lunes, 30 de mayo de 2016

Los gaysuítas

Los visitantes de ExOrbe quizá recuerden que el año pasado (aquí) y el anterior (aquí) protesté por la invasión de la aberración: El lobby gay presiona, se infiltra y hace lo que le da la gana, sin nadie que les pare los pies.

Este año, las huestes de los aberrantes se atreven a más: Han vuelto a enviar mails de propaganda a nuestras parroquias y ya ponen, sin vergüenza, en las convocatorias el nombre de los intervinientes en sus saraos:
Dentro de las actividades programadas para este curso en la linea de "Cristianos por un mundo sin homofobia" tenemos el placer de invitarles a la conferencia de Pep Baquer SJ titulada "¿Quién soy yo para juzgar...?, una visión sacramental".

Pep Baquer es jesuita, licenciado en Teología Bíblica, y asistente de las Comunidades de Vida Cristiana.

Actualmente desarrolla su labor pastoral en Barcelona. Tiene una interesante experiencia de trabajo en relación a la Pastoral Inclusiva.

Será en el Centro Arrupe de Sevilla, el próximo sábado 4 de junio a las 19h.

Enviamos cartel para su oportuna difusión.

Te esperamos!!

No sé si saben Uds. que las antiguas Congregaciones Marianas de los jesuitas son ahora CVX (Comunidades de Vida Cristiana). Donde existen, son un reducto del peor des-catolicismo, pocos en número pero bien conectados con todo el (todavía) rico y poderoso mundo de la Compañía de Jesús. Las CVX son la expresión de la degeneración de la SJ arrupista-postconciliar. Una ojeada a sus postulados nos deja la evidencia de que no son de identidad católica, y nos queda la duda razonable de si podrían ser consideradas cristianas. Yo diría que no.

Miren Uds. la pagina de las CVX de Sevilla, por ejemplo.

Dentro de las CVX existe una marcada tendencia pro-gay, siendo una parte muy notable de sus adeptos activistas de organizaciones gay-lesbis. En la CVX de Sevilla aparece un grupo de 'creyentes LGTB', muy activo. Se presentan como Ichthys-CVX, y son quienes mandan la publicidad de sus actos a nuestras parroquias.

El sitio del sarao de este año, vuelve a ser el Centro Arrupe. El Antro Arrupe funciona en un edificio anexo al Colegio de Portaceli, uno de los viejos colegios donde los jesuitas formaban a las élites católicas. He dicho 'formaban' porque hace ya bastantes años que deforman, siendo apenas perceptibles los contenidos católicos que transmiten a su alumnado. Dicen que ofrecen "...una educación integral, de inspiración cristiana, dirigida a conseguir una sociedad más humana, más justa, más libre, y más solidaria, conforme a los principios evangélicos y la concepción cristiana del mundo y de la vida (...)". Entendemos que la cobertura a grupos LGTB cabe en el ideario 'de inspiración cristiana' del centro.

Si se hiciera una estadística sobre la asimilación en centros católicos de ideologías y corrientes de opinión contra-católicas anti-cristianas, el resultado sería difícilmente digerible.

Volviendo a lo del acto del jesuíta ese programado en ese centro/antro jesuítico, me ha llamado la atención, sobre todo, el título de la conferencia:

"¿Quién soy yo para juzgar...?, una visión sacramental".

Huelga recordar a quién se cita y quién dijo aquello de "¿Quién soy yo para juzgar...?".

Lo de 'una visión sacramental' pudiera tener que ver con la exhortación AL, supongo, imagino, conjeturo. Por la actualidad del documento, más que nada.

Cuando el marxismo se abanderaba como el futuro universal irrefrenable, los jesuitas fueron la más numerosa, profunda y activa vanguardia pro-marxista de la Iglesia. Yo tuve un profesor de sociología, jesuita, estudioso marxista, que hizo su tesis doctoral, allá por los años '60, sobre El Capital. El día que cayó el Muro de Berlín, a él se le cayeron los pantalones (hacía un cuarto de siglo que no vestía sotana). Pobre infeliz.

Ahora, con el avance universal de la dictadura gay-lesbi, los jesuitas, en la certeza de que eso será el futuro, se emplean en el asunto como antes, cuando el marxismo.

Aunque como cada día son y quedan menos, a lo mejor cuando el imperio gay-lesbi triunfe, ya no habrá jesuitas. O a lo peor sí. E incluso pudiera ser que fueran los confesores y directores espirituales del régimen y sus próceres, como antes.

Por estas y otras razones, convengo con unos cuantos afines en que urge un Clemente XV que remate la obra de Clemente XIV, cuanto antes mejor.


+T.

sábado, 28 de mayo de 2016

La barca de Woelki

Del francisquismo asombran muchas cosas, entre ellas la doctrina light, de poco fuste. Y aun más que eso sorprende el servilismo de los corifeos, passim, donde y quien menos te lo esperas. Por ejemplo ese Woelki, cardenal Arzobispo de Colonia, de quien ya sabíamos que era uno más de la muy degenerada banda germana, pero no imaginábamos que se diera al espectáculo y el ridículo, rayando lo blasfemo:

Woelki celebra la Misa del Corpus sobre una barcaza de refugiados


Obviamente, la ocurrencia de Woelki es un acto provocativo, desafiante. Según la ética-estética de las vanguardias (¡aquellas antiguas vanguardias de mediados del siglo pasado!), embiste contra el acomodado catolicismo burgués insensible ante la calamidad de los miserables. Esta sería, más o menos, la argumentación de Woelki para justificar su atentado litúrgico, su pantomima profética.

