jueves, 11 de agosto de 2011

Misal-guía JMJ




Es el folleto litúrgico que han preparado para los fieles asistentes a las celebraciones de la JMJ de Madrid.

Sigue el formato-tipo de los libretos que se publican en la Editrice Vaticana para las celebraciones del Papa en San Pedro del Vaticano.

Contiene detalles chocantes como un par de oraciones o moniciones en árabe, no sé si es que se espera una masiva afluencia de jóvenes de Siria-Irak-Líbano y alrededores.

Y tiene detalles muy válidos y significativos como las oraciones en latín, que es la lengua de la Iglesia Católica, con más sentido cuando se reunen gente de diversas lenguas y culturas: Latín es Pentecostés, si se quiere entender así.

Prosit.


p.s. Como estaré ausente, disculpen Uds. si no salen publicados los comentarios.

+T.

Noches de verano


Recuerdo cuando mi madre me contó que el día de San Lorenzo era el de más calor del año, por el martirio del Santo quemado sobre unas parrillas, un tormento terrible cuya consideración piadosa ayuda a sobrellevar el rigor de la canícula agosteña. Y de noche, el cielo lloraba estrellas por el martirio de San Lorenzo.

La lluvia de estrellas de San Lorenzo la veíamos en el cine de verano, que en mi pueblo se instalaba en la Plaza de Toros, un lugar estupendo para mirar el cielo estrellado de Agosto, que es el que más estrellas tiene. Mirábamos al cielo y veíamos el polvo de estrellas que levantó el galope del caballo blanco de Santiago. Lo de la Vía Láctea y las tetas de Amaltea también lo sabía, pero lo del Camino de Santiago me lo enseñó mi abuela, también recuerdo la noche que fué.

Íbamos al cine de la Plaza de Toros casi todas las noches, porque el gerente del negocio era amigote de mi padre, y nos dejaban entrar de balde. De chiquillos nos gustaba sentarnos en las gradas de la plaza, recalentadas por el sol, en el tendido de frente a la pantalla. Si la peli era de romanos, parecía talmente que estábamos en el circo. Recuerdo una vez que pusieron 'Los Diez Gladiadores', con una escena en la que echaban a los cristianos a los leones, me impresionó tanto que hasta me dio fiebre, soñando con leones hasta que amaneció.

Las pelis de romanos eran las mejores. Había una que se llamaba 'Siete contra todos' que la reponían todos los años y era un éxito cada vez que la echaban. Salía un enano que repartía y recogía porrazos todo el tiempo, un centurión que era el bueno y unos malos inconfundibles desde que aparecían en pantalla.

Otra que recuerdo muy bien es Ulises, con Kirk Douglas de Ulises y Anthony Quinn de Polifemo. 'Los últimos días de Pompeya' y 'Quo Vadis?' también solían reaparecer casi todos los veranos, pero el exitazo cada temporada eran 'Ben Hur' y 'Los Diez Mandamientos'.

A lo lejos, durante las peli, se escuchaba el ensayo de la Banda Municipal, tocando marchas y pasodobles. Cuando salíamos del cine, sobre las doce de la noche, había gente sentada tomando el fresco, delante de sus casas, algunos durmiendo en butacas, las mujeres sentadas en sillas bajas y los niños jugando por la calle.

Coger grillos de noche era otra de las diversiones de las noches de verano. Mi amigo Francisco Daza organizaba corridas de toros con los grillos, que metía en una caja de Ducados y los iba soltando en una plaza de toros de cartón que se había hecho. Los indios de plástico a caballo eran los rejoneadores y los picadores, y unos soldados de plomo los toreros, con una muleta de papel de seda grana. Las banderillas eran alfileres con unos papelillos de adorno, y el rejón de muerte y el estoque unos alfileres de cabeza negra de los que se usaban para los velos de Misa; los mejores eran unos que usaba mi tía Rosario, extra largos, con la cabeza gorda como un garbanzo. Yo se los cojía de un tubo de aspirinas que usaba como alfiletero, con polvos de talco para que no se oxidaran. Ganaba la corrida el que antes matara al grillo, con música de tachero-chero-chero chín-púm chero-chero-cherocheeerooo chín-púm traraliro-liro-lero chín-chín que cantabamos mi amigo Francisco y yo por lo bajini, para animar la lidia. Los grillos saltaban y se escapaban de la plaza de cartón y más de uno se iba sin picar, ni un alfiler. Los chicos eran difíciles, porque tenian menos cuerpo para clavar; los mejores eran los grillos grandes, que se dejaban clavar hasta tres y cuatro alfilerillos antes del rejón-alfilerazo de muerte.

A las doce y media ya era hora de recogerse, después del cine o de la corrida de grillos. Los grillos fueron desapareciendo con la edad, cuando uno ya no jugaba a esas cosas. Pero el cine fue ganando con los años.

Ya no hay niños que jueguen con los grillos, mala señal. Ni la gente sale a tomar el fresco a la puerta de la calle, porque tienen aparatos de aire acondicionado y se quedan dentro de sus casas viendo la tele. Tampoco hay ya cine de verano, aunque menos mal, gracias a Dios, que la Plaza de Toros (la de verdad, no la de cartón) sigue en pie.



Calor sigue haciendo el mismo. Esta misma noche hace un calor antiguo, como el que sudaron mis tatarabuelos. Aunque los sonidos de las calles también han variado, entre moto que corre y coche que pasa, todavia se oye maullar a algún gato destemplado de madrugada, o algún gallo a lo lejos, y el ladrido de los perros. Las campanadas del reloj tienen un sonido especial las noches de verano, más largas, con más eco.

El cielo es el mismo, la misma luna, las mismas estrellas. Cuando miro al cielo en las noches de Agosto es como si abriera un balcón a los días que pasaron y que imagino estáticos, como pegados en un álbum de cartulina negra, instantáneas revividas entre flashes de estrellas.

+T.