sábado, 11 de julio de 2015

Del periplo intra-americano



Sigo con comedida circunspección el periplo de PP Franciscus. Salvo raras excepciones, los viajes papales me interesan poco. Juan Pablo II usó (y abusó) de un modelo viajero que se repite hasta el presente, incluso ahora, en pleno zarandeo francisquista. Todo parece, suena y se desarrolla como un déjà vu, como una enésima entrega del NO-DO (ver para quien no sepa qué es no-do), mutatis mutandis (el NO-DO era mucho más interesante que los Romereports de los periplos papales, of course).

Me preguntaba uno que qué me parecía que usaran un macdonal como sacristía. Respondo que las sacristías de las multitudinarias multi-concelebradas Misas papa-viajeras no desentonan con una hamburguesería, les va bien como recinto ocasional.

Quería otro que comentara lo del exabrupto-regalo del blasfemo-crucifijo de Evo Morales. Respondo que entra dentro de lo que cabe esperar del presidente boliviano (así como de la receptividad de la diplomacia francisquista que no evitó el caso, supuesto que esas cosas no son, propiamente, sorpresas, sino detalles que se preparan, se saben y se discuten previamente). Conque tal para cual. Cosas más vulgares se regalan, como la canasta de granja de la queen de la Gran Bretaña, no hace mucho, in palatio ipso vaticano. Si la reputadísima experta granbretañesa se portó así, que Evo, siendo Evo, regale un crucifijo look leninista, entra dentro de lo coherente coram PP Francisco.

De otros capítulos del viaje papal, diré, como otras veces, que me emocionan los católicos sencillos que aclaman al Papa (que sea, concretamente, Franciscus es una mera eventualidad de sujeto-persona) y le piden bendiciones (que Franciscus les da tan desmañadamente, pergeñando cruces minimalistas, apenas reconocibles en su desaliñado trazo). También me emocionan las devotas veneraciones de PP Franciscus a las imágenes de la Santísima Virgen, gestos sinceramente devotos: También son sinceros y emocionantes sus saludos y gestos de afectos a enfermos y humildes. Son de verdad y dan consuelo.

Las Misas, tocante a la liturgia, son un calco del estándar creado cuando JP2, tal cual, sin variantes perceptibles. Conservan esa conjunción de elementos discordantes-chirriantes en algunos detalles concretos. En la Misa de Stª Cruz, en Bolivia, por ejemplo, el Papa pronunció el 'por muchos/pro multis' en la consagración del Cáliz (¡bien!) pero el coro cantó el 'amen' de la doxología con música y ritmo de espiritual-song (¡muy mal!). Sirva el detalle de ilustración, passim.

Sin embargo, lo que más me alteró la bilis católica fue el sermón, la homilía repelente, del estilo de la que te puede predicar un abominable jesuita modernista:

"...Le piden a Jesús que los despida, ya que es imposible alimentar a tanta gente. Frente a tantas situaciones de hambre en el mundo podemos decir: «No nos dan los números, no nos cierran las cuentas». Es imposible enfrentar estas situaciones, entonces la desesperación termina ganándonos el corazón. En un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende imponerse en el mundo de nuestros días. Una lógica que busca transformar todo en objeto de cambio, de consumo, todo negociable. Una lógica que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos aquellos que no «producen», que no se los considera aptos o dignos porque aparentemente «no nos dan los números». Jesús una vez más vuelve a hablarnos y nos dice: No es necesario que se vayan, denles ustedes de comer. Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: «No es necesario que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer». Jesús nos sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre «corta el hilo» por el más débil, por el más necesitado. Tomando «la posta» Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Ese es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión, de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones.

Toma. El punto de partida, es tomar muy en serio la vida de los suyos. Los mira a los ojos y en ellos conoce su vivir, su sentir. Ve en esas miradas lo que late y lo que ha dejado de latir en la memoria y en el corazón de su pueblo. Lo considera y lo valora. Valoriza todo lo bueno que pueden aportar, todo lo bueno desde donde se puede construir. Pero no habla de los objetos, o de los bienes culturales, o de las ideas; sino de las personas. La riqueza más plena de una sociedad se mide en la vida de su gente, se mide en los ancianos que logran transmitir su sabiduría y la memoria de su pueblo a los más pequeños. Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie, por más apariencia de no tener nada para aportar o compartir.

Bendice. Jesús toma sobre sí, y bendice al Padre que está en los cielos. Sabe que estos dones son un regalo de Dios. Por eso, no los trata como «cualquier cosa» ya que toda esa vida, es fruto del amor misericordioso. Él lo reconoce. Va más allá de la simple apariencia, y en este gesto de bendecir, de alabar, pide a su Padre el don del Espíritu Santo. El bendecir tiene esa doble mirada, por un lado agradecer y por otro el poder transformar. Es reconocer que la vida, siempre es un don, un regalo que puesto en las manos de Dios, adquiere una fuerza de multiplicación. Nuestro Padre no nos quita nada, todo lo multiplica.

Entrega. En Jesús, no existe un tomar que no sea una bendición, y no existe una bendición que no sea entrega. La bendición siempre es misión, tiene un destino, compartir, el condividir de lo que se ha recibido, ya que sólo en la entrega, en el com-partir es cuando las personas encontramos la fuente de la alegría y la experiencia de la salvación. Una entrega que quiere reconstruir la memoria de pueblo Santo, de pueblo invitado, llamado a ser portador de la alegría de la salvación. Las manos que Jesús levanta para bendecir al Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene hambre. Podemos imaginar cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces hasta llegar a los más alejados. Jesús, logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse,
increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, bendecida y entregada siempre sacia a un pueblo..."

Esto dijo. Con esa impresión de repetir la patraña de los impíos incrédulos que, como niegan el milagro de la multiplicación, idean la fábula comunitarista del 'compartir'.

Yo, pobre sacerdote católico, siempre indigno, cuando me pongo a escuchar al Papa que habla de la Eucaristía, del Sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor, del Sacrificio del Altar