martes, 21 de junio de 2011

¿Un arte capaz para ilustrar la Fe?



Una de las experiencias más irritantes que recuerdo es la de mi primer visita a los Museos Vaticanos, cuando pasé de las Stanze y la Sixtina al horror alucinante de las colecciones de arte contemporáneo. Lo entendí (e intuyo que muchos otros habrán hecho esta misma lectura) como una elocuente exposición plástica del desnivel sufrido por la Iglesia de después del Vaticano 2º; lo que nos legó la Iglesia Romana hasta 1964 y lo que expresaba la crisis de la Iglesia Católica desde Pablo VI hasta Juan Pablo II y la entrada del tercer milenio.

Para mayor contraste, parte de las colecciones se expone en las salas de los Borgia, con la paradoja de que los frescos exquisitos del Pinturicchio ilustran la fe católica y los Misterios de la Salvación en las bóvedas de aquellas salas, mientras en las paredes y el suelo de las mismas se expone el caos de una fe entendida como crisis, descomposición y parcialidad, según la mente del arte enfermo del siglo XX. El denostado Alejandro VI Borgia, a pesar de su legendaria mala fama, supo exponer la fe, pero los entusiastas pontífices del Vaticano 2º y sus secuelas sólo han podido/sabido/querido ser los testigos y exponentes del turbión post-conciliar. Conste que hablo de los Musei Vaticani, no de otros temas.

Visitar esa sección de los Museos Vaticanos es recibir una impactante (y traumatizante) lección de Historia de la Iglesia. In situ.

En otra parte del mismo recinto del Vaticano, fuera de los museos, en una de las plantas del Palacio Apostólico, se encuentra lo que podríamos señalar como el legado estético-artístico más definitivo del pontificado de Juan Pablo II, me refiero a la capilla Redemptoris Mater, obra del artista moderno Marco Ivan Rupnik.

Dos interpretaciones/presentaciones de la Capella Redemptoris Mater (una 'oficial' de la mano del funesto ceremoniero de JP2º, Mons. Piero Marini; y la segunda del ex-decano del Teresianum, el ya desaparecido carmelita valenciano p. Jesús Castellano) dan una idea de todo lo que se quiso expresar en los mosáicos de esa capilla papal. Quizá demasiado contenido para tan limitada expresión plástica. Pero séase generoso y no se corten las alas a la explicación, probablemente hipertrofiada respecto a la realidad que comenta. Habitualmente, en el arte contemporáneo suele ser así: Una discutible obra minimalista acompañada de una sobreabundante y petulante palabrería justificativa. Este sería un caso, tal que una especie de apología de la capilla, como si se adelantaran al impacto de la obra y preparasen con un prospecto al desprevenido espectador.

La obra de Rupnik en el Vaticano es una estridente composición, farragosamente dispuesta, con un diseño figurativo elemental y un abigarrado cromatismo. Remotamente, podría reconocerse cierta influencia iconográfica de los modelos coptos y etíopes; en particular el tipo de las figuras con grandes ojos, cánon irregular y esquemático dibujo. Otra probable influencia, podría ser la de los iconos contemporáneos de Kiko Argüello (con las dependencias iconográficas de este, a su vez). El resultado son esos murales inconfundibles, ingénuos, de cierta impronta naif, expresivamente impactantes, rutilantes hasta el deslumbramiento (desagradable?) si se muestran iluminados (como suelen enseñarse), provocando en el espectador un shock visual-iconográfico, por efecto de la intensa estimulación propiciada por los mismos elementos: Formas, color, luz, presentación.

El éxito de Rupnik y su obra ha sido muy grande. Actualmente funciona como un taller, con múltiples encargos de todos sitios. Es, quizá, el artista cristiano más reclamado de estas últimas décadas, con obras repartidas por todo el mundo.

Esa popularidad con marchamo papal no supone que el estilo y los encargos de Rupnik sean aceptados sin resistencia, al contrario. Suele suceder que las novedades de Rupnik vayan acompañdas de una intensa polémica sobre la oportunidad de los encargos, el mérito artístico de sus diseños, y sus elevados costes. Como botón de muestra, recuerden la polémica en torno a la cripta construida en San Stefano Rotondo, para exponer la urna con el cuerpo del Padre Pio, un caso que rozó el escándalo.

Hace unos días publicaban una presentación de la - supongo - más significativa obra de Rupnik en España: La capilla de la Conferencia Episcopal Española

La obra se presenta debidamente explicada, razonada y justificada, como dije más arriba. Si cito la vieja sentencia jurídica 'excusatio non petita, acusatio manifiesta', entenderán ustedes el sentido que le encuentro.

Se podría añadir una crítica más si preguntásemos por qué recurrir a un artista extranjero con una obra previsible, repetida y archiconocida. Aunque considerando otros posibles encargos a artistas españoles, me detengo y suspendo el juicio. A estas alturas, una capilla encargada a Barceló, o a Tápies, o a Mariscal o a alguno de nuestros genios del des-arte contemporáneo, sería temible. Y no quiero con eso decir que lo de Rupnik no lo sea, por su parte.

Si tuviera que reconocer algo en favor de Rupnik, valoraría que se mantiene dentro de la tradición iconografica cristiana al escoger y representar los Misteria Vitae Christi y otras temáticas anejas, casi todas correspondientes a modelos y descripciones bien contrastadas en la muy rica secuencia del Arte Cristiano.

¿Expresa una espiritualidad? Yo diría que sí, una espiritualidad bastante rastreable, como las influencias que denota su estilo. Una obra como la de Rupnik no se entiende sino enmarcada en las coordenadas generales de la Iglesia post-conciliar.

Ahora mismo coinciden dos o tres eventos que muestran la revolución de las formas del arte cristiano a propósito de las reformas e innovaciones propicidas por el Vaticano2º. Por ejemplo, lean este artículo para entender el prólogo de lo que vendría luego: Henri Matisse y el arte cristiano contemporáneo



Destaco que esta obra 'revolucionaria' de Matisse se termina diez años antes de la apertura del Concilio V-2º. Recalco el dato para dejar patente que las tendencias ya existían y estaban bien definidas y activas (lo mismo que la teología, la eclesiología, el ecumenismo, las innovaciones litúrgicas y todo lo que estallaría durante y después del Vaticano-2º).

El estilo Rupnik representa una etapa posterior a la de Matisse. La sensibilidad cristiana actual no se siente satisfecha con un minimalismo simbólico, muchas veces dificil (o imposible) de deslindar de la subjetividad religiosa (o no) cristiana (o no) del artista. Se busca un arte que exprese el Misterio sin ocultarlo, sin reducirlo a un patrón dependiente de determinados postulados plásticos insuficientes o inadecuados para exteriorizar formalmente la belleza de la fe. En este sentido, Rupnik marca una diferencia con sus precedentes, valga ese ejemplo de Matisse.

De todas formas, la crisis conceptual (primero es el concepto, después la forma; y, en este caso, primeramente, antes que el concepto, la doctrina y la fe ), persiste. Miren, por ejemplo, este anuncio de una próxima exposición con motivo del 60ºaniversario de la ordenación sacerdotal de Benedicto XVI:



El promotor de esta 'exposición-regalo' al Papa es el inquietante Cardenal Ravasi. Ante la iniciativa y las obras que se expondrán cabría hacerse conceptos a posteriori. Es la consecuencia final del proceso:

1º la fe/la doctrina/la idea
2º la inspiración conceptual
3º la expresión formal
4º la contemplación de la obra
5º la lectura (conceptual) de la obra





Confieso que me gustaría ver y comentar-me esa exposición, en directo, in situ. También reconozco mi inquietud por lo que esa exposición conmemorativa de los LX años sacerdotales del Papa pueda expresar. En estos casos, tan significativo es lo que se dice como lo que se calla, lo que se expone como lo que no se enseña. Todo (supongo) en torno al sacerdocio católico. ¿O no?

Timeo danaos et dona ferentes (lo digo por Ravasi, Uds. me entienden).


+T.