miércoles, 3 de diciembre de 2008

El Divino Impaciente (en torno a)

Es que me gusta escribir de personajes y cosas relativas cuando toca el dia de. El dia del Santo u Santa u efemérides la que sea. Tradición-tradición-tradición, como cantaba y bailaba el simpático Topol en "El Violinista en el Tejado" (una preciosidad de peli, recomendable por muchos conceptos (el sobrenatural más que ninguno)).

Aun cuando vige mi Javier del año pasado (que recomiendo leer), hoy toca Javier, y me obligo a escribir, velim nolim, Javier! Que pienso tuvo que tener la tensión alta, por lo menos tal y como lo imagina Pemán, que lo imagina muy bien: Impaciente. Concedo que el "divino" pudiera ser que le rebajara la tensión. Pero respondo que no sé, porque a Javier lo pintan con fuego saliéndole del pecho: La sotana desabotonada, la camisa asomando, y una llamarada escapándosele del corazón. Como decía, hipertenso, taquicárdico, y con cuadros de ansiedades...divinas.

Los pálpitos emocionales intensos son habituales en los Santos. Es un fenómeno que rara vez está ausente, y que hace del santo cristiano (que es el más y el más verdadero) un personaje muy distinto, muy diferente, del santón extra-cristiano que busca ataraxías y nirvanas en este mundo. En este mundo, el santo cristiano está apremiado, espoleado, urgido: Charitas Christi urget nos! Y por eso y otras cosas anejas, los pálpitos intensos y las impaciencias (divinas).

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El Javier impaciente de Pemán es un navarro del XVI que se come el mundo por Cristo, con Él, y en Él. Y así, más o menos, tuvo que ser el Javier real, el que escribía:

"...Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»

La imagen del Javier con el brazo cansado de bautizar gentiles, hijos de Dios por la Gracia...y el brazo cansado de Javier, tan impaciente, tan ansioso. Si le hubieran dejado más tiempo y espacio, Asia sería tan católica como lo son hoy las tierras donde Javier dejó su huella inquieta. Que por cierto, el brazo aquel guarda cierta impaciente inquietud, porque me parece que es la reliquia más viajera de la Catolicidad, y rara es la temporada que no la sacan del Gesú para llevarla por aquí y por allá, como si estuviera ansiosa de bendecir mundo y hombres hasta el dia de su resurrección carnal.

Las escenas javierinas de Pemán son traducción en verso para el tablado de los pasos reales, históricos, de Ignacio y Javier. Lean:

- Ignacio:
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¡Que abismo
disimulado y profundo!
¿Qué importa ganar el mundo
si te pierdes a ti mismo?

(esto es el Evangelio)

- Ignacio:
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No quito
nada a tu afán generoso;
pero te quiero… un poquito
menos dado a lo extremoso.

(y esto comedia andaluza con huella de los Quintero)

Y ahora, habla Javier:

Soy más amigo del viento,
señora, que de la brisa…
¡y hay que hacer el bien deprisa,
que el mal no pierde momento!

Y este también es Javier (con mucha actualidad y mensaje, por cierto):

¡Buen modo
de celar las cosas santas!
Por evitar sacrilegios,
que la procesión no salga;
por no irritar a lo malo
que lo bueno no se haga.
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Como se vé, el tolerancismo y el talanterío que cede espacio a los malos y le quita su terreno a los buenos, no es javieriano (ni católico). Y aunque el verso lo ponga Pemán, el concepto es del Santo. Sin duda.

Pemán atinó en el título para su Javier, como los grandes que adelantan en la portada la sustancia de la obra con dos o tres palabras. "El Divino Impaciente" es un genial título para un drama genial. Tan acertado que es gracia de Dios y de su Javier impaciente que en la India y la China de Javier estén activos los mártires de la Iglesia del XXI, con la impaciencia del intrépido español que les evangelizó, corriéndoles el síndrome de Javier por la sangre que todavía se derrama: Que también el martirio es cierta impaciencia.
p.s. Con dedicación especial a mis parientes, amigos y compadres jesuitones: ¡Que no pierdan la impaciencia de Javier! (y nos la sepan contagiar). Amen.
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+T.