viernes, 20 de noviembre de 2015

El virus jesuíta


El célebre jesuita p. Escobar en un grabado francés de la época
El otro día, en un encuentro con ex-alumnos de colegios jesuitas, PP Franciscus preguntaba a los concurrentes si aun conservaban el 'virus jesuítico'. Y les hacía una interesante reflexión sobre la impronta ignaciana a través de algunos puntos de los Ejercicios Espirituales. Sin duda, el haberse formado en centros regentados por los hijos de San Ignacio de Loyola supone un estilo de pensar y actuar, mucho más notable en aquellos que han profesado en la Compañía, cuyo espíritu asumen, recibiendo una influencia mayor y más profunda. ¿Hasta dónde?

Con motivo de las preocupantes sesiones del recién concluido Sínodo de la Familia, recordé ciertos episodios históricos que podrían estar detrás de la dirección que parecía haber marcado PP Franciscus, en la que se entreveía un atávico 'virus jesuítico'.

Cuando surge la gran controversia moral del siglo XVII, los jesuítas fueron etiquetados de 'laxistas', un sambenito que después los adversarios de los jesuitas achacaron en general a la Compañía, casi como una carta de identidad. Aunque fue un gran dominico, el p. Bartolomé de Medina, santo varón de la confianza y el afecto de Santa Teresa, que le mandaba las truchas que le regalaban a ella, tanto era su aprecio por aquel sabio, docto y discreto confesor, el que abrió la interesante cuestión de la moralidad de las sentencias probables, que se pueden rectamente seguir. Aquella vena de ciencia moral abierta por fray Bartolomé era tan rica y afluente que apasionó a los teólogos y un siglo después derivó en una de las grandes contiendas doctrinales del catolicismo,

Además del famoso Padre Escobar (p. Antonio de Escobar y Mendoza, 1589-1669), la bestia terrible contra la que diatribaron los feroces jansenistas de Port-Royal, hay otros jesuitas no menos osados en el probabilismo y sus casuísticas, como el también célebre p. Tomás Sánchez (1551-1610), cordobés, especializado en cuestiones de moral matrimonial. El abate de Saint Cyran lo consideró un monstruo depravado por la impúdica exposición de los casos y sus particularidades y circunstancias que sacaba a relucir en su tratado 'De matrimonio'. Por los seminarios de entonces corría una letrilla alusiva que decía "Si quieres saber más que el Demonio, / lee a Sánchez en 'De Matrimonio' ".

Otro doctor Juan Sánchez fue denunciado a la Inquisición por las tesis que enseñaba en su libro de cuestiones morales que tituló 'Selectas', en cuyas páginas aparecían conclusiones de este estilo:

Al que vive amancebado se le debe absolver y no se le debe negar la absolución en la confesión, aun si no deja su amancebamiento. si en su caso se dieran, por ejemplo, algunas de estas circunstancias

- si la manceba con la que comparte techo y lecho le debiera una cierta suma de dinero que el susodicho dejaría de cobrar si la echara a la calle

- si siendo ella mujer bien dispuesta para los negocios y arrimara ganancias a la casa, en caso de que se la despidiera su ausencia mermaría el capital y la hacienda de su protector

- si habiéndose aficionado a su buen trato temiera perderse una compañía afín difícil de hallar en otra criada que no fuera tan a propósito

(cfr. Denzinger. Errores varios sobre materias morales, condenados en los Decretos de 24 de septiembre de 1665 y 18 de Marzo de 1666. D-1141 ss. No debe obligarse al concubinario a expulsar a la concubina, si ésta le fuera muy útil para su regalo, caso que, faltando ella hubiese de pasar una vida demasiado difícil, y otras comidas hubiesen de causar gran hastío al concubinario, y fuese demasiado dificultoso hallar otra criada.)

Las 'Selectas' del p. Juan Sánchez se publicaron en Madrid en 1624, y el libro no fue denunciado hasta 1640, con lo que corrió y fue divulgado durante tres lustros como obra docta e ilustrativa para el manejo y formación de confesores y gente de cierto nivel moral. También se entiende que tales lecturas removieran la atrabilis de los severos jansenistas, que se hacían el peor de los conceptos sobre aquellos jesuitas españoles, tan adelantados en la moral de lo inmoral.

Aun cuando Inocencio XI condenara tesis, autores y seguidores como esos que he citado, e incluso apoyara personalmente al prepósito general p. Tirso González para la erradicación del probabilismo del seno de la Compañía, la pelota ya estaba en el tejado y había rodado y dado mucho juego, creando a la vez, junto con la controversia, mucha opinión. Según algunos autores, con los probabilistas se había pasado de una moral que se centraba en el objeto material de las acciones, lo objetivo. a otra consideración en la que intervenía, con todo su peso, lo subjetivo, el examen y la casuística de lo personal y sus circunstancias podían variar la valoración moral de los actos.

Y todo esto no era obra de perversos inmorales, sino fruto de las reflexiones de rectos y graves doctores que sopesaban actos y personas reales, corrientes, no ideales. La teología moral bajaba de los eximias y doctas cátedras(***) y se sentaba en la calle, las plazas y los salones, concluyendo desde el plano de la gente de su época y sus mudanzas. Y siempre tendiendo en sus soluciones a la mitigación y no al rigor.

Si han perdido el hilo del discursillo, la cuestión era preguntarse cuánto de este 'virus jesuítico' ha gravitado (o no) sobre el pasado Sínodo.

(***) Aunque lo mismo se puede objetar que la casuística probabilista es lucubración prolijamente elaborada en alambique de erudito.

p.s. Por cierto, como buen español, confieso que, en moral, tengo y mantengo algún sano probabilismo, muy bueno para los nervios (también los nervios espirituales).


+T.

De los Caídos


La palabra 'caído' tiene rango y emoción. y a los que doblamos el cabo de los cuarenta nos llena la memoria de los amigos que se quedaron eternamente jóvenes. La palabra es a la vez sencilla y grave, y resiste con entereza el uso indebido, el floripondio hipócrita y hasta la calderilla sentimental. Es moneda eterna y dura que no puede sufrir desgastes. Así, caer significa morir.

Rafael García Serrano. Diccionario para un macuto.


Mi primer acto político que recuerdo es cuando iba con mis padres a la Misa de los Caídos y después salíamos a la plazoleta para cantar el Cara al Sol y poner las cinco rosas al pie de la Cruz y la lápida con los nombres de nuestros Caídos. Creo que era el .único niño que iba; algunos años vino también mi hermano, más pequeño. Tengo por ahí una foto en la que se ve en primer plano a mi madre, con mi hermano de la mano. Y detrás el alcalde, el comandante de puesto de la Guardia Civil y el cura párroco; un poco más detrás va mi padre conmigo, y entre el grupo se distinguen algunos amigos más, todos camino del Monumento a los Caídos.

Mi padre vestía para aquella Misa la camisa azul con la corbata negra. La última vez que ví a mi padre y a mi madre con la camisa de Falange fue cuando fueron al Valle de los Caídos para el entierro de Franco. Recuerdo que mi madre dijo una vez algo así como que aquel día enterraron también su juventud.

Yo todavía les recuerdo el 20 de Noviembre con la Misa, por los Caídos, por José Antonio, por Franco, por los Caídos de mi familia y por todos los que dieron su vida por Dios y por España.

Me suena bien esa gloriosa intención, cada vez me sabe mejor: Por Dios y por España.

Caer así, sí tiene sentido. Un glorioso e inmortal sentido.


+T.