miércoles, 20 de abril de 2011

Membra Iesu nostri

Membra Iesu nostri, de Dietrich Buxtehude:

1.- Ecce super montes




¡Qué hermosos son sus pies sobre el monte!
Clavados sobre el leño, ¡qué bellos!
gotean sangre como empapan vino
los pies de un lagarero.

Al subir fue marcando sus pasos por la calle,
tintas en sangre sus huellas
quedándose en las piedras imborrables
brillando dolorosas, tan bellas.

Cuando quitaron los clavos del madero
sus pies en sangre se abrieron,
dos granadas con rubíes de pena
que la tierra besaba y los Ángeles cantaban:

¡Qué santos, qué puros, qué bellos,
los pies del Señor sobre este Monte,
los pies del Pastor hecho Cordero!

p.s. Un amable anónimo me ha puesto el enlace youtube a la pieza del Mesias de Haendel correspondiente a esta parte de la cantata de Buxtehude: How beautiful are the feet:




+T.

martes, 19 de abril de 2011

Iraburradas, 7ª puntata


Ya están las siete pedradas, a mano, sin honda. Y como una piedra se parece a otra piedra, un articulete al otro, como una tamborrada con variaciones. Yo mismo me veo obligado a quasi lo mismo, practicando el género de la variación sobre un mismo tema.

Sin embargo, ahora que ha cumplido la amenaza, el oráculo iraburrita debería haber considerado dos actualidades que le quitan consistencia a la ferocidad de su discurso. A saber:


Esto y esto que ha pasado en China

y esto, que ha pasado aquí

De esto que ha pasado aquí me dicen que ha tratado muy fogosamente el sub-Iraburu, la voz delegada de Infocatódica. Me parece muy bien. Como no tengo el mal gusto de leerle, no puedo citarle, pero me imagino el discursete conociendo el verso y el vate.

¿Y qué dicen, qué opinan de ello? Porque si la pedrada más pesada e hiriente es la del cisma-cisma-cisma con repetición, me digan qué son estos dos casos sino cisma-cisma-cisma. Pero de verdad.

Con los chinos parece que se sufre la resaca de la ostpolitik de los '60-'70, un virus que todavía infecta y emborracha a la diplomacia vaticana. Lo de las ordenaciones en China, además de su ilicitud, es un secuestro. Pero con dispensa: Una nota, dos comunicados, unas palabritas etc. Pero excomuniones, ni una. Excomuniones que en estos casos penan ipso facto, latae sententiae, código automático. Pero con los chinos no. Por eso que no se sabe bien explicar y que no se explica.

Lo del vasco-etarritarri es lo que es, sin más. Pero se trata de un cisma-cisma. También con dispensa de pena, sin censura. Se le deja estar porque levantar esa tapadera es abrir la sentina del barco. Del otro barco, en realidad, porque a estas alturas a ver quien es el docto que me convence de que este Azurmendi y el otro Pagola navegan en la Barca de Pedro y no en la Txalupa de Patxi. O como se diga en jerga vasca. Lo que quiero decir es que estos dos y los de su peña ni creen lo que yo, ni predican lo que yo predico, ni celebran lo que yo celebro. Pero este cisma, el de esta tribu, ni se reconoce, ni se declara, ni se purga.

Aquí el sabio Iraburu y que explique cómo y porqué el caso de los chinos y el de estos dos españoles. A ver. Sobre el caso de estos dos de aqui, yo le pediría un excursus sobre su fe actual en la 'iglesia actual' de la actualidad, porque más bien (más mal) parece que son creyentes en una iglesia-ficción del futuro que ellos se imaginan y/o se inventan. Una iglesia sin credo, sin dogma ni teología, que cree vagamente en un tal Jesús de Nazareth, un 'judio marginal' semi-neblinoso, que no es Verbo ni Hijo, sino insuficiente protagonista accidental de una historia mal contada por eso que llaman 4 evangelios (bueno, 3 de hecho porque el 4º no es de recibo para estos tipos).

Pero tranquilos, que no habrá siete pedradas contra este tandem, ni contra los chinos tampocos. No. Las pedradas a los católicos-católicos, a los integérrimos, a los inflexibles, a los sólidos. A esos. Los cañones contra ellos que son el enemigo, a las armas contra ellos que son los cismáticos, los que han roto y cuarteado la túnica inconsútil (¡¡¡???).

Este septenario irabureño ha valido, de todas formas, para algo: Ha dejado al sujeto en su sitio, en sus coordenadas. La mar de tieso, como un Don Tancredo en el ruedo. Desde los burladeros, la cuadrilla aplaude y piden dos orejas y rabo, agitando pañuelos de emoción.

Pero los toros no se han lidiado. Como en una de esas corridas de charlotada se ha falseado una lidia que no es tal porque ni había toro, ni toreros, ni plaza siquiera. Sólo un Don Tancredo en el ruedo. Y sus monosabios.

Lo más patético son los desengaños, las frustraciones, las llagas que supuran, los callos y las mataduras que salpican el discurso de Iraburu. Y así y todo se repite el disco rayado de que somos los sanos y que los tísicos son los otros, los que tienen su organismo capaz, higienizado, vacunado, con dieta sana y en forma. Los que no se han movido de su sitio mientras todos los demás bailaban el tango del aggiornamento.

+T.

domingo, 17 de abril de 2011

La Faz del Rey

Ahí viene, sereno, con faz soberana, celestialmente bello en la hermosura de su forma, el más bello de los hombres, sus labios derramando gracia, divino y humano, con la potencia del Hijo del Eterno contenida en la humildad del Hijo del Hombre, manso y amable, regio y admirable, ungido por la gracia de lo alto Mesias prometido.

