lunes, 21 de enero de 2019

Francisco no bendice los corderos


La bendición de los corderos el día de Santa Inés es una de esas antiguas ceremonias papales que han sobrevivido al vandalismo vaticanosecundista. Era una imagen amable que todos los años se repetía: El Papa bendiciendo la pareja de corderitos blancos, con cuya lana se tejen los palios arzobispales que bendecirá el Romano Pontífice en la solemnidad de San Pedro para los nuevos metropolitanos católicos. Así se hacía desde hace siglos. Hasta hoy.

Esta mañana no ha habido bendición papal de los corderos de Santa Inés. En la basílica de Santa Cecilia in Trastévere, donde las monjas benedictinas preparan y adornan los corderitos para la bendición, en una ceremonia que parecía improvisada, un monseñor cualquiera (Mons Marco Frisina, el compositor de música religiosa), en traje de calle (gabardina sobre pantalón, sin ni siquiera una estola, sin ritual, con un folio en las manos (¿habría hisopo, acetre, agua bendita???), tal y como plasma la foto, bendecía los dos corderos colocados en sendas cestas sobre las losas del presbiterio.

Un capítulo más del desprecio francisquista. Todo se estropea. Todo se descuida. Todo se vulgariza. Todo se afea.

Parece como si se estuviera actuando bajo la consigna de pisotear el sagrado solio petrino en todas sus modalidades, de todas formas, sea por comisión, por omisión, por negligencia o por corrupción.

Insignificancias, dirán algunos (los mismos, los suyos, los actores y/o sus admiradores). Yo digo que son significancias, tantas, con y sin palabras, casi a diario. Un lustro, quasi media docena de años ya.

Sunt lacrimae rerum!

El llanto de tantas cosas, por tantas cosas.

En el blog Messa in Latino lo cuentan así (con estrambote):

La benedizione degli agnelli di Sant'Agnese




+T.



sábado, 5 de enero de 2019

Cuando los Reyes


Cuando los Reyes venían de Oriente
y paraban en casa y por el balcón
entraban trayendo, solemnes, silentes,
regalos reales, tesoros de dulce y cartón,
juguetes de niños y gozos de padres,
dulzuras de abuelos, regazos de madres,
madroños de almíbar y anises de sol
como medallitas que suenan al pecho
cuando cantan nanas y se cuentan cuentos
de dormir suave sin miedo y desvelos,
entre embozos blandos de olor a almidón
y humo de alhucema con roce de besos
sobre el borde amable del almohadón.

Cuando aquella noche de infantil ensueño
eran nuestras horas de ansia inocente
culmen del ensayo del ratón y el diente
que durante el año mantenía el empeño
del don que suscita la chispa impaciente
del niño que siempre espera algo más
y sabe que llega, al fin, algún día,
de pronto, sin ruido, la llave que abría
la puerta cerrada del adivinar.

La noche con frío de Enero en la calle
y encajes de escarcha sobre el ventanal
de cristal finito, blondas de visillos
entre dos cortinas de cretona y brillos
de luz estrellada aun de madrugada
ya cercana el alba con su despertar...

Así dejaría - sueño algunas veces -
mis horas sin pena, guardadas, suspensas
en la amanecida feliz de ese día
de inocencia y vida de dichoso hogar.

(A veces me digo y le digo a algunos:
-'¡Los Reyes vendrán!').


+T.

martes, 1 de enero de 2019

Villancico


Tapiza la noche con su terciopelo
azul refulgente bordado en luceros
que alumbran el cielo sobre aquel portal
do yace en pesebre, pobre, humildemente
el recién nacido que es Rey Celestial.

La Virgen, su Madre, recoge en su pecho
todo lo que pasa, precioso Evangelio
que late y palpita en su corazón
cual eco del Verbo, tesoro escondido,
espejo del Santo Misterio de Dios.

Los Ángeles velan al Niño dormido
cantando trisagios al Hijo Eternal,
y con doce estrellas de brillo infinito
nimban a la Virgen que a su vera está.

José el Patriarca sueña con Arcángeles
que de Dios bajaban y a Dios subirán.

¡Gloria a Enmanuel en la altura
y reine en la Tierra su paz!


+T.