sábado, 10 de febrero de 2007

Pax super Ierusalem


Estoy convencido de que uno de los más graves errores de nuestra historia contemporánea, ha sido la creación del Estado de Israel; por lo menos en las circustancias en que se ha visto hecha realidad esa discutible pretensión del sionismo, circustancias que hoy afectan peligrosamente a todo el mundo.

La historia no es reversible, ni puede rehacerse; también es un error ir contra la historia, aunque, al fin, se esté también haciendo historia.

Para un cristiano, Israel es "la historia", en cuanto que la Salvación se revela, se explicita, en la Historia de Israel hasta la aparición de Cristo. Con Él, la historia pasa a ser protagonizada por la Iglesia, quedando el viejo Israel relegado al Antiguo Testamento. Sin embargo, la parte de Israel que no creyó en Jesucristo continúa siendo, como recuerda San Pablo, depositaria de las promesas, y sigue convocado a la plenitud de Gracia; es decir, que en la historia de la Salvación que ahora gesta la Iglesia, algo le cabe todavía a Israel, y afecta al Mundo.

Cuando el Estado de Israel consiente excavaciones debajo de la Explanada de la Mezquitas, está trepanando el corazón del Islam...y lo sabe. Querrá encontrar y estudiar el Templo de Herodes y el de Salomón, pero la historia pesa con la contundencia del Domo de la Roca y sus Mezquitas, que son tanta parte de la historia de Jerusalén como el destruído y desaparecido Templo.

Da vértigo meditar en todo esto desde la fe en la Providencia que rige y ordena la Historia, y entender, incluso, la "providencial" aparición/irrupción del Islam en la Ciudad Santa de Jerusalén.

Un estado de Israel "históricamente responsable", no obviaría el acontecimiento islámico con ese desprecio constante al "hecho religioso" del Islam también en "su" Ciudad Santa de Jerusalén-Al-Qadús.

Si, además, se tiene en cuenta la ominosa opresión del Pueblo Palestino; la ilegítima y contra todo derecho ocupación-apropiación violenta por parte del Estado de Israel de los territorios y fronteras Palestinas en la misma Jerusalén y el resto del país; la guerra contínua y el terrorismo de estado con la incesante sangría a costa de los más débiles; la desestabilización del vecino Líbano dos veces arrasado y represaliado por el Estado de Israel en los últimos veinte años; la amenaza explícita de la guerra en ese neurálgico centro geográfico-cultural del Medio Oriente; todo eso define el vergonzoso e injustificable "papel" del Estado de Israel en la reciente historia, y le marca como uno de los más peligrosos y perversos regímenes de nuestra inestable y azarosa actualidad.

La amenaza del terrorismo fundamentalista islámico y sus irracionales pretensiones, se nutre con tantos motivos que tienen su origen en el insostenible Estado de Israel.Cuando el Viernes vi las imágenes de los nuevos enfrentamientos en la calles de la Ciudad Santa, lamenté otra vez la existencia de ese Estado.

El Occidente culpable de la violencia histórica sufrida por el Pueblo Judío no puede ser ahora el cómplice de la violencia sistemática/estratégicamente provocada por ese Estado de Israel; violencia que tiene como víctima al Pueblo Palestino y que truena con terrible eco en el Islam más profundo y atávicamente agresivo contra un Occidente que no comprende, y nunca terminará de entender, con ese Estado de Israel como premisa traumatizante de una, cada vez más, necesaria concordia.

Jerusalén es una de las claves; quizá la primera. Cada vez que se derrama sangre en Jerusalén - la "Ciudad de la Paz"- se afecta profunda y peligrosamente la paz del Mundo.
¡Pax super Ierusalem!


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