El pueblo le alaba, le aclama, le mecen los ramos de olivo y las palmas doradas, le tienden los mantos, le gritan ¡Hosannna!, bendicen la hora de esta venida que cantan profetas y salmos, la suya, que llega trayendo consigo el reino y la gloria de tiempos antiguos que vuelven.

Atrae las miradas, rinde corazones, fascina los ojos de todos aquellos que miran su paso, tan regio, tan santo, tan lleno de gloria que no es de este mundo, que nadie le iguala ni nunca se ha visto uno como Él, que obra prodigios en mentes y almas que quedan prendidas y nunca le olvidan, su voz, su mirada, su paso, su sombra, también su silencio, todo lo suyo que va derramando consuelo y salud, perdón y clemencia, bondad y pureza por donde pisa, por donde pasa, por donde viene.

Sus ojos no miran, se han vuelto brillantes, parece que llora, que ha llorado al ver la Ciudad Dorada, Sión esplendente que abre radiante sus puertas al Rey, su Rey que entra humilde para ser Cordero, hostia inmolada, holocausto perfecto de olor eterno y venia infinita.

Vedle bendiciendo con manos de ofrenda, vueltas las palmas al cielo que perfila rayos de luces de fino arcoiris de paz, de alianza, de signos celestes que avisan la Pascua del Hijo que llega obediente, convocado para el sacrificio nuevo y eterno, su cuerpo, su sangre, su alma, el Dios hecho hombre entregado a Dios por los hombres.

¡Canta, oh lengua, este Misterio! ¡Cantad, Ángeles potentes! ¡Canta, mundo, esta victoria! ¡Cantad, hombres, vuestro precio! ¡Cantad, almas, esta hora de amor, de dolor, que vale el Cielo!



+T.

sábado, 16 de abril de 2011

Patético final de los ornamentos de Pablo VI


Hace un par de días me quedé tristemente sorprendido por la noticia, tan chocante. Pero son las cosas del mundo y sus vueltas, tan cargadas de ironía que uno se resiste a atribuirlas a la vana casualidad y tiende mejor a atribuirlas a una muy determinada y aleccionadora acción de la Providencia:

Pectoral y anillo de Pablo VI salen a subasta (inglés)

Los ornamentos de Pablo VI subastados en Ebay

Muy triste, ¿verdad?

Si pudiera, si tuviera dinero, los rescataría. Desde niño he sufrido cuando he visto imágenes, ornamentos y cosas sagradas expuestas en lugares inadecuados, profanos, lejos del uso santo que una vez tuvieron y para el que fueron concebidos. Sin disfrutar personalmente nada más que de un corto peculio, a veces no soy capaz de resistirme y compro algunas cosas con la conciencia de que estoy rescatando algo de un probable uso (¡abuso!) sórdido. Por eso me ha entristecido la noticia de esa subasta, tán sórdida: Unos ornamentos de significado y valor eclesial y pontificio, un pectoral y un anillo, salen a subasta por un elevado precio y se exponen a terminar en manos de algún adinerado coleccionista, que los usará según su capricho.

Pero, según el artículo, esos ornamentos pontificales ya han rodado de mano en mano desde el mismo desgraciado día en que el Papa Montini tuvo aquella peregrina idea (me resisto a llamarla siquiera 'ingénua').

Lo bello que se dedica a Dios (o a la Iglesia) queda dotado de una sacralidad relativa que no pierde ya más, a no ser que fuera destruído como tal objeto. Incluso en caso de ser víctima de horrenda profanación sacrílega, lo sería propiamente por la referencia sagrada que posee, más allá incluso de la bendición/dedicación que perdería en el acto de ser destinado a un uso/abuso profano.

Sobre la subasta de estas dos piezas, antiguos ornamentos sagrados papales, me hago preguntas que podría hacerse cualquiera con una cierta sensibilidad católica: ¿Tanto despreciaba Pablo VI esos ornamentos? En la noticia se dice sucintamente que pertenecieron antes a Pio XII. Yo me pregunto si tanto odiaba Montini la memoria de "su" Papa Pacelli, porque, como es sabido, monseñor G.B. Montini crece y hace su curriculum a la sombra del Papa Pacelli.

Pio XII tuvo una alta conciencia soberana de su potestad papal, la máxima que existe en el orbe. Es justo y necesario que el que ostenta y desempeña un ministerio de esa naturaleza (¡sobrenaturaleza!) lo asuma con toda la carga de dignidad que el ministerio lleva anejo, cargas históricas de profundo significado, muy elocuentes para transmitir conceptos teológicos, eclesiológicos y espirituales válidos. Que el Papa se vea y entienda como 'principal' en el mundo es bueno, porque es su carácter, porque es todo eso que representa y no existe en este mundo otra potestad equiparable ni pareja a la suya. Por eso su exteriorización es y debe ser extraordinaria. Y debe asumirla, respetarla y transmitirla, él mismo es el primer obligado a ello.

Imagino al joven (y al adulto) monsignore Montini atormentado por la 'gloria' de Pio XII, sufriendo silente las magníficas entradas de Pio XII en San Pietro, revestido con el manto pontificio, coronado con la tiara, sentado y bendiciendo sobre la sedia gestatoria, entre los altos flabelli ceremoniales, asistido por la Curia Romana con todo el despliegue de las solemnidades vaticanas, las trompetas de plata sonando desde la loggia interior y los fieles vitoreando al Pontífice.

