martes, 22 de octubre de 2013

Luteraneando

Salva semper Charitas (cum reverentia etiam), a mí me repugna ver al Papa confraternizando con un hereje, porque es el Papa. El ecumenismo es de todos sabido que salva ciertas repugnancias, todo sea por el amor de Dios; bien, vale, valga. Pero ¿todo se puede incluir en el lote del encuentro ecuménico? ¿Aun aquello que con sólo mostrarse o comparecer manifiesta contradicción y/o desafío a nuestras católicas creencias, que - es de suponer - el Papa profesa, por ser quien es, en el más alto grado de su expresión de fe católica?

Cuando unos clérigos luteranos visitan al Papa en el Vaticano, se entiende/se puede entender el acto como, diríamos, de cierto protocolo ecuménico. De protocolo es que se observe el protocolo, que los visitantes se atengan al ceremonial y la etiqueta del acto, sin hacer y/o decir nada estridente. Desde luego, no se espera que los representantes luteranos entren cantando las 95 tesis de Wittenberg (aunque las lleven grabadas en lo más hondo de sus entrañas luteranas). Pero ¿y si el ser mismo del que se presenta ya es, de por sí, desafiante y ofensivo?

Por ejemplo - y a eso me refiero - esas cuántas 'clérigas' luteranesas que han estado coram Papa, en la presencia de PP Franciscus, que las habrá saludado, como suele, con inclinación escapular y flexión lumbar. Que si ya tiene miga que nos hayamos tragado la bola del ecumenismo omnímodo, tiene delito que convivamos sin rechinar dientes con la aberrante incorporación de la hembras al estamento clerical. Y siendo el Papa el centro de la escena (por mucho que PP Franciscus quiera descentrarse y periferizarse), el acto es un insolente bofetón en el rostro de la Santa Madre Iglesia (que es la Católica, y no otra, ni ninguna más).

Claro que cuando se claudica en un punto, es más fácil luego rendirse a dos, y a tres después, y así ir cediendo, punto a punto, encuentro a encuentro, diálogo a diálogo, hasta que un día se concluye en una escena así como las de Asís.

El medio milenio de la herejía de Lutero y la catástrofe consiguiente, parece ir celebrándose ya más en Roma que en Wittemberg. Lamentable entusiasmo este, confuso y anómalo, católicamente demencial, pero tan cierto como la escena que comento, cuyas imágenes son un clamor de hasta dónde han llegado las tesis de Lutero y hasta dónde nos ha llevado el fatídico ecumenismo vaticanosegundero.



Es de temer que, si dentro del vaticano se recibe en ambiente 'cordial y distendido' a las preladas luteranesas, cuando toque hacer la fiesta allende los pagos de Lutero, PP Franciscus se vea alternando, tête-a-tête, con esas aventajadas hijas de Catalina Bora, esposa que fue del hereje Martín Lutero.

La audiencia pontificia que cuento, terminó solemnemente con la entrega solemne de una tetera abollada y oxidada que un luterano promíscuo-católico (o viceversa) hizo a SS PP Franciscus, que quasi se queda mudo de emoción (o de estupor) por el regalo y su anejo comentario alegórico.

Fue entonces cuando, movido por algún carisma papal ad casum, PP Franciscus proclamó un nuevo concepto ecuménico: 'El ecumenismo del martirio' (léase aquí el breve oráculo y otros dichos)

Ignoro qué harán con la tetera. Espero que no le hiervan en ella un mate a PP Franciscus, porque podría, probablemente, tetanizarse y quedarse sin asistir a los faustos luteranos del 2017, cuya celebración espera con especialísima expectación el Cardenal Koch, con su boca abierta.

¿Sería una pena que no pudiera ir?


+T.