miércoles, 26 de septiembre de 2007

Contra Él


Siento siempre cierto desencanto cuando me encuentro a personas en plano/nivel de sensibilidad religiosa distinto al mio. Pero la frustración es penosa si descubro en otros una agresividad más o menos latente hacia lo religioso (que suele ser lo cristiano); en el caso de que la animadversión sea explícita, también mi malestar es mayor.

Nos desenvolvemos en una cultura en la que el sentimiento anti-religioso se afirma con una creciente intensidad, cada vez más notable. No es un fenómeno espontáneo, sino efecto de una determinada actividad dirigida con intencionalidad y explicitada influyentemente en casi todos los medios en los que desenvuelve nuestra vida, desde los centros educativos, al ámbito familiar, pasando por el más general de las relaciones sociales, y contando siempre con el favor de los medios de comunicación.

La experiencia religiosa del cristiano se forma y crece en la Iglesia, pero se reduce de hecho a una relación entre Dios y cada persona, con tantos y diversos grados de fe, conciencia, vida espiritual etc. pero siempre dependiendo sustancialmente de esa comunicación/comunión primera y fundante de Dios con cada hombre (alma).

Hace poco comentaba en otro blog que el ateísmo como fenómeno es más una voluntad que niega antes que una razón que no entiende. El tema/problema de Dios no se plantea comunmente con toda su profundidad y complejidad racional; por eso el declararse "agnóstico" es la forma más banal de reconocer que no se desea abordar el problema ni discurrirlo, prefiriendo la evasiva de la opción agnóstica como una especie de gatera por la que escapar cuando se presenta el dilema. Porque el problema de Dios se plantea radicalmente desde el si o el no: Dios existe o no, sin términos medios.

El ateo fundamentalista-filosófico iconmovible en la negación de Dios y su posibilidad, es una rareza tan extraordinaria como lo pueda ser el vidente místico, en antitético. No sé si ha existido tal cual; yo más bien diría que no y, si lo hubiera habido, le supondría fruto de algún desorden mental, poco común. Si la duda de fe es una eventualidad para el creyente, a fortiori el "ateo" debe experimentar una duda semejante sobre Dios y su existencia real; una duda tanto más recurrente cuanto mayor sea la inteligencia (discursiva o analítica, es lo mismo) del individuo en cuestión.

Pero ya digo que son pocos, muy pocos, estos "ateos de razón"; los que sí abundan son los "ateos de corazón", quiero decir de voluntad. Reaccionan contra Dios, más que negarlo racionalmente. Y con un grado de violencia que denota una motivación compleja detrás de su explícito rechazo agresivo.
Quizá sea una variante (o principio?) del complejo de Edipo freudiano, y tenga algo que ver con remotos tráumas infantiles, o una derivación de atavismos regresivos; no sé. Pero todo esto se me viene al pensamiento cuando escucho, veo, leo, esos ataques, agresiones, reacciones tan virulentos y vehementes contra la religión (el Cristianismo y la Iglesia, casi siempre) y Dios.

Si en el caso del creyente es Dios quien interviene y da la gracia y la fe primera, comenzando y manteniendo ese especial y sobrenatural "diálogo", en el caso del hombre increyente, ¿quién interviene? Porque es también evidente que la negación del trascendente o la reacción contra Dios y las cosas de Dios no es fruto de un razonamiento autónomo, incondicionado; no conozco a ningún "ateo" "agnóstico" o "anti-teísta" libre de influencias, sugerencias, transferencias. Todo eso que hoy se favorece tanto y desde tantos sitios con resultados los mismos: Contra Dios y las cosas de Dios y la gente de Dios.

Ayer leía lo que fray Rainiero Cantalamessa escribía sobre un libruco con terrible título ("Dios no es grande") y un viperino subtítulo ("La religión lo envenena todo") de un autor (cuyo nombre no citaré) representante cultural de las alquitarada sociedad liberal-capitalista-materialista-postmodernista (made in Usa, of course, pero ubicable en cualquier otro confín del Occidente - nunca mejor dicho "occidente" -). El buen capuchino le reconcía al agresor habilidad dialéctica, contundencia crítica, y "extraordinaria cultura". Si hubiera añadido que "más sabe el demonio por viejo que por demonio", hubiera quedado más conciso.

Pero del demonio no cabe hablar con sus agentes/instrumentos, porque niegan la mayor: No hay demonio.
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Y entonces, ¿quién? ¿Ellos solos? ¿El del libro ese; o el de la exposición de Ibiza; o el de las fotos de Badajoz; o el del best seller del codigucho; ¿O los demás que hacen y repiten lo mismo? ¿O quienes y pagan y propagan eso mismo?

Cuánta perversa ingenuidad, ¿no?


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