viernes, 8 de marzo de 2013

Cuestiones de pre-cónclave

La historiografía de la Iglesia debe ser cabal, recia. Que sea más o menos empática, importa relativamente, aunque prefiero que el historiador no pierda el horizonte sobrenatural, que entiendo imprescindible si se trata de escribir verdaderas crónicas circa Ecclesiam, por ser una parte fundamental del Misterio de Dios con nosotros.

A tenor de lo dicho, conste que leo con gusto (porque me gusta) a Leopold von Ranke, cuya estupenda 'Historia de los Papas' provocó la respuesta insuperada e insuperable de Ludwig von Pastor, cuya tesis de fondo profeso: En el transcurso de su historia, el Papado fue afectado por las circunstancias, defectos y vicios de cada época, permaneciendo en todo momento su transcendencia sagrada, su esencia sobrenatural, incólume a pesar de las vicisitudes que afectaran a sus personajes y protagonistas (protagonistas, digamos, secundarios, todos supeditados al Cristo, Caput Ecclesiae).

Entre otras muchas posibles, dos cuestiones de actualidad se pueden derivar de esta tesis:

1- si se cree tal aserto histórico-sagrado y se es consciente de él

2- cuáles son los defectos, vicios, circunstancias de nuestro tiempo que pesan más notablemente sobre la Iglesia y sus representantes actuales

El contenido top secret del dossier vatileak respondería, propiamente, a esta segunda cuestión; aunque no se piense que el susodicho informe agote, siquiera, la exposición sumaria de todo lo que hay y/o pueda haber, siendo tantas las circunstancias, tantos los afectados, estando todos sujetos - cosas y personas - a tantas posibles variables. Pero, en sustancia, el informe de los Cardenales Herranz, Tomko y De Giorgi será un documento precioso para la historiografía eclesiástica de estos años.

Pero a mí, personalmente, no me preocupa este particular, que juzgo accidental. A mí me interesa (y preocupa) la primera cuestión que he señalado más arriba: ¿Los Cardenales, los Conclavistas (entre quienes está, presumiblemente, el próximo sucesor de San Pedro) son conscientes, asumen, se creen, en definitiva, lo que son y lo que van a hacer? ¿Creen en el Papa para cuya elección han sido nombrados y son convocados? ¿Qué concepto tienen los Cardenales electores del Papa y del Papado?

Uno de los síntomas más alarmantes del post-concilio fue el de la pérdida generalizada de la conciencia sacerdotal, primeramente entre los mismos sacerdotes, en segundo lugar entre los fieles católicos: Ni el sacerdote ordenado era formado en la grave consciencia de su alto ministerio sagrado, ni se recibía el Sacramento del Orden insistiendo en la consciencia de su esencia sobrenatural, ni se vivía después personalmente ese don sacerdotal, ni el sacerdote ordenado se consideraba distinto ante Dios y entre los hombres, ni realizaba, ni expresaba, ni comunicaba a la hora de ejercer el ministerio aquella consciencia sacerdotal interior (y exterior) que era propia, exclusiva (y excluyente) del sacerdocio cristiano.

Fueron los años en que los seminarios católicos de-formaban según otro modelo sacerdotal, muy desacralizado: El hombre de todos, el servidor de la comunidad, el asistente de los marginados, el promotor de iniciativas, el animador de grupos y asociaciones, ese era el presbítero ideal. El sacerdote - se insistía - no es alguien superior a los demás, ni diferente; el sacerdote era un hombre como los demás, uno más entre los otros.

Esta 'desacralización' del sacerdote fue general, afectó a toda la Iglesia, excepto a los pocos y muy determinados grupos católicos que asumieron la preservación y defensa del sacerdocio católico, sin desvirtuaciones, mermas o desfiguraciones.

Mi pregunta es: De los Cardenales electores y elegibles ¿quiénes, cuántos son los que entran en el Cónclave con una neta y consciente conciencia sacerdotal católica, eclesial, sabiendo lo que son, lo que tienen que hacer y a quién deben elegir?


Puede ser que sean eficientes gestores, eficaces comunicadores, valientes promotores, estupendos directores...¿pero cual es, cómo es el grado de su sagrada conciencia sacerdotal, de su alta vocación y alto ministerio eclesial, espiritual?

Un obispo actual, formado en los seminarios y el ambiente de-formativo de los centros académicos de la Iglesia entre 1965-1990 (un arco temporal bien definido) ¿con qué grado/nivel de consciencia sacerdotal católica entra en un Cónclave para ser elector y elegible?