Con Pablo VI desaparecieron la tiara, el manto, los flabelli, el cortejo, las trompetas de plata. La sedia no, la sedia gestatoria se conservó. Probablemente porque le gustaba, si no la hubiera quitado también. Pablo VI, en desacuerdo con ese dubitante carácter teologal-pastoral-moral que se le achaca, tocante a gustos estéticos tuvo una firmísima y muy segura definición. Todo lo que cambió en diseño-decoración en la ornamentación de los Palacios Apostólicos en el Vaticano lo hizo con una clara y voluntariosa determinación. Y sus ornamentos personales, lo mismo: La férula-báculo con el cristo modernista, las mitras, las casullas, el palium. Todo lo que usaba se volvió característico, marcando un estilo que pronto se copiaría y difundiría por todos sitios, por toda la Iglesia.

¿Era por austeridad, por 'espíritu de pobreza'? Era (estimo yo) por gusto, por gusto personal. Buen gusto, sin duda, muy alabado en su momento: Despreciar el damasco rojo del tapizado de los apartamentos y salones pontificios, y preferir los tonos grises y marfiles para las nuevas tapicerías que sustituyeron a las viejas, algunas (muchas, casi todas) heredadas de Papa a Papa, que estaban en uso desde tiempos de Pio Nono. Y así todo lo demás, todos los elementos del mobiliario y la decoración. La austeridad costó cara mientras los 'suntuosos brocados' estaban super-amortizados por un siglo (o más) de discreto uso.

La sacristía papal se resintió igualmente. De allí, del ropero de algún predecesor, saldria ese bello conjunto de brillantes y esmeraldas, la cruz pectoral y el anillo. Pablo VI los entregó como ofrenda testimonial, para ser vendidos para la asistencia de los pobres, cuando su célebre visita a la ONU, el 4-5 de Octubre de 1965. En el articulo en inglés que refiere la noticia de las subasta se cuenta sumariamente la lista de compradores del pectoral y el anillo. En vez de estar expuestos en una vitrina de la Sacristía de San Pedro, han estado en el salón o en la caja fuerte de un magnate, para su disfrute y el de sus selectos amigos (y amigas).

¿Se asistieron a muchos pobres con el dinero de la primera venta, se rescataron muchos indigentes? No sé. Pero sospecho que el dinero de la primera subasta, de las sucesivas compras y de la venta actual, esos cientos de miles de dólares, ahora quizá un millón o más a causa de la publicidad de la subasta, todo ese dinero ya no servirá para asistir a los pobres. Me pregunto incluso cuántos pobres pudiera ser que estuvieran detrás del dinero que ahora se pagará por el anillo y el pectoral.

Este 'gesto' del Papa Montini fue el segundo de ese estilo, porque el más sonado fue el de la entrega para lo mismo (subasta para los pobres) de la tiara pontificia, su tiara, la que le regalaron los milaneses para la ceremonia del día de su coronación. Una tiara de diseño, mitad arqueologista mitad art-nouveau, poco estética y nada favorecedora; pero tiara al fin, la última tiara, que afortunadamente no luce en la vitrina de un potentado o un famoso adinerado.



Pablo VI escogió un momento especial para renunciar a la tiara: El 13 de Noviembre de 1964, en medio de las celebraciones de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, depuso solemnemente su tiara a los pies de la Imagen de San Pedro. La pudieron rescatar los católicos de USA gracias al famoso Cardenal Francis Spellman, que organizó la recaudación que alcanzó más de un millón de dólares; hoy se expone en la cripta de la Basílica-Santuario de la Inmaculada Concepción en Washington D.F.



De aquel histórico y simbólico momento, una ceremonia con quasi signos de abdicación o auto-deposición, quedan algunos testimonios gráficos. Esta foto, por ejemplo, con el venerable Cardenal Ottaviani sosteniendo el manto papal con gesto compungido, a punto de romper en llanto; y el no menos venerable Monseñor Enrico Dante, ceremoniero pontificio desde tiempos de Pio XII, con sus enjutos rasgos aguzados en un contenido y enervado rictus. Pablo VI tiene un gesto estudiadamente humilde; sabe lo que está haciendo y lo quiere. Un gesto que dice tanto y que desprecia tanto también.

Por eso resulta más chocante lo de la frívola subasta en Ebay del pectoral y el anillo. Se trata, yo diría, de una lección de cómo valora el mundo los 'despojos' de la Iglesia. Igual que  el anillo y el pectoral terminarían todos los bienes de la Iglesia si se sacaran un dia a subasta. Y los pobres se quedarían igual de pobres y sin ellos; quiero decir los pobres de verdad, los humildes creyentes que gozan viéndo la cruz gloriosa, el anillo pastoral y la tiara de tres coronas en el pecho, la mano y la cabeza del Pontifice, que es Cabeza visible de la Iglesia y Vicario de Cristo.

Me queda por citar la oportuna sentencia del Evangelio: Que no se deben echar las cosas santas a los perros ni arrojar las perlas a los cerdos.

Lástima que fuera un Papa el que no entendiera justamente el alcance de estas palabras del Señor en las que también (eso creo yo) se incluyen el pectoral y el anillo que ahora se subastarán.

Y el gesto también. Y todo lo demás que desde el Papa Montini al presente se ha arrojado, tan pródigamente, a los perros y los cerdos del mundo.


