jueves, 12 de junio de 2008

Onofre


Existe en Sevilla la Hermandad de San Onofre y Ánimas Benditas, con 40 señores hermanos de entre lo más conspicuo y rancio de la ciudad. Tiene capilla privilegiada en plena Plaza Nueva, y mantiene regular vida espiritual y culto, prestando su antiguo oratorio para la Adoración Perpetua del Stmº Sacramento.

La devoción a San Onofre me figuro que vendría con el desaparecido convento de San Francisco, anejo al cual estuvo la capilla. Extramuros, saliendo de la barriada San Jerónimo en dirección a La Rinconada, está el Humilladero de San Onofre, dentro de los antiguos límites del gran monasterio de San Jerónimo de Buenavista. El humilladero se encuentra hoy más humillado que nunca, embutida su maciza y bella arquitectura gótico-mudéjar entre los feos hierros de un puente que cruza la carretera.

Al Santo no le importará la molestia, porque en peores andurriales anduvo. Su memoria nos viene por testimonio directo de Pafnucio, el obispo de la Tebaida en el siglo IV, que lo conoció personalmente. Según su relato, lo encontró en un pequeño palmeral, donde Onofre vivió penitente más de sesenta años. Al verlo, Pafnucio se asustó por el desaliño del eremita, sin vestidos, sólo con un cinturón de hojas y la hirsuta barba, que con la cabellera intonsa le cubría todo el macilento cuerpo. Comía yerbas, raíces y los pocos dátiles de las palmeras. Onofre contó a Pafnucio que los Ángeles le llevaban la Comunión. Después dijeron que los Ángeles reverenciaron su cuerpo, cuando murió, poco tiempo después del encuentro con Pafnucio.

Pafnucio es otro caso notable. Conoció las últimas persecuciones, estuvo condenado a trabajos en las minas, y perdió en las torturas un ojo y una pierna. Tuerto y cojo, fue de los más venerados participantes del Ier. Concilio de Nicea, donde defendió junto a San Atanasio la fe ortodoxa, confesando la Divinidad de Cristo frente a los herejes arrianos. Tan venerable era su figura, que el emperador Constantino le besaba la cuenca vacía de su ojo tuerto, emocionado ante el anciano confesor. Digo esto para apoyar su testimonio sobre San Onofre; cuando un santo refrenda a otro, se entiende que está también edificado sobre la santidad que refiere. (De lo del beso en el ojo tuerto, no sé qué decir, la verdad. Pero gustos y devociones más raras hay. Conste).
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Después, durante la Edad Media, la memoria de San Onofre se enrarece. No es de los que salen en la Legenda Aurea, pero su caso es tan legendario como extraño, porque además de la recurrente historia de nacimiento principesco y señales y prodigios desde su infancia etc. la leyenda onofriana añade el episodio inaudito de un periodo de tiempo en el que el santo quedó convertido en mujer, y así anduvo por el mundo. No puedo dar más detalles. Ni tampoco me atrevo a sacar conclusiones. Por gracia de Dios, volvió a su ser natural, y así, penitentente en la Tebaida, le conoció San Pafnucio, en vísperas de su muerte.

En Roma tiene iglesia-convento en un privilegiado rincón del Gianícolo. Sobre el extremo de la Via della Conciliazione que da al Ponte, alla sinistra, vicino al Borgo Santo Spírito y su Ospedale, la salita di Sant'Onofrio lleva por una empinada escalinata hasta una placita, con la fachada de la Chiesa y su convento anejo. En él murió Torcuato Tasso, en unas dependencias del hospital de los caballeros del Santo Sepolcro de Jerusalén, la víspera del dia en que iban a coronarlo de laurel en el Campidoglio, el dia de San Marcos de 1595. Y allí, en Sant'Onofrio, está su tumba, con una escultura romántica que los baedeker dicen que es fea, pero a mí me gusta. En el pequeño claustro, unos lunetos del Cavalier D'Arpino, con escenas de la vida del Santo eremita. Y, ya en pleno Gianícolo, la Quercia del Tasso, una vieja encina partida por un rayo donde cuentan que el poeta se sentaba, viejo y cansado, soñando héroes y damas en verso. Molto bello, vero?
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Hoy no es un Santo popular. En Sevilla conocí los últimos tiempos de la devoción que tuvo su Altar en la Capilla de la Granada, en la Nave del Lagarto, en el Patio de los Naranjos de la Catedral. Mañana y tarde, una santera con trazas del Siglo de Oro, sentada en una sillita baja, mantenía las velas del Santo encendidas y ella se mantenía con las velas que le encendían al Santo. Daba a las devotas hojitas de hiedra fresca que pasaba por el cinturón de hiedra que tenía pintado el San Onofre del Altar, un cuadro barroco sevillano, más devocional que artístico. Iban muchas viudas en apuros, que encomendaban a San Onofre las estrecheces de su estado. Como en la Catedral los canónigos hodiernos cada vez son menos pios y creyentes (y la afección va in crescendo), cuando la santera murió (q.s.G.h.) nadie se encargó del culto al Santo. Y la capilla de la Granada, con su San Onofre, es un rincón olvidado entre los cachibaches para turistas del Patio de los Naranjos.

A pesar de todo, el Santo está muy tranquilo, arrodillado y orante, como siempre. Y encantado en ese rinconcillo de un pequeño paraíso que no es el eremo de la Tebaida. Al pie mismo de la Giralda, su Altar es casi cimiento de la Torre. Su altarcillo que vibra cuando repican las campanas de la Torre más bella de la Cristiandad.

Ex Voto: Al Señor San Onofre, de un su devoto y hermano de su hermandad y cofradía de Ánimas. Hisp. ii a. Id. Iun. MMVIII


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