durante su reciente visita. La carta no nombra el caso de las excomuniones, sino que se refiere a la irritación de los judios por lo de Williamson. Muy "discreta", demasiado.
Los apoyos verdaderos, si lo son, deben ser ardientes, incondicionales y, mejor todavía: Implícitos en explicitas acciones que no tengan siquiera que "rozar" de lejos al Papa, pero que dejen bien claro que es por él y para él. Esto se puede hacer de muchas maneras, pero no se ha hecho de ninguna. Excepto la carta, tan "tibia".
Los Concilios, todos, han tenido su efecto una década después, y hasta dos o tres. A mayor "peso" del Concilio que fuere, más repercusión a posteriori. Y estamos en plena época repercutiva del Vaticano II, ya sin los entusiasmos primeros, pero con toda su problemática activada. Y la "resaca" también, que ahora es cuando se nota.
Cierto episcopado "vaticanista-2º" se ha crecido en su auto-consideración de forma muy peligrosa, afirmándose excesivamente, cosa que ni debe ni puede. Su "fuerza" son las "conferencias episcopales", instituciones muy "post-conciliares" pero de mínima entidad canónica puesto que apenas si son asambleas funcionales-consultivas y poco más. Pero "alzan la voz" y parece que son más, sin serlo.
Si algo debe tener claro un católico (un cristiano) tocante a "jerarquía" y "capitalidad" eclesiológica, es el Primado Universal y ordinario del Papa. El Papa es "cabeza visible", principio, vínculo y garantía de unidad de toda la jerarquía-episcopado de la Iglesia. Como tal, puede todo en cualquier sitio, y los obispos le deben una obediencia subordinada y dependiente, canónica, pastoral, doctrinal y espiritual. El Papa puede actuar como tal en cualquier diócesis, en cualquier caso, bajo cualquier circunstancia. Sin embargo, un obispo es obispo en su diócesis, para su diócesis y sóla y exclusivamente para las personas, cosas y casos de su diócesis; está nombrado por el Papa, debe rendirle cuentas al Papa, y al Papa "entrega" su episcopado cuando cumple la edad canónica que el Papa fijó para ello. Un obispo es para una diócesis, y un Papa es para la Iglesia. Con la distancia y diferencia que hay entre la parte y el todo, que respectivamente representan, se puede decir.
De la carta de Benedicto que mañana - Deo volente - se publicará en todas las lenguas para todos los obispos del mundo, algunos remarcarán lo que les favorezca, lo que les guste, lo que les irrite o lo que les interese. Pero cada uno sabrá que sólo uno - Benedicto XVI - puede dirigir una carta para todos con una autoridad que es única ex sese, ni compartida ni dependiente.
Por cierto que, como ya se están publicando, algunos párrafos merecen señalarse en rúbrica:
"...Uno no puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia en 1962, y esto debe ser claro para la Fraternidad. Pero a algunos de aquellos que se presentan como los grandes defensores del Concilio, se les debe recordar que el Vaticano II lleva consigo la completa historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al mismo, debe aceptar la fe de los siglos, y no debe cortar las raíces de las cuales el árbol vive".
Es, entre otros puntos, lo que yo subrayo.
+T.