+T.

jueves, 14 de abril de 2011

Otro Catecismo



Un sacerdote amigo me pide que publique una censura que ha hecho a un catecismo. Por supuesto, libenter, incluyo aquí su interesante crítica. Lo que para algunos serian simples 'minucias', para un católico conscientes son peligroso escollos capaces de causar un naufragio de fe. Ahí va pues el trabajo:



Sobre las Guías catequísticas oficiales de la diócesis de Santander
2º y 3º Curso de Catequesis de Infancia


Ambos volúmenes, que tienen como autor al sacerdote santanderino D. Jesús Nistal Bedia y cuentan con el imprimatur del Obispo diocesano D. Vicente Jiménez Zamora, llevan un único prólogo, dedicado a los “agentes de la catequesis”, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. Por medio de estas “advertencias preliminares” nos enteramos de que la doctrina aquí expuesta proviene en primer término de libros elaborados, se avisa solemnemente, por la Conferencia Episcopal Española (C. E. E.), “ejerciendo [sus miembros] en colegialidad [el] ministerio pastoral y evangelizador” propio de los Obispos. Aunque, claro está, la C. E. E., para un más perfecto accionar de su burocracia, cuenta con una algo pomposamente llamada Subcomisión de Catequesis, donde los textos invocados fueron engendrados y nacieron, deduzcamos que de auténtica semilla episcopal. Los organismos intermedios se han multiplicado.
Los textos de la Conferencia Episcopal, instruye el autor a sus potenciales lectores catequistas, buscan preparar “a los niños, dentro del proceso catequístico, para la celebración de la primera Eucaristía”; ¡es lo que llamábamos antes rústicamente “estar preparados para recibir la primera Comunión¡”.


Pero pasemos al análisis de alguno de los contenidos de las Guías en cuestión.




“La Biblia es la Palabra de Dios escrita y guardada por la Iglesia” (2.º Curso, página 24).


¿No es acaso también transmitida por ella, es decir, por la Sagrada Tradición de la Iglesia Católica? ¿Ha quedado superada la expresión Sagrada(s) Escrituras(s)?; ¿resulta acaso incomprensible para los niños de hoy? Señalemos por otro lado que de esa venerable Tradición nada se dice en toda la extensión de las Guías.


“Dios solo pensaba en hacer feliz al hombre” (2.º Curso, página 30).


¿La Creación no tiene nada que ver con la gloria de Dios? ¿No es su manifestación exterior? ¿Es solamente una especie de instalación eudaimónica, un gran parque de diversiones para la felicidad de los hombres?


Hay gente en todo el mundo que dice: ¡Hay que salvar a las ballenas! Lo mismo dijo Dios: Hay que salvar al hombre” (2.º Curso, página 31).


Sin poner en duda lo más mínimo las buenas intenciones del autor ¿es este un símil adecuado para la formación de los niños en la Fe?


“Una vez [Jesús dijo a un niño]: El Reino de Dios lo forman todas las personas, mayores y pequeños, que aman de verdad a los demás” (página 46).


¿En dónde consta que Jesús dijera tal cosa?


“José y María querían tener hijos. Querían formar una familia” (2.ºCurso, página 50).


José, puede concederse. María, jamás. Como exclamaba un teólogo desilusionado del progresismo de su juventud: “Tanto luchar en la Iglesia hasta definir la fórmula dogmática aeioparthénos, para llegar a esta Mariología de pacotilla que acaba en cinco minutos de catequesis con siglos de elaboración cristológica.” Así también puede escribirse, ¡para catequizar a los niños!, que “María tenía unos 14 años cuando se enamoró de José que tendría unos 20 años, […] y José se enamoró de María. […] Y decidieron casarse y pensaban: Tendremos muchos hijos; [… y después de haberse casado decían:] Somos marido y mujer” (3er Curso, páginas 36-37). ¡Se comprende que se pueda presentar ¡a los catequistas! “la historia de María, la madre de Jesús” (página 37), sin llamarla ni una sola vez Santa ni Madre de Dios!


“Jesús nace igual que nosotros” (2.º Curso, página 75).


¡Lo que implica una coma gráfica! Porque decir: “Jesús nació, coma, igual que nosotros nacimos”, es cierto, pero afirmar: “Jesús nació igual que nosotros nacimos”, sin la minúscula coma, es o ignorar mucha teología, o tergiversar gravemente el milagro insondable del parto virginal.


“La liberación de la Humanidad se obtiene con el sacrificio de Jesús” (2.º Curso, página 86).


Otra afirmación generalísima vertida en el marco de la preparación a la primera Comunión de niños: lo dice todo, no dice nada y calla demasiado acerca del Sacrificio de Cristo en la Cruz que cada Santa Misa renueva de modo ritual incruento. Podemos evocar en sentido opuesto una formulación catequética tradicional sin duda más exacta y menos ambigua: “Los fines de la Santa Misa son cuatro: adorar a Dios, darle gracias, pedirle beneficios y satisfacer por nuestros pecados.” ¿Estamos muy lejos con esta formulación tradicional del pomposo universalismo cuasimasónico al que nos acerca la expresión “liberación de la Humanidad” empleada por el autor? Pero estaremos más cerca de la verdad de las cosas, que es lo importante a la hora de educar en la Fe y para su ejercicio.


“Suponemos que [Jesús] resucitó al comienzo del domingo” (2.º Curso, página 98).


Valde mane! La Iglesia, que así canta en Pascua, no lo supone, lo sabe sin sombra de duda porque así estaba profetizado en el Antiguo Testamento y porque los Apóstoles así lo testificaron y lo transmitieron de palabra y por escritos divinamente inspirados.


[El día de la Ascensión de Jesús] les pareció [a los Apóstoles] que se elevaba hacia el cielo” (2.º Curso, página 106).


Vaguedad de vaguedades, pero ¿con qué efectos sobre el entendimiento infantil en formación? ¿No es dejar abierta la puerta al “Jesús de la fe”, es decir, al Jesús que a cada cual le parece?


“El espíritu de Jesús movía a Jesús desde dentro” (2.º Curso, página 111).


Olvida el autor distinguir entre el alma de Cristo, sustancialmente unida a la Persona del Verbo igual que su cuerpo, del Espíritu Santo, cuya relación con Aquél describe bien la Teología católica partiendo de la formulación dogmática: Ex Patre Filioque procedit.


