sábado, 28 de mayo de 2016

La barca de Woelki

Del francisquismo asombran muchas cosas, entre ellas la doctrina light, de poco fuste. Y aun más que eso sorprende el servilismo de los corifeos, passim, donde y quien menos te lo esperas. Por ejemplo ese Woelki, cardenal Arzobispo de Colonia, de quien ya sabíamos que era uno más de la muy degenerada banda germana, pero no imaginábamos que se diera al espectáculo y el ridículo, rayando lo blasfemo:

Woelki celebra la Misa del Corpus sobre una barcaza de refugiados


Obviamente, la ocurrencia de Woelki es un acto provocativo, desafiante. Según la ética-estética de las vanguardias (¡aquellas antiguas vanguardias de mediados del siglo pasado!), embiste contra el acomodado catolicismo burgués insensible ante la calamidad de los miserables. Esta sería, más o menos, la argumentación de Woelki para justificar su atentado litúrgico, su pantomima profética.

Pero a estas alturas, después de los 50 años de crisis crónica post-conciliar, habiéndonos visto obligados a presenciar tantos episodios, casos, fenómenos, aquí y allá, de este y de aquel, con tanta experiencia a cuestas, ya sabemos reconocer los epifenómenos. Woelki, con lo de la barca, es el ejemplo del clérigo en crisis, en crisis de fe, perdiendo la fe, con poca fe; y la poca fe que le queda, la usa para provocar, para escandalizar, para inquietar y agitar (otros dicen 'hacer lío').

¿Es caridad? No, nunca ha sido caridad. Es la excusa para enmascarar la crisis personal. Siempre ha sido así: Se vuelven filántropos, alardean de sensibilidades sociales, escenifican melodramas, emprenden campañas, todo para ocultar el vacío religioso interior. Han dejado de creer en su sacerdocio, de respetarse sacerdotalmente, y se disfrazan de promotores de justicia y acción social.

Ordinariamente, cuando se trata de simples sacerdotes, todo termina con el abandono y una sotana colgada más.

Tratándose de un obispo, un arzobispo, un cardenal - como este Woelki - el peso de la púrpura es mucho para arriesgarse a perder posición, consideración, status. Y no se van. Se quedan, degenerados, para pena y castigo del pueblo de Dios, escándalo y confusión de los fieles. Y daño de la Iglesia.

Esto es lo que oculta la barca de Woelki.


Oremus !!


+T.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oramus te, Domine, per merita sanctorum tuorum, quorum reliquiae hic sunt... (Misal Romano, ordinario de la Misa). La misa católica se celebra sobre las reliquias de los santos y los mártires. Primero, se quitaron las reliquias. Ahora, una grotesca barcaza sirve de altar. El mensaje es gravísimo por lo que supone: la radical desacralización e inamnentización de la liturgia. ¿Hay que ocuparse de los refugiados? Sí, claro (con las debidas precauciones pues en muchos casos significan la invasión del islamismo terrorista). Pero cada cosa en su lugar. Oremus.
Mario Caponnetto

Juan dijo...

Hablamos de una barcaza libia, comprada por el Arzobispado de Colonia en Malta, trasladada a Alemania, convenientemente restaurada y utilizada en la liturgia del Corpus Christi, todo por capricho del sr. Cardenal (quien, no se olvide, allá por 2010 fue presentado como una especie de mirlo blanco procedente del entorno del Opus Dei que iba a restaurar el catolicismo alemán).

Lo que no sabemos es cuánto habrá costado tan audaz operación. Y no porque seamos como Judas y pensemos constantemente en la bolsa, sino porque en este caso es el propio Judas quien ha dispuesto este gasto tan hipócrita solamente para salir en el telediario (porque evidentemente la solemnidad del Corpus le importa una higa).

En cualquier caso, vaya usted a saber si no es una de esas barcazas desde las que los "refugiados" mahometanos arrojaban al mar a los desventurados refugiados cristianos. Sería irónico, porque entonces sí estaríamos hablando de un altar que todo él sería una reliquia.

Vid. por ejemplo:

http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/16/actualidad/1429194500_276586.html