Pero a estas alturas, después de los 50 años de crisis crónica post-conciliar, habiéndonos visto obligados a presenciar tantos episodios, casos, fenómenos, aquí y allá, de este y de aquel, con tanta experiencia a cuestas, ya sabemos reconocer los epifenómenos. Woelki, con lo de la barca, es el ejemplo del clérigo en crisis, en crisis de fe, perdiendo la fe, con poca fe; y la poca fe que le queda, la usa para provocar, para escandalizar, para inquietar y agitar (otros dicen 'hacer lío').

¿Es caridad? No, nunca ha sido caridad. Es la excusa para enmascarar la crisis personal. Siempre ha sido así: Se vuelven filántropos, alardean de sensibilidades sociales, escenifican melodramas, emprenden campañas, todo para ocultar el vacío religioso interior. Han dejado de creer en su sacerdocio, de respetarse sacerdotalmente, y se disfrazan de promotores de justicia y acción social.

Ordinariamente, cuando se trata de simples sacerdotes, todo termina con el abandono y una sotana colgada más.

Tratándose de un obispo, un arzobispo, un cardenal - como este Woelki - el peso de la púrpura es mucho para arriesgarse a perder posición, consideración, status. Y no se van. Se quedan, degenerados, para pena y castigo del pueblo de Dios, escándalo y confusión de los fieles. Y daño de la Iglesia.

Esto es lo que oculta la barca de Woelki.


Oremus !!


+T.

martes, 10 de mayo de 2016

El centro del Maestro Ávila

 


Esta mañana, a un cura amigo que me felicitaba la fiesta del Patrón con una cita, le escribí: "-...Sabes? Algunas veces, cuando leo a San Juan de Ávila me da miedo...algo así como un reverente temor sacerdotal..."

Ese miedo a las palabras (¡las verdades!) del Maestro Ávila no es nuevo, pues lo siento desde las primeras veces que leí sus sermones, sus meditaciones, sus tratados, sus cartas. Cosas, por ejemplo, como esta:

"...Entre todas las obras que la divina Majestad obra en la Iglesia por ministerio de los hombres, la que tiene el primado de excelencia, y obligación de mayor agradecimiento y estima, es el oficio sacerdotal; por el ministerio del cual el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre de Jesucristo Nuestro Señor, y su divina persona está por presencia real (...)

Y no se tengan por afrentados los hombres terrenales, bajos o altos, cuyo poder es en cuerpos o en cosas corporales, en ser excedidos de los sacerdotes de Dios, cuyo poder es en las almas, abriéndoles o cerrándoles el cielo, y lo que es más, teniendo poder sobre el mismo Dios, para traerlo al altar y a sus manos; pues que los ángeles del cielo, aunque sean los más altos serafines, reconocen esta ventaja a los hombres de la tierra ordenados en sacerdotes; y confiesan que ellos, con ser más altos en naturaleza, y bienaventurados con la vista de Dios, no tienen poder para consagrar a Dios, como el pobre sacerdote lo tiene.

(pero los Ángeles) No tienen envidia de esto, porque están llenos de verdadera caridad; y, viendo en las manos de un sacerdote al mismo Hijo de Dios a quien ellos en el cielo adoran y con profunda humildad le alaban con mucho temblor, admíranse sobremanera de la divina bondad, que tanto se extiende, y gozándose mucho de la felicidad de los sacerdotes, y una y muchas veces, con entrañable deseo, les dicen: Benedicite, Sacerdotes Domini, Dominum; laudate et superexaltate eum in saecula; y de verlos tan honrados de Dios, hónranlos ellos, y oyen con temblor las santas palabras que de la boca del sacerdote salen; y adoran a su mismo Rey y Señor en las manos del sacerdote, como una y muchas veces lo adoraron en los brazos de la Sagrada Virgen María (...) Oh bondad grande suya, que así engrandece a los sacerdotes, que los levanta del polvo y estiércol, y les da poder no sólo como a los príncipes de su pueblo, más aún: que puedan lo que ellos no pueden!..."


San Juan de Ávila, Tratado del Sacerdocio.

Lees textos como este y, de pronto, te encuentras enfrentado al misterio de ti mismo con Cristo en el centro. Y Cristo al principio, porque te escogió, te llamó, te consagró. Y Cristo al final, porque te examinará, te juzgará, te remunerará. Todo en modo sacerdotal, siendo el sacerdocio el sello que me marca cristológicamente (y me estremezco al escribirlo).

En el Doctor de la Iglesia San Juan de Ávila, la referencia sacerdotal es Cristo-centro, Cristo eje, Cristo única atracción, único destino, puerto de salida y meta de llegada. No hay periferias.

Las periferias han sido el perdedero de tantas vocaciones dubitantes, de tantas crisis de identidad sacerdotal que se han extraviado, confundido y disuelto en las periferias. Tantas periferias, todas distrayendo a los sacerdotes de su centro, de su eje sacerdotal, que es sólo Cristo.

Y la centralidad de ese Centro es sacerdotal-sacramental-eucarístico.

También eso me da miedo, que estemos en tiempo de promoción de periferias.

También me estremece que se conjugue tanto, y por tantos sitios, 'descentralizar'.

Con la lección del Maestro Ávila emocionándome con temor y temblor, mi invocación a Cristo, por sus sacerdotes: Cor Iesu, Rex et Centrum ómnium sacerdotum cordium, sanctífica, miserere nobis !!!


+T.