“[Los Apóstoles] se parecían en todo a Jesús: querían a todos, enseñaban el Evangelio, bautizaban, perdonaban” (2.º Curso, página 111).


Es verdad. Pero se omite recordar que tenían autoridad y que la ejercían como Jesús, y que juzgaban y castigaban a los hallados culpables precisamente porque los amaban según el mandamiento de Cristo y porque antes amaban a la Iglesia de Cristo encomendada a su cargo, gobierno y responsabilidad.


[El día de Pentecostés los Apóstoles] supieron que había venido [el Espíritu Santo] porque, aunque no lo vieron, sintió cada uno dentro de sí como un fuego”, etc. (3er. Curso, página 18).


Aplicando a mansalva el principio de subjetivismo aquí evidente en la presentación de un pasaje fundamental del Nuevo Testamento, el autor no sólo destruye este pasaje sino que inocula en el catequizando escepticismo e incredulidad; el autor quiere una y otra vez en estas Guías que en los alumnos se despierte “admiración, “entusiasmo”, “pasión por la Iglesia”, a la que sin embargo trata despectivamente al descartar sus enseñanzas milenarias, que fortalecieron la fe de los Santos. Las dificultades exegéticas de la Sagrada Escritura encuentran su respuesta en la Tradición y en el Magisterio, no en la prestidigitación del racionalismo o en las torpezas mentales del materialismo.


La Iglesia o Comunidad cristiana la funda o inventa Jesús cuando, antes de su muerte, forma con los Apóstoles un grupo de amigos […]. La Iglesia o Comunidad cristiana nace, o recibe vida, o la pone en movimiento el Espíritu Santo el día de Pentecostés”, etc. (3er. Curso, página 19).


Doble desviación eclesiológica, al enfatizar un origen de la “Comunidad cristiana” (sintagma que permite entender casi cualquier cosa) preponderantemente (aunque no exclusivamente) apostólico (¿sobre sólo bases humanas?), y pentecostal-carismático, en menoscabo de su origen en la Encarnación por la unión hipostática de la naturaleza divina del Hijo con la naturaleza humana que asume el Verbo en el vientre virginal de María Santísima y que el mismo Jesucristo consuma en el altar de la Cruz.


“Es más bonita la palabra Eucaristía o [el sintagma] Cena de Jesús [que la otra palabra] Misa” (3er. Curso, página 23).


Nos preguntamos para quién será en efecto “más bonita. La palabra Missa está, digamos así, en el genoma espiritual del cristiano porque se halla en la raíz evangelizada de las culturas y lenguas modernas (tema caro al Papa Juan Pablo II), y buscar desplazarla, aunque sea en el ámbito del vocabulario (esto es, del pensamiento), no es prudente, si se quiere mantener la identidad católica.


“Las reuniones [generales] del Papa con los Obispos se llaman Concilios, que significa Consejos. Así hablamos del Concilio Vaticano” (3er. Curso, página 27).


. El lector se puede preguntar: ¿Concilio Vaticano I (que también existió) o II ? Precisamente el Concilio Vaticano I es el del Papa Pío IX que definió la existencia, la naturaleza, las condiciones y los límites del ejercicio de la infalibilidad del Sumo Pontífice, prerrogativa en nuestras Guías sólo descrita de modo fenoménico y superficial (“enseña la verdad, no se equivoca”), sin emplear la palabra nuclear de dicha definición dogmática (3er. Curso, página 28).


“El pueblo de Dios, en la Iglesia de Jesús, es más importante que los Obispos y el Papa, pues éstos están al servicio de aquellos […], son nuestros servidores. […] Sin nosotros, la Iglesia no es la Iglesia de Jesús” (3er. Curso, página 28).


Es inadmisible confundir la cabeza visible de la Iglesia, embarullándola con, contra, sus miembros. Aunque abonada en opiniones teológicas esta concepción horizontalizante de la Jerarquía es inadmisible porque anticipa su desaparición y falsea la voluntad de Jesucristo expresada en los discursos de la Última Cena.


La Iglesia de Jesús, la Comunidad cristiana, es también pecadora porque nosotros somos la Iglesia y nosotros somos pecadores” 3er. Curso, página 28).


Repetida hasta el hartazgo, esta falsa idea, blasfema y herética, ha calado en los fieles. Aquí se intenta que la conciban, deformando su amor a la Iglesia Santa, desde la misma catequesis infantil. ¿Cómo querrán recibir en lo sucesivo su santificación de una Iglesia a la que se les enseña a despreciar, incluso a temer?


“Hay algunos que hasta insultan a Dios. Esa es la mayor tontería que pueda hacer un hombre” (3er. Curso, página 44).


En el marco de la presentación del segundo mandamiento no se menciona la palabra blasfemia, que no es precisamente “una tontería” y práctica frecuentísima en la diócesis a la que estas Guías van destinadas.


“No podemos matar nunca nadie” (3er. Curso, página 48).


¿No existe acaso la defensa propia? ¿No hay guerras justas? ¿Es totalmente inaplicable la pena capital?


“Sería muy conveniente que a medida que van narrándose los pasos de la Última Cena y de la Misa, se vayan presentando los vasos sagrados con el pan y el vino y colocándolos sobre una mesa para familiarizarse con el rito” (3er. Curso, página 89).


Sería conveniente, pero para desacralizar aun más la Misa a los ojos de los niños. Los vasos sagrados no son juguetes. El sentido de lo sagrado se aprende por el respeto y la elevación en el trato de las cosas consagradas. ¿Existe ya en las almas tan escaso temor del sacrilegio que pueden impartirse descuidadamente estas instrucciones en unas Guías de catecismo editadas con aval episcopal?


