lunes, 29 de diciembre de 2014

Thomas Becket, tan lejano


Cada año confieso, como un rito privado, mi devoción por Thomas Becket, gran Santo, cuyo ejemplo martirial es hoy, en Europa, una clamorosa denuncia contra el episcopado europeo, tan lejos de seguir las huellas con rastro de sangre de Becket.

Escribo con la noticia fresca del repugnante obispo de Amberes, ese que reclama reconocimiento eclesial del pecado nefando. Aunque lo nieguen (por el momento), no tengo claro si lo que pretenden estos degenerados mitrados (porque no se trata sólo del de Amberes, seguro que hay más) es 'sacramentalizar' la aberración sodomita y la juntura de torcidas hembras y machos contranaturalizantes. Sea lo que sea, en el fondo de la postulación del infecto epíscopo belga late una conversión al mundo, una entrega a la corriente inmoral paganizante que domina e impregna la decadentísima Europa, mercado común atque común prostíbulo.

El martirio cristiano siempre que ha ocurrido ha sido contra mundum, contra los poderes y las seducciones del mundo. Cuando los cristianos siguen la corriente, no hay Mártires, sino abundancia de pecadores enredados en las charcas hediondas del mundo. Obviamente, el pestilente prelado de Amberes no tiene, ni remotamente, vocación martirial, su tendencia es acomodarse a las tendencias,

¿Nos volvemos hacia Dios, o miramos al mundo dando la espalda a Dios? Curiosamente, en la rubricación ceremonial imperada por la reforma post-conciliar, el sacerdote queda justamente así, dando la espalda a Dios y mirando al pueblo, en diálogo con el pueblo, en dirección al pueblo, con el Oriente a la espalda. En todo caso, el neo-altar postconciliar es un obstáculo entre el sacerdote y el pueblo; si se pone la Cruz sobre el altar, también - dicen - obstaculiza la vista del pueblo.

Se mira al pueblo y se termina adoptando las cosas del pueblo, posturas, modas, opiniones, corrientes; se miran las cosas del mundo y se asimilan con fascinante facilidad. Siendo hijos de Eva, llevamos el apetito de lo prohibido tan a flor de piel, tan activo. Miramos, apetecemos, tomamos, comemos, caemos, invitamos a otros a caer. Muchas veces, en el como de la a-moralidad, imperceptiblemente, con casi plena inconsciencia.

Así ha debido ser la secuencia, el proceso, del aberrante obispo de Amberes. Lástima que no tengamos espectógrafos secuenciales del alma para ver como se forman los pecados. O no, no hay que lamentar que no existan aparatos para ver las operaciones del alma, siendo todo bien conocido de Quien tiene que conocer estas cosas, y nadie más.



Conque decíamos que con esta casta episcopal hodierna no tendremos mártires obispos, con la falta que nos hacen.

En Madrid, tampoco habrá un Becket, por lo menos próximamente. No, la Almudena no podrá atesorar reliquias insignes de un arzobispo martirizado habiendo luchado contra mundum.     ***

En Oriente Próximo, donde impera la abyección mahometana, allí sí, allí sí tendrán abundantes reliquias de prelados estilo Becket, hombres de Dios, verdaderos hombres de Iglesia, defensores del honor de Dios. Gracias a Dios.

Occidente, declinante, decadente capite et in membris, ya no defiende el honor de Dios, ignora, incluso, que es el honor de Dios. Becket está muy lejos.

n.b._He puesto de ilustración de cabecera ese cuadro tan dramático, que un amigo me ha enseñado esta mañana: Albert Pierre Dawant, 'La muerte de Thomas Becket', en el museo de Fécamp, una imagen impresionante. Aunque prefiero las escenas que representan el martirio con S. Thomas Becket de cara al altar, con los criminales detrás.

*** La indignada pastoral contra-rajoyana del perlado de Alcalá, no vale, no lleva impronta becketiana, porque el perlado tal no lucha por el honor de Dios, sino que clama contra quien consideró que era su defensor, su paladín, su aliado. Conque aplíquesele al mentecato la sentencia del profeta 'Maldito el hombre que confía en el hombre y en la carne pone su confianza ' Nada más. No hay madera de mártir en Alcalá.


+T.