jueves, 15 de noviembre de 2007

Fructus Iovis iuvabit


Esta tarde he estado en mi pueblo, para la Misa por los difuntos de la familia, en la Novena de Ánimas de la Hermandad, que acaba mañana. He almorzado en casa el delicatessen que mi tia me tenía preparado. Todo: Desde el aperitivo hasta el postre, con dos platos de verdad, no como los que yo me guiso. Y he tenido postre y sobre-postre, porque luego de las manzanas, me ha sacado unas bellotas. Oh!

Las bellotas nos las traían a casa de La Dehesa, una antigua finca que mis abuelos perdieron pero en la que quedaban gente que le seguían guardando querencia a la familia, y su manera de recordarnos era traernos de vez en cuando algunas exquisiteces de La Dehesa, como las bellotas.

Mi pueblo, el pueblo de mi familia, tiene por gracia de Dios una vega feliz y ubérrima, con dos rios; y también planta término en la peana de Sierra Morena. Allí, en la primera sierra suave, crecen encinas y alcornoques. No llegan a ser grandes e imponentes árboles, pero sí graciosos arboletes que dan bellotas. La encina, no lo olvido, es quercus ilex (y el roble, quercus róbur).
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Cuando niños, a mis hermanos y a mí nos encantaban las bellotas; más que las castañas porque se pelan mejor y no tiene áspero el pellejo de dentro. Además mis tias nos contaban cuentos de bellotas; y hasta cantaban un villacinco en el que San José le regala a la Virgen un dedal hecho con el sombrero de una bellota:
"Cogió una bellota,
le quitó el sombrero,
y un lindo dedal
le puso en su dedo"

Las bellotas tiene peculiar sabor, más dulce en la cabeza y menos en la punta; si la punta está verde, amarga. Pero es dulce incluso con el amargor inmaduro, porque si tomas un sorbo de agua mientras las comes, cuanto más amarga, más dulce es el efecto que hace con el agua.

Las que me ha sacado mi tia de re-postre, las ha traído esta misma mañana Cipriano el Rubillo desde la Dehesa. Eran para mi hermana, que está delicada. Dice mi tía que dijo el Rubillo que se las comiera todas, que daban salud, y que ya traería otra taleguilla más cuando se acabaran.

Yo me he traído un puñado a Sevilla, tan contento. No es el contento inocente del niño, pero soy el mismo que se contentaba con las bellotas.

Y estoy seguro que alguna inocencia perdida me rebrotará con las bellotas...aunque sólo me dure el rebrote lo que tarde en comerlas. ¡Ay!



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3 comentarios:

Tumbaíto dijo...

¿Se puede creer que nunca he probado las bellotas dulces? Yo vivo junto a un bosque lleno de encinas pero son todas ellas bordes.

Terzio dijo...

Es el fruto de Júpiter.

En Extremadura hasta hacen un licor de bellota; yo no llego a esos gustos.

Pero están ricas, y en casa son una costumbre. Cuando había braseros, las zajaban y las ponían a tostar; y otras las guardaban hasta que se secaban y se "avellanaban".

Son frutos de otros tiempos, como las algarrobas, los palmitos, los madroños...Ahora están casi olvidados, y se toman otras chucherías más llamativas y menos sanas.

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Tumbaíto dijo...

Cuando fui al Montseny con mis amigos creyeron que los madroños eran laureles.