domingo, 20 de julio de 2008

Siembra

El Evangelio del Domingo pasado fue Mt 13, 1-23 ; y el de este Domingo Mt 13, 24-43
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Las Parábolas de Cristo son - eso creo - "abiertas". No sólo dicen lo que dicen y lo que el Señor enseñó allí y entonces, sino que están enriquecidas con la virtualidad (santa) del Verbum Domini, y dicen más, significan más y se extienden y llegan desde su allí de entonces hasta nuestro aquí y ahora. Pero hay parábolas más "abiertas", con más "posibilidades" que otras.


No, no soy adicto al "libre exámen", algo tan arriesgado como peligroso. Mi lectura de los Evangelios y demás Textos es católica, modalidad "sentire cum Ecclesia". La lectio que entiendo más adecuada (óptima) es la orante-discursiva al modo del "coloquio" que se enseña en los Exercicios de San Ignacio, que es lectura-reflexión-diálogo-inspiración-acción :

"El coloquio se hace propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su Señor; quándo pidiendo alguna gracia, quándo culpándose por algún mal hecho, quándo comunicando sus cosas, y queriendo consejo en ellas; y decir un Pater noster. " E.E. nº 54.

Así que, según esa explicación, hago coloquio sobre sus Parábolas; con Él. of course.
De la del Sembrador (Mt 13, 1-23) , considero lo siguiente:

- La tierra parece estar determinada por "accidentes", circunstancias; lo supuesto es la tierra, lugar donde se va a sembrar la semilla. Que la tierra a sembrar esté junto al camino, sea pedregosa o llena de zarzas, son circunstancias que determinan la tierra y afectarán al resultado de la siembra. Así, entiendo que la tierra buena será la que no tiene circunstancias desfavorables. Y concluyo que hay que evitar esas determinadas circunstancias.

- Pero, aun así, ¿no se puede poner un espantapájaros? ¿no se pueden quitar la piedras? ¿no se pueden arrancar y quemar los matojos? Claro que también entiendo que son tareas previas, que deben anteceder a la siembra. Pero, sin duda, transformarán las condiciones desfavorables de la tierra. Y siempre cabe - mientras haya tiempo - repetir, hacer otra siembra.

- Item más: En el siglo XXI, en los invernaderos, se hacen cultivos sobre arena, tierra incapaz y esteril; pero la arena se abona con nutrientes, por goteo; y la semilla sembrada en sustrato esteril, alimentada gota a gota, contínuamente, germina, crece y fructifica. El determinante negativo para la siembra se ha cambiado a costa de intervención contínua y positiva.


A continuación se podría decir lo que Él decía al final de algunos discursos: "El que tenga oídos para oir, que oiga". Y se aplique el cuento y su moraleja. Una lección que yo entiendo en clave positiva, aunque cabe igualmente a la inversa, suponiendo la desmejoría de lo bueno por circunstancias que puedan volver mala la tierra buena.

Por ejemplo: Se desborda una balsa de residuos mineros, muy contaminantes; y en un momento, en pocas horas, un vertido altamente tóxico empapa cientos de miles de hectáreas de tierra fertilísima y productiva, que se volvió en un instante la peor tierra y la más nociva. - "El que tenga oídos para oir, que oiga" - .

Esta neo-parábola, al hilo de la otra, añade desde la actualidad, una coda, un estrambote que "extiende" la Parábola original, guardando su sentido primero (nunca se debe perder el sentido original).

La del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-43) contiene una clarividente y sustancial/fundamental clave para interpretar la Historia. Todo lo que Agustín reflexiona en la Civitas Dei, puede decirse que tiene como base esta parábola. La explicación sucinta que hace de sus palabras el mismo Jesucristo, es definitiva:

"El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. " Mt 13, 37-40

A todo esto hay que añadir la "acción de Espíritu". El Espiritu, con su gracia, es el que mejora la tierra modificando sus circunstacias. Es el que discierne la cizaña del trigo, y el que mantiene al trigo como trigo aunque crezca cizaña a su vera. El Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad y pide por nosotros lo que nosotros no sabemos pedir

"... el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios." Rm 8, 26-27

(El capitulo VIII de la Epístola de San Pablo a los Romanos deberíase leer casi a diario, por lo menos dos veces o tres a la semana. Y hacer coloquio con Él). Es una recomendación.

A estas alturas de lo que escribo, parece que escribo un sermoncito. Conque paro y lo dejo aquí no sea que me salga un sermonazo. Pero lo escrito vale.
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n.b. Por cierto, un detalle de capital importancia: Ni las Parábolas ni los Textos se leen aislados y/o inconexos, sino todos juntos y sin solución de continuidad: Son una y la misma Palabra.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu meditación de la parábola del sembrador. Hay que evitar las malas circunstancias pero también poner todo de nuestra parte, en todo, para mejorar el terreno. Por buena que sea la tierra, si no se cuida se echa a perder. Y el terreno que es un poco peor puede mejorar mucho si se atiende con esmero.

A ver si me pongo al día en tus entradas, que voy muy retrasado.

Afectuosos saludos en Cristo.