jueves, 24 de octubre de 2013

El perlado de Limburgo

 
Cada vez que he visto estos días las noticias sobre el escándalo del obispo de Limburgo, me ha asombrado la cara de medio loco del ilustrísimo protagonista, y me he acordado de otros insensatos  en parecidas circunstancias. Por ejemplo, sin ir más lejos, aquel obispo de Astorga que encargó a Gaudí un palacio episcopal, una historia que parecería inventada por los judeo-masones decimonónicos de León para desacreditar al prelado de Astorga, pero que fue real como la vida misma. Si no la conocen Uds. aquí se pueden enterar un poco (aunque la historia del capricho delirante de Don Juan Btª Grau Vallespinos, el obispo del antojo gaudiniano, deba tener pormenores de esos que pocos saben y casi nunca se cuentan).

Cuando te enseñan el palacio de cuento de hadas que ideó Gaudí para el obispo Grau, te suelen recalcar que ningún obispo ha residido en él: Grau porque murió en mitad de las obras, sus sucesores porque renunciaron a continuarlas, y los que al fin las remataron porque aquel castillo de ensueño no era, prácticamente, habitable. O quizá porque, en verdad, ninguno se atrevió a habitarlo, porque no parece casa de obispo sino alcázar de princesas encantadas. Las locuras que, más o menos por aquella misma época, se permitía Luis II de Baviera, no se avenían bien con lo que se suponía debiera ser el perfil de un obispo español de mediados del siglo XIX

Así y todo, el disparate del obispo Grau dejó un precioso palacio de Gaudí en mitad de la Astorga maragata, siendo hoy el principal atractivo turístico de la ciudad. Pero el insensato Franz Peter Tebartz van Els se ha gastado la barbaridad de 31 millones de €uros en un complejo de edificios y una residencia típicos de la más vulgar y horrenda arquitortura contemporánea (con el torreón del palacio viejo en una esquina testimoniando que lo antiguo es mejor, más bello y más original).



Aunque el disparate arquitectónico no ha escandalizado por feo sino por caro-carísimo. Además, no era solamente el nuevo caserón del obispo Tebartz van Els, sino otras excentricidades igualmente costosas e impropias: Coches, viajes, dispendios varios.

Uno de los articuletes más interesantes que leí al respecto recalcaba que todo esto ha pasado porque un obispo controla y gobierna una diócesis como quiere y hace lo que le da la gana, con todos los derechos y sin apenas freno: A un obispo no hay quien lo pare

Quien lo dice es (me temo) un des-católico peligroso, de esos que aspiran a anular a los clérigos e instalar en el gobierno y la administración de la Iglesia a 'seglares competentes'. Pero tiene razón en lo que dice. Aunque no diga que para llegar a esos escandalosos dispendios el obispo insensato de Limburgo habrá debido contar con alguien más, clero y seglares. El Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung informó que el verano del 2011 los presupuestos para las obras de la nueva residencia episcopal que ascendían ya a 17 millones de €uros se fraccionaron en diez proyectos de obras menores para no tener que pedir la necesaria autorización del Vaticano, como está previsto en casos de sumas cuantiosas. ¿Quiénes sabían e iban consintiendo todo esto? Probablemente algunos de los mismos que después se han movilizado para que interviniera la Conferencia Episcopal germana y, finalmente, el mismísimo PP Franciscus, que ha apartado de sus funciones al prelado limburgués.





El escándalo está consumado. Con otros escandalosos efectos. Por ejemplo, la gente se pregunta por la economía de las diócesis alemanas. Si una diócesis discreta, como Limburgo, se mete en semejantes proyectos y gastos ¿a cuánto asciende la tesorería de una diócesis metroplitana, como Colonia, Múnich, Hamburgo o Friburgo? La pasada semana, un artículo del Die Spìegel denunciaba que ni los propios directores financieros de estas archidiócesis saben cuántos activos poseen.

Todos temen que aumenten las defecciones, que siga creciendo el número de los católicos alemanes que abandonan la práctica religiosa, una tendencia alarmante ya desde hace unos diez (o más) años.

Otro artículo sobre el caso, comentaba que PP Franciscus iba a dar un escarmiento, para que otros prelados escarmienten en cabeza ajena.

Volviendo a nuestro caso de Astorga, yo me he acordado de tantos episodios que, sin ser como lo de Limburgo, se le parecen.

Ayer mismo me enteré del dineral que se han gastado en el Colegio Español de Roma para re-decorar la capilla, con proyecto de carísimos mosaicos del artista eclesiástico de moda, el estridente Rupnik.

Y así vamos, languideciendo como pabilo vacilante, pero sobre candelero de plata y esmaltes.



+T.