domingo, 26 de mayo de 2013

Del exorcismo políticamente incorrecto



Los Papas no exorcizan, parece decir una etiqueta no escrita del liber consuetudinarius del protocolo papal post-conciliar. Ya se sabe que los demonios, desde la Dei Verbum, sujetan su existencia a una especie de convenio regulado por el quasi-dogma del 'género literario' y el grado de des-catolización o infección modernista del exégeta, predicador y/o catequista de turno, de tal forma que los demonios que salen en el Evangelio y las lecturas se obvian bajo la rúbrica (tampoco escrita) de 'se leen pero como si no estuvieran'.

Si lo del Papa Francisco el pasado Domingo de Pentecostés fue exorcismo o no, lo saben Dios, el Papa y los demonios. Pero tuvo que ser algo distinto de la bendición-contacto o el gesto habitual del Papa Francisco con los enfermos; esto fue diferente: Por la seriedad que se impone en el momento (aunque fueran unos instantes), por la imposición intensa de manos, por la sorpresa de los pocos que estaban cerca, por el profundo cambio de semblante del enfermo, por el interés que muestra el sacerdote que acompañaba al enfermo en silla de ruedas.

El sacerdote es bien conocido por los televidentes de María Visión. Yo mismo (que no soy muy vidente de la susodicha emisora) lo reconocí en cuanto ví el YouTube: Es un p. legionario, mexicano, llamado p. Juan Rivas, que presenta reportajes sobre santuarios marianos, prodigios eucarísticos y apariciones; diríamos que un quasi profesional de los medios.

Cuando ya el lunes se discutía en facebk si fue o no fue exorcismo, propiamente, comenté que, por supuesto, no pudo ser un exorcismo ritual, aunque bien pudo haber sido un exorcismo intencional real, tanto más siendo el Papa el ministro del mismo. Así y todo, por las imágenes del yutube y el marco carismático de la Misa de Pentecostés, concluyo que pudo haber sido una de esas 'oraciones de sanación' tal y como se realizan en las reuniones/celebraciones de los grupos de Renovación Carismática. Digo esto sin excluir el exorcismo, digamos, 'sui generis', y considerando que es el Papa el ministro del acto, con potestad también extraordinaria, en todo caso.

Lo chocante del caso es la rapidez de Lombardi y el entorno oficioso del Vaticano en desautorizar a quienes publicaron que el Papa Francisco había realizado un exorcismo. ¿Por qué esa reacción? ¿Acaso no puede el Papa ejercer el ministerio de exorcista? ¿No puede el Papa hacer lo mismo de Cristo el Señor y sus Apóstoles? ¿No debería, incluso, verse obligado en algunas circunstancias? ¿Por qué entonces esa alarma, esa impresión de querer distanciar al Papa de un acto así?

Los exorcismos son sacramentales, actos de oración, deprecación y bendición. Son, en cierto sentido, ritos menores en cuanto competían originalmente al ministerio menor de los exorcistas. En los primeros siglos de la Iglesia fue un ministerio bastante común, que, sin embargo, con el transcurso del tiempo, se fue haciendo menos frecuente, quedando reservado, finalmente, a los sacerdotes, que son quienes ejercen hoy día el ministerio bajo las prescripciones que figuran en el Códex (c. 1172 ; cfr también la instrucción sobre exorcismos de la S.C.D.F. siendo Card. Ratzinger prefecto de la misma).

Desde los años setenta, por el éxito de la novela de W.P. Blatty y la película de W. Friedkin , el tema del exorcismo y los exorcistas se convirtió en un auténtico sub-género de las novelas y el cine de ficción/terror. Un tema (nunca olvidado, pero poco presente) de la liturgia/pastoral de la Iglesia se vio así expuesto de forma poco adecuada, fomentando el interés o la fantasía morbosa del público en general. A los católicos en particular les afectó de manera muy especial, surgiendo en mucha gente una preocupación que pasaba del interés propiamente espiritual a la atracción por los fenómenos paranormales: De la precaución contra el demonio tentador enemigo (ordinario y vencible) del alma junto con el mundo y la carne, se pasó a la imaginación, mitad terrorífica/mitad fascinante, de las posesiones diabólicas, los exorcismos y los exorcistas. Todo ello en un ambiente cada vez menos creyente, alejado de la fe, los Sacramentos, la doctrina, que no sabe del particular pero se deja llevar por la imaginería del cine y la literatura de kiosko. Si conocen Uds. la serie americana Supernatural, sabrán a qué me refiero.

Que se quiera alejar al Papa de toda ese mundo de horror-ficción, me parece oportuno, pues así se evitaría que la gente imaginara al Papa inmerso en un guión de best-seller vaticano-terror-ficción del estilo de las noveluchas de D. Brown. Lo que no se debería obviar es que el Papa tiene la potestad de exorcizar y puede practicar exorcismos, justa y necesariamente.

Cerrando el discurso, diré que, tratándose de temas diabólicos, siendo el demonio el padre de la mentira, es habitual comprobar cómo el mismo diablo parece enredar, muy especialmente, cuanto a él se refiere. El mismo día que se discutía sobre sí o no había sido un exorcismo el acto del Papa con aquel enfermo, el famoso exorcista romano p. G. Amorth (que opina que lo del PP Franciscus sí fue exorcismo) hacía estas declaraciones:

"...es una venganza del demonio contra los obispos mexicanos porque no se opusieron al aborto como debían haberlo hecho. Este hombre sólo será liberado cuando los obispos mexicanos se arrepientan y hagan penitencia por no haber intervenido más en esa cuestión".

¿El demonio castigando la omisión de los obispos poseyendo a un infeliz? `¿El demonio penando un pecado de omisión de unos obispos poseyendo a un pobre desgraciado? ¿El demonio condicionando la liberación del poseso a una acción contra-abortista de una jerarquía nacional?

Que lo extraño produce extrañas reacciones en pensamientos, palabras y obras parece ejemplificarse bien en esta extraña serie de hechos y dichos, extraordinariamente extraños.

Como una especie de apéndice abierto a nuevos capítulos, los titulares de la prensa han aireado la supuesta (no bien contrastada) intención del Arzobispo de Madrid, Cardenal Rouco Varela, de nombrar una tanda de exorcistas para su archidiócesis, por razonable necesidad y creciente demanda.

Ordinariamente, no tengo que verme (¡gracias a Dios!) con diablurías extraordinarias; mis batallas son de tentaciones y peligros ordinarios, de pecador vulgar y cura corriente entre gente corriente y feligreses comunes. Sin embargo, constato el éxito entre ciertos muy queridos feligreses de cualquier sermón en el que saque a relucir el demonio, con más exito cuanto más tremendos sean los cuernos y el rabo con que describa a la bestia.

Así que sospecho que este articulete será disfrutado por muchos. Que les aproveche.

Y de todo ello, que el Señor nos libre, la Virgen nos ampare y San Miguel nos defienda, para que no tengamos necesidad de más sacramental que el agua bendita (que lleva exorcismo de la sal y de la agua, para su mayor potencia efectiva, como Uds. sabrán).


+T.