“El sacerdote es sólo un “doble” de Jesús” (3er. Curso, página 89).


Los niños conocen bien a los “dobles” de las series y películas, y las acciones a veces ridículas a veces temerarias que deben ejecutar por su oficio. ¿Merece la misteriosa actuación sacerdotal in Persona Christi esta banalización? ¿Qué concepción del sacerdote católico se busca inculcarles? No extraña que en toda la presentación del Sacramento de la Eucaristía ni una sola vez se emplee la palabra transubstanciación, acción confiada sólo al poder sacerdotal; los catecismos tradicionales, en cambio, la usaban con toda simplicidad, siguiendo el mandato del Concilio de Trento y de los Sumos Pontífices que insistían en que fuera periódicamente mencionada y predicada a los fieles en el sermón dominical. Como tampoco que se distinga entre substancia y accidentes (3er. Curso, página 96): ¿no se confiesa así implícitamente que el niño es inhábil para usar su inteligencia o que no posee capacidad de abstracción; que sólo es afectividad, emociones, sensibilidad física y sentimientos.


“No sabemos si hay alguien en el infierno” (3er. Curso, página 110).


Van a encontrarse estos niños –a lo largo de su vida y en las páginas de cualquier historia objetiva- con la realidad del frecuentísimo triunfo terreno de los malvados. La misma Sagrada Escritura nos lo advierte: El mundo entero yace en poder del Maligno (1Jn. 5, 19) Pues bien, el autor de las Guías sugiere o más bien afirma su triunfo también en el más allá. Una vez más vemos que se sustituye el misterio –la eternidad de las penas del infierno- por el absurdo de esta idea –en el fondo blasfema- de una Misericordia, que no perfecciona la Justicia divina sino que es de hecho indiferente al bien o al mal de sus criaturas El Infierno existe, existen los condenados a la pena eterna, son dogmas de la Iglesia; y esta existencia responde a la exigencia de la Justicia divina a la que estas Guías se cuidan bien de mencionar.



Verán Uds. que las críticas son justas, concisas, inteligentes, oportunas y católicas. No son caprichosas, quiero decir. Ni extemporáneas.

Lo grave es que catecismos de este estilo que critica mi amigo pululan por todas partes. Item más: Todavía más cargados de errores que los diocesanos son los que suelen usarse en colegios religiosos, en colegios regentados por congregaciones religiosas, quiero decir. Suelen ser especie de folletos fotocopiados con guiones de catequesis elaborados por el religioso (sacerdote) encargado de ello. En colegios de monjas, lo mismo, a veces con detalles que te dejan el alma en suspenso: Recuerdo haber tenido conocimiento de una catequesis de preparación al Sacramento de la Confirmación en la que se usaron textos de Leonardo Boff. Las historietas de Anthony de Mello también son muy utilizadas (el peligro no son las fábulas, sino la explicación o explayación que sigue, tomando pie en las narraciones). Y así.

Esta misma tarde comentaba con otro padre (de familia numerosa) que actualmente muchos sacerdotes no sabrían siquiera responder a las preguntas del Catecismo de 1er. grado. No exagero. La formación doctrinal católica, desde la catequsis básica a los grados de formación académica, ha sufrido tal degeneración que se llega a casos de verdadero escándalo.

Antes de cerrar el articulete, agradezco a mi estimado amigo esta interesante aportación, tan ilustrativa. Y me uno a sus oraciones para que vengan tiempos mejores. Que, en y para estos casos, deben ser tiempos de corrección y enmienda de yerros. Tantos.

Oremus!

+T.

lunes, 11 de abril de 2011

La decadencia de los válidos y la obcecación de los resentidos (Iraburismo agudo, 6º avenate)

El pasado Sábado, por un mensaje de un contacto del facebook, me enteré de que había muerto el p. Cándido Pozo, un quasi héroe de la resistencia de los últimos jesuítas-jesuítas; que el Señor le haya dado la Gloria.

Como él, de su estilo fiel y batallador, apenas quedan ya padres en la Compañía. Aparte de su obra publicada y sus trabajos, no deja herederos, ni seguidores, ni continuadores (dentro de la Compañía, quiero decir). Herederos, seguidores y continuadores efectivos, reales o potenciales, quería decir. Con el p. Pozo se va también el representante de una cierta continuidad de los teólogos jesuítas de renombrada calidad, los ortodoxos, los fieles y leales ignacianos. Al ir desapareciendo, se patentiza la depauperación de la Compañía, imparable en su penoso languidecer, irrefrenable en su desgraciada corrupción y descomposición.

Los que apreciamos, a pesar de todo, a la Compañía, lamentamos que no se realizara aquel supuesto proyecto de una provincia ignaciana que se quiso fuera la reserva de la pars sanior de la Compañía que Arrupe recibió robusta y dejó sumida en crisis letal de identidad formal y material. Si aquel proyecto hubiera podido ser, quizá hoy tuviéramos sucesores de los Aldama, de Solano, de Pozo. Pero ni aquello se realizó en su momento, ni ahora hay quien encarne dentro de la Compañía esa veta saludable que todavía quedaba, manteniendo una intra-ortodoxia entre la defección de la mayoría.

Pozo ha muerto denigrado por los suyos, un proscrito, abandonado y preterido. En la Compañía, los alabados, venerados, admirados, eran los neo-jesuítas de comando activista, los Diez-Alegría, Ellacuría, Castillo & cía.

Y la Jerarquía ¿ha estimado a Pozo? Yo diría que le admitieron, pero nunca lo promovieron. En sus mejores días, el voluminoso Don Marcelo recogía en Toledo a estos 'ortodoxos oficiales', prestándoles el púlpito toledano. Pero nada más. En parecido sentido, la presencia del p. Cándido Pozo en la abigarrada, colorista y promíscua lista de la Comisión Teológica Internacional, era quasi-testimonial.

