viernes, 27 de noviembre de 2009

Un requiem a media luz



Se me iba Noviembre sin un buen Requiem. Y no puede ser. A mí no me gusta Mozart, salvo el Requiem y otras cuántas piezas/fragmentos passim. Pero el Requiem sí, mucho. No sé si conté que estuve en un Requiem de Mozart por Mozart, memorable. Fue que a no sé quien se le ocurrió la tremenda de organizar una Misa de requiem por Mozart con su Requiem, de verdad. Y en San Pedro del Vaticano, nada más y nada menos. Tuvo que ser - por ahí tengo los prospectos, metidos entre las páginas de algún libro que no sé cual ni dónde estará - tuvo que ser en Noviembre del '92, si no estoy más alzheimer de lo que me temo. Fue un horror.

No recuerdo la orquesta, ni el coro, ni el director (quizá el plantel del Santa Cecilia???...no sé; o los del Mozarteum de Salzburgo???...no pongo en pie). Pero sí recuerdo que celebraba el cardenal Noé, Don Virgilio, que era entonces Arcipreste de la Basílica de San Pedro. Como fue maestro de ceremonias de Pablo VI se le pegó la voz del Papa Montini y entonaba las oraciones quasi como él, con una vocecita suave y carrasposa, muy comedido.

El invento vino por el bi-centenario de Mozart. Pero como los liturgistas y ceremonieros del Vaticano tenían (siguen teniendo?) alergia traumática reactiva contra el Misal Tradicional y el Rito Antiguo, por no celebrar la Misa tal y como se celebraba en tiempos del Mozart y su Requiem, idearon una componenda: Se interpretaron las partes del Requiem acomodándolas a la Misa de Pablo VI, (introito, kyrie, sanctus, agnus) y la sequaentia Dies Irae se dejó para el final, como una especie de (risum teneatis) de acción de gracias. Tuvo que ver.

Porque en el Vaticano son de piñón fijo para ciertas menudencias y detalles. Por ejemplo, la luz se enciende (toda la espléndida iluminación interior de la Basílica) si celebra el Papa; si no celebra el Papa, a media luz como el tango. Aunque fuera el celebrante el Cardenal Arcipreste y fuera el Requiem de Mozart por Mozart: A media luz.

Como era un requiem y a pesar de ser media luce se veía razonablemente bien, pues la cosa no llamó la atención a la gente que no sabe cómo se ilumina la Basílica cuando celebra el Papa, que da ganas de tocar las palmas (antes tocaban trompetas de plata, ¡las cosas!). Pero vale, valía aquella estupenda media luz para el Requiem. Empezó, siguió, Noé predicó una homilia ligerita, de circunstancias. Prosigue la Misa. La Comunión y todo. Termina con Bendición. Y se retira el Cardenal Noé camino de la sacristía, y en el momento en que bajó del Altar, empezaron a apagar las luces y empezó a sonar el Dies Irae. Las luces apagadas dejaron toda la Basílica apenas con la iluminación corriente de todas las tardes, y en Noviembre, a las siete, en Roma, es noche cerrada. Entonces sí que se creó "ambiente" de requiem, muy propio.

Pero, de pronto, unos estallidos, desde lo alto, como si pisaran cristales y crujieran: "crrrriiiissssstiiiiissssss-chiiiirrrrissscliiiiinnnn-clinnn-clinnn-clinn-triss-triss!!!! Y el coro y la orquesta con el Dies Irae, que es la mitad o más del Requiem. Y los crujidos aquellos, que nadie sabía qué sería, y todo el mundo mirando arriba, a la cúpula, porque parecía qe sonaba por allí. Pero era toda la Basílica la que rechinaba, cornisas, cúpula y artesonados.



Yo, muy yo mismo, inmutable, recogido, rezando y oyendo el Dies Irael y los chirridos como si no hubieran chirridos y sólo sonara el Requiem. Pero a mi vera había un prelado que estaba invitado, sentado junto a mí, los dos en preferencia porque teníamos buenos biglietti de esos que dan a prelados y monseñores y compromisos de curia etc. Y el prelado que estaba a mi vera decía por lo bajini, profundo : -"Ja,ja,ja; jo,jo,jo; ju,ju,ju...". Después me enteré que le habían propuesto otro Requiem de Mozart en su Catedral y por eso fué, a ver cómo quedaba, y poder decir si sí o si no.

Cuando terminó - aplausos comedidos, San Pedro impone mucho y con luz no-papal, mucho más (y después de un requiem, más) - nos enteramos por fín qué habían sido aquellos molestos chasquidos: Los cristales de las lámparas de artesonados, cornisas y el tambor de la cúpula, que rechinaban al enfriarse y hacían todo ese ruído multiplicado por los ecos de la Basílica, y más notorios por el silencio educado de los asistentes-oyentes del Requiem de Mozart por Mozart.

En fin, una tarde inolvidable, muy de Noviembre, muy selecta.





No pongo el Requiem de Mozart, no sea que me rechine el blog. Me he decidido por el de Cherubini, que me gusta mucho también, y es tan romántico, tan royaliste, tan demodée ancien regime, tan reaccionario, porque lo compuso para el infeliz Luis XVI, que en paz descanse y santa Gloria haya. Amen.

Lo compuso, claro, post-revolutionem et post-guillotinam. Si no, nos hubiéramos quedado sin Cherubini y sin su Requiem.

Las revoluciones y las izquierdas son de estética tan ínfima que no tienen requiem, ogh!

&.

2 comentarios:

Jorge dijo...

Le envidio la experiencia, don Terzio porque tuvo que ser muy memorable. Yo asistí en el 91, en Viena, al que Solti dirigió en San Esteban un 5 de diciembre exactamente y hasta leerle a usted esta noche pensaba que era lo más truculento que podía escucharse en Requiem mozartiano porque musicalmente fue espantoso pero no hubo efectos especiales.

Conde de Monforte dijo...

Pero,¿a quién se le ocurrió la idea de celebrar un Requiem por Mozart?¿No sabemos todos que era masón?¡Y en S.Pedro nada menos!