viernes, 12 de septiembre de 2008

Super-majaderos en aceleración

No soy científico. Ni cientifista, of course. Respetando las ciencias (en cuanto sean respetables) y agradeciendo sus beneficios (en cuanto lo sean también), no me entusiasmo por los "avances científicos". En cierto sentido valoro más lo práctico que aportan (técnica?), pero soy quasi escéptico para casi todo lo demás.

Sobre los "hombres de ciencia", tengo que testar antes su compatibilidad respecto a lo que creo y pienso para que me merezcan más o menos consideración. De entrada, les tengo más bien antipatía con toda una buena carga de prejuicios de los que no me desprendo. Esta actitud personal es más o menos la misma que mantengo para con los políticos. Cuando se suman las dos circunstancias (científico+político) la prevención me crece proporcionalmente.

Lo que digo lo comento a propósito de lo del acelerador de partículas franco-suizo, que no sé lo que es pero de lo que me hago suficiente idea para saber de qué va. En suma, un juguete sofisticado como las maquinitas de los gabinetes científicos del XVII o el XVIII, pero más caro y complicado. Y peligroso, según algunos.

Cuando lo de las pilas voltáicas aquellas, supongo que en caso de imprudente contacto del espectador con la pila, a lo sumo sufriría un calambrazo más o menos "tonificante". Y los cocimientos y destilados de alquitara, los matraces efervescentes y las retortas en ebullición, serían tan peligrosas para los circunstantes según y cómo fuera la prudente o imprudente destreza del químico o boticario de turno. Experimentos de rebotica y salón, que se podían montar en el velador de una tertulia para amenizar una soirée científico-musical-bailable con té, café y dulces. Cuando la ilustración, hasta que guillotinaron a Mr. de Lavoisier, estuvieron muy de moda.

Pero esos tiempos pasaron. Desde los experiementos "atómicos" en los desiertos de los EEUU ensayando las bombas nucleares, los grandes de la ciencia han supuesto un notabilísimo peligro para la ingénua humanidad, la que sobrevive a pesar de los riesgos de la ciencia (como no hay estadísticas, no se sabe en qué medida y proporciones; ni con qué efectos, irreparables o no).
Cuando estos dias leía lo de los "micro-agujeros negros" y las catastrofistas eventualidades del experimento del acelerador, reflexionaba cuán cerca estamos siempre de un final imprevisible, de esos de "in ictu óculi" y de "cuando menos lo penseis" o de "como un ladrón en la noche". O de una escenita apocalíptica con todos sus perejiles. Que el Señor nos libre!

Desde luego tuviera que ver que el finis gloriae mundi nos viniera por la majadería de una trupe de majaderos más alquimistas que sabios, de esos que cascan el huevo para ver qué tiene dentro y no son capaces de saber sin romper.

Por lo que llevo leído, al final se quedarán sin saber tanto como antes de las aceleraciones, independientemente de lo peligroso o no del experimento, particular este que les importa un pito, a saber. Pero menos me importa a mí lo que valgan semejantes averiguadores, y hasta disfrutaría si se llevaran un susto que les metiera miedo en el cuerpo para los restos. Y en adelante, los experimentos con gasesosa.
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Initium sapientiae timor Domini.



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