El cielo más limpio en noche de Enero
traía a la casa su precioso techo
de estrellas brillantes y azules luceros,
y allí, entre ellas, estaba la Estrella,
la Estrella de Dios, del Rey verdadero.
y yo la veía radiante en el cielo.
Después me dormía: el cálido lecho,
la dulce almohada, de mi madre el beso
y la voz de mi padre en el salón, un eco
de gozo y familia que aun oigo y recuerdo
feliz cuando llega esta noche de Enero...
El día amanecía temprano con sueños
recién desbordados por mil fantasías
de niño:
juguetes, bombones y cuentos,
castillos, muñecos, caballos de hueco cartón
y las panderetas tocando y chinchines
de los villancicos llevando su son.
Ahora que toda esa escena es un velo
que envuelve las horas de un quieto reloj,
cada año pido a los Magos de Oriente
que nunca se vayan de mi alma de niño
la Estrella y su noche de azul ilusión.
...y un día ofrezcamos también, como ellos,
oro, incienso y mirra al Hijo de Dios.
+T.
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