domingo, 22 de marzo de 2009

Si me olvido de tí...

El Salmo responsorial que se reza entre lecturas este Domingo, IVº de Cuaresma (de Laetare) es uno de los más "dramáticos" del Salterio. Y muy artístico: Ha inspirado a literatos, músicos, pintores. El célebre "Va pensiero" del Nabucco de Verdi es una glosa del Salmo 137. La melancolía de los desterrados de Jerusalén se desborda en lágrimas, junto a los canales de Babilonia. La monumental belleza de una de las 7 maravillas del mundo antiguo no consolaba la nostalgia de la Sión perdida. En el versículo escogido como responsorio de los fieles, se repite la sentencia fatídica: "!Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha!".

El verso del salmo sigue: "....que se me pegue la lengua la paladar si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías!". Ese es el tono del Salmo, dolorido y ansioso...y rabioso. Se explaya la pena en el canto y se recoge la rabia en una honda esperanza de vengaza. Esta parte no se reza. Con un discutibilísimo (y a mi juicio muy errado) criterio, en el Breviario de Pablo VI se suprimieron los versiculos imprecatorios - y hasta algún Salmo completo - porque no concordaban con la "moderna sensibilidad". Esa fue la excusa de los liturgistas. Insuficiente (no digo que no "comprensible"), pero insuficiente. La Palabra Revelada es cruda y dolorosa tantas veces, pero eso no excusa su "censura". Siempre he pensado que fue de los "detalles" más reveladores del confuso desconcierto post-conciliar.

El Salmo se desenvuelve "in crescendo" en tensión: De la melancolía a la nostalgia, después un reto desafiante con auto-juramento, y termina desbordado en una cólera brutal:

"...memor esto Domine filiorum Edom diem Hierusalem qui dicunt exinanite exinanite usque ad fundamentum in ea filia Babylonis misera beatus qui retribuet tibi retributionem tuam quam retribuisti nobis beatus qui tenebit et adlidet parvulos tuos ad petram..." vv. 7-9

"...Acuérdate, Señor, contra la gente de Edom del día de Jerusalén, cuando decían: “¡Arrasadla!¡Arrasadla hasta sus cimientos!”. ¡Capital de Babel, devastadora, feliz el que te devuelva el mal que nos hiciste! ¡Feliz quien agarre a tus pequeños tome y los estrelle contra la roca!..." Sal 136

Ese sentimiento es real, tal cual lo expresa el Salmo. Lo más tremendo es saber que se ha cumplido: Babilonia es un erial de barro seco y Jerusalén vive, Dios sea bendito!

También es tremendo prever que nuestra civilización terminará así, como aquella Babilonia.

Mientras, nosotros, los creyentes, repetimos la primera parte del Salmo: Nos alentamos para no olvidar el Cielo, que es nuestra Jerusalén nueva y eterna, la que esperamos. Y también podemos (debemos!) recitar en sentido alegórico-profético esos terribles versículos. La Iglesia los rezaba pensando en la esclavitud a que nos somete el pecado, rogando para que se destruyera el imperio del mal y los malignos. Un sentido que se debería recuperar junto con esos versículos.

Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Esperamos Cielo y Tierra nuevos, la Jerusalén celestial, nuestra Patria. Y estamos en guerra contra el mal y queremos que desaparezca absolutamente, hasta su raiz.

Si oblitus fuero tui Hierusalem...!!!

+T.