Contó, sin embargo, con los fidelísimos discipulos de la Compañía, los jesuitones incombustibles, acérrimos. Tengo un par de parientes entre ellos, de inconfundible estilo, leales hasta la médula, concentrados en los últimos islotes-reliquias de las Congregaciones, organizando tandas de ejercicios espirituales para septuagenarios y otros pequeños apostolados. Cuando ya no queden jesuítas de fiar (y quedan dos docenas de fiables, poco más o menos), no sé qué harán. Porque los jesuítas que pudieron ser terminaron de seminaristas en Toledo, o se ubicaron luego en Madrid y Getafe, o se buscaron alguna sinecura tipo CEU. Casi todos han rematado juanpablistas o rouquistas.

Supongo que Iraburu (que ya va por el 6º avenate contra-filolefebvrista) reflexionará sobre estos hechos, personajes e historias personales, la trayectoria y el final de cada uno: Una historia de francotiradores, a lo sumo guerrilleros, que terminan exhaustos y (reconozcámoslo) derrotados, vencidos por lo que hay.

La coyuntura de Iraburu se aventura aun más desazonante, porque Iraburu no cuenta siquiera con esa tropilla de leales que han tenido estos formidables. Si alguno quiere valorar los posibles de Iraburu, échele un vistazo a la galería de presentes en su Infocatatónica, y hágase idea de la partida y de quienes la forman.

Item más: Todavía, estos últimos aguerridos de la Compañía como Solano, Aldama, Pozo, Bover, han dejado una obra teológica estupenda, referencial, imprescindible incluso. Iraburu, sin embargo, no llega a más; a pesar de su apreciabilísima ortodoxia, una rara especie entre el estercolero de autores y publicaciones neo-modernistas.

No obvio lo sobrenatural, los caminos humildes por los que el Señor conduce sus planes providentes. Pero no olvido que la historia de la Iglesia demuestra que las reformas, las grandes reformas necesarias en tiempos de grandes crisis, sólo se han realizado gracias a la acción de sólidas resistencias y/o reacciones, fuertes, claras, decididas, leales consigo mismas e inflexibles a la hora de enfrentarse con los problemas, dificultades, corruptelas y desviaciones del momento, capite et in membris, con la firme y recta conciencia de obrar pro bono Ecclesiae.

Vuelvo a decir a esos buenos reticentes que atacar a los mejores resistentes es frustrar las esperanzas de regeneración. Dudo que a estas alturas el re-confirmado ánimo obcecado del iraburismo atacante atine a distinguir siquiera qué es lo que está haciendo/consiguiendo con estas andanadas bastardas. Hasta yo mismo dudo de que Iraburu y su partida puedan ser ya considerados siquiera como 'buenos reticentes', dado que se les ve resbalar tan aceleradamente por ese plano inclinado del juanpablismo, tan peligroso.

El juanpablismo resulta ser de complicada conceptuación: Por su cima parece que toca la cumbre del Sinaí; por la mitad contemporiza con lo que se encuentra; y por debajo se sume en la profunda confusión del abismo post-moderno. Ya he dicho que tiene figura de plano inclinado. Iraburu debería haberlo notado.


Entiendo (y entiendo bien) que valorar a los que tienen muy determinada y contrastada vocación de solidificar y mantener el edificio en pie, sin peligrosas inclinaciones periclitantes, es una necesidad, una urgencia. Verles como elementos desintegrantes es sufrir una muy nociva y distorsionada apreciación de las cosas y sus perspectivas: Al presente, son ellos los más firmes elementos de sostén, los más sólidos pilares para reemplazar las estructuras fallidas. Y no hay otros, ni de su calidad ni de su resistencia. Lo están demostrando, con frutos muy reconocibles.

p.s. Preguntándome por la etiología de estos avenates iraburitas, me he acordado de aquella precisa definición: 'Tristitia boni alieni'.

¿Será al fin eso, sólo eso?


+T.

domingo, 10 de abril de 2011

No hemos tocado fondo


La crisis y la decadencia de la Iglesia Católica post-conciliar no han llegado a su punto más bajo. Por todos sitios se evidencian graves problemas, violentas contestaciones y la insuficiente acción de un episcopado mediocre anclado en un vaticanosegundismo confuso e iluso. Mientras, los enemigos de la fe no cesan su trabajo de demolición; enemigos internos, porque operan desde dentro y cuentan con los medios de difusión de la misma iglesia a la que socavan y descomponen. Un ejemplo actualísimo, de ayer mismo:

Una desafiante 'propuesta' des-católica radical

El sujeto de la izquierda (¡cómo no!), el sonriente de la cobarta celeste mal anudada, es un jesuíta (?) de los más perniciosos que ha gestado y mantenido la Compañía: El tristemente célebre Juan Antonio Estrada; con el funesto J.Mª Castillo, fueron el monstruo bicéfalo, mascarón de proa de la ultra-modernista Facultad de Teología de Granada. Le despacharon de esa forma en que la moderna Compañía despide a sus queridos contra-teólogos cuando son amonestados por Roma; es decir, que los dejan estar 'no-oficialmente' haciendo lo mismo que hacían, como si nada.

En el caso de Estrada y Castillo (& cía.), siempre he echado de menos la actuación firme y formal de un obispo creyente que les hubiera impuesto la pena canónica que merecen. Ni uno ha habido que sea capaz de ponerle el bozal al perro (los perros, en este caso). Ni uno. Tampoco la CEE. Ni Roma siquiera, porque, a pesar de las censuras, estos dos (& cía.) deberían estar reducidos al estado laical hace muchos años. Peron ahí siguen, dañosa y perversamente activos contra fe y la doctrina.

El acto que cuenta la noticia es el de la presentación de un libro de la antes ortodoxa editorial Herder. Echen un vistazo a la Editorial Herder y vean hasta qué punto ha degenerado la otrora buena editorial (digo buena en sentido inclusivo: moral y propiamente editorial).

El libro que presentan es la obra de otro peligroso des-católico, el sudafricano de origen alemán Fritz Lobinger, un obispo emérito (para vergüenza del que le nombro obispo, del que le mantuvo y del que no le censuró en su momento ni le censura ahora, en este momento). Para que se hagan una idea de lo que enseña este personaje, si quieren sufrir un rato de inquietante desasosiego, lean esta entrevista publicada hace poco en la página anti-católica no-cristiana de Redes Cristianas:

El obispo Fritz Lobinger contra el sacerdocio católico

Para que se hagan una idea, se refiere (o describe) a los sacerdotes como "líderes locales voluntarios", concepto con el que designa más particularmente a los pretendidos nuevos 'ministros'. Dice que su "propuesta" de otras formas alternativas al sacerdocio católico no pretende erradicar a este, sino que las nuevas formas podrian coexistir con el ministerio sagrado tradicional. Aclara que esta radical novedad sólo sería posible, realizable, supuesto un consenso eclesial, un acuerdo pastoral (supongo que de amplia base).

Lo estupefaciente es que sin consenso, ni acuerdo, ni amplia base, esos 'ensayos pastorales' de comunidades sin sacerdotes dirigidas y 'ministeriadas' por un 'líder local' ya existen. Son aberraciones que los misioneros promueven en las misiones y que luego, al regresar a Europa, intentan introducir en nuestras diócesis con la excusa de la escasez de sacerdotes y vocaciones. Por ejemplo, en Holanda y en Austria ya son frecuentes estos 'experimentos', con la aquiescencia de los obispos (progresistas) y la buena acogida de los feligreses (inconscientes).

En España funcionan 'equipos de pastoral parroquial' dirigidos por religiosas que desempeñan funciones y ministerios quasi-sacerdotales; en algunos casos, cuentan hasta con nombramientos efectivos expedidos por los respectivos obispos diocesanos. Otras veces, la 'alternativa pastoral' la dirigen diáconos permanentes (casados); en otros casos, se improvisan otras fórmulas a-sacerdotales ad casum.

Se trata, en suma, de una efectiva, pero disimulada, sustitución/suplantación del sacerdocio católico, devaluado en su aprecio y criticado en su formalidad en cuanto tal, insistiendo en particulares como el celibato (el no-celibato, es decir) y la urgencia/necesidad de incorporar a las mujeres a los ministerios (sacerdocio y jerarquía). De esta forma, se consigue una paulatina aceptación popular-social que refuerza las reivindicaciones de los grupos más radicales del des-catolicismo anti-cristiano.

El telón de fondo de estas inquietantes escenas es el triunfalismo juanpablista, iluso, fatuo, vano, inconsciente.

Por eso resulta tan extemporánea la crítica hiriente de quienes acusan a los grupos de católicos conscientes de cismáticos o de próximos al cisma.

Frente a la motemática polémica de iraburitas y demás especies, el cisma de verdad, el cisma lesivo, degenerativo y mortal, existe dentro de la misma iglesia; un cisma polimórfico y policéfalo, reducible globalmente a un neo-modernismo reformulado y sólidamente insertado en casi todas las instituciones de nuestro catolicismo contemporáneo.

No es de extrañar puesto que hasta en el Oficio Divino, entre los escritos que la Iglesia medita y reza, se introdujeron textos tan indefinidos y ambiguos como este:

"...Así, pues, a los que creen en el amor divino les da la certeza de que el camino del amor está abierto para el hombre, y que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es una utopía. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria...

Él, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo que hemos de llevar también la cruz, que la carne y el mundo echan sobre los hombros de quienes buscan la paz y la justicia.

Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también, con ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin.

Mas los dones del Espíritu Santo son diversos: pues mientras llama a unos para que den un manifiesto testimonio, por medio de su ardiente anhelo de la morada celestial, y conserven así vivo este anhelo en medio de la humanidad, a otros los llama para que se dediquen al servicio temporal de esa humanidad, y preparen así el material del reino de los cielos.

A todos, sin embargo, los libera, para que, con la abnegación propia y por el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida humana, proyecten su preocupación hacia los tiempos futuros, cuando la humanidad entera llegará a ser una ofrenda acepta a Dios.

G.S. nº 37-38; 2ª lect. del Oficio de Lectura del Sábado IVª semana de Cuaresma"




Soy de los que piensan (temen!) que este vago 'magisterio' resulta demasiado frágil para campear el temporal que amenaza a la barca de Pedro. Si se aplica la regla de la lex orandi-lex credendi, un católico que rece con ese texto formará y alimentará una fe tan débil e insuficiente como el texto mismo.

Quizá de concepciones tan delicuescentes hayan surgido grupos tan desfiguradamente infra-católicos y contra-eclesiales. Cuando la Jerarquía no actua/reacciona, termina afectada y contaminada ella misma; el caso de ese obispo y su 'alternativa no-sacerdotal' es sólo un ejemplo entre un variado y feraz muestrario de cizaña intra-católica.

Personalmente, no temo al enemigo de fuera (secularismo político, ideologías anticristianas, paganismo social, laicismo radical, etc.). Mis temores son ad intra, por el enemigo de puertas adentro, la debilidad patológica de nuestra jerarquía y la insuficiencia de doctrina-magisterio.



+T.