Si se compara este próximo Cónclave con otros Cónclaves de hace, digamos, medio siglo, cuando la conciencia de la Iglesia y sus ministros no estaba empañada por la posterior crisis de identidad, el resultado de la comparación es estremecedor. Por ejemplificar con personas, se trataría de medir la distancia que puede haber entre un Merry del Val y un Sodano, o entre un Gasparri y un Bertone, si me explico.

O - también pretendiendo explicarme - las diferencias que existirían entre el actual Camarlengo y el Cardenal Raffaele Riario, que fue Camarlengo en el cónclave de 1492, en el que se eligió a Alejandro VI Borgia. ¿Qué concepto del Papa y del Papado llevaría in mente et in péctore el cardenal Riario? Era el nepote de su tío, el intrigante Sixto IV, primo del también célebre Cardenal Pietro Riario, y también primo del que sería Papa Julio II, en cuyo cónclave también participó, y en el siguiente, el que eligió al Papa León X. Rafael Riario participó en todos los cónclaves entre 1478 (con 17 años)  y 1512. Fue Cardenal Camarlengo desde 1483 a 1521, año de su muerte.

Y me hago la misma pregunta sobre la mente y la intención de otros cardenales en otros momentos de la historia: ¿Cual sería el concepto y la intención de un egregio cardenal conciliarista del siglo XV? ¿Y el pensamiento de un cardenal del partido español-imperial-habsburgo del XVII? ¿Y la intención de un cardenal francés, agente del Rey Sol?

Recalco estas cuestiones, tan pertinentes a la hora de reflexionar sobre el Cónclave y sus protagonistas. Quedando siempre a salvo la acción de la Providencia, que saca virtud de miserias humanas, y hace que elijan Papa - valga el ejemplo entre otros muchos posibles - a un afamado (y no por virtud) Cardenal Farnese, Paulo III, que sería el convocante del Concilio de Trento, otro magnífico don providencial.

Reflexiono así para no desfallecer al repasar la nómina de los Eminentísmos SS. Cardenales que entrarán al Cónclave, a cual más decepcionante y/o preocupante y/o temible. Sin exagerar. Esa es la materia humana que estará disponible para que el Espíritu Santa inspire y la Providencia Santa obre. Por eso oramos. Pero conscientes, no ignorantes, que somos pecadores - lo sabemos - pero no cretinos, gracias a Dios. Y la piedad no nos suspende el juicio.

Desde otro plano, más vulgarmente, el grado de devaluación de los momentos que vivimos se puede apreciar en todo su alarmante desnivel simplemente revisando escenas de películas, como El Cardenal y/o Las Sandalias del Pescador, dos clásicos del género, dos documentos explícitos de una gran decadencia formal, sintomática de otra decandencia - nos tememos - sustancial.

El golpe de la renuncia del Papa Ratzinger ha sido el último capítulo de la crónica post-conciliar. Los Cardenales que entrarán en el Cónclave también llevarán sobre ellos esa reciente influencia, tan desconfiguradora del Papado tal y como ha sido conceptuado hasta ahora.

Creer y amar a la Iglesia implica asumir las deficiencias de la historia y la actualidad de la Iglesia. Pero, primera y fundamentalmente, quien cree y ama a la Iglesia debe ser consciente de su esencia, carácter y misión sobrenatural y sagrada.

No somos un holding internacional, ni siquiera un estado soberano. No van a elegir a un presidente de empresa, ni a sustituir a un monarca jefe de estado.

Aunque, sin ir más lejos, la nota-telegrama de agradecimiento que la Congregación de Cardenales ha mandado al novedosísimo Papa emérito parezca, en forma y fondo, una vulgar y expeditiva carta de despedida a un director jubilado.

Cuando von Pastor cuenta la historia de los Cónclaves, del siglo XIV al XVIII-XIX hace la crónica de los hombres de iglesia de aquellos siglos, con sus admirables méritos y terribles deméritos. Considerar los méritos (bastantes) y deméritos (inquietantes) de los conclavistas del 2013 es ser testigos de la historia que un día se escribirá, con las perspectivas que ahora no poseemos y sin la preocupación que ahora padecemos los católicos conscientes de la gravedad de la coyuntura y su futuro próximo.


Tu autem, Dómine, miserere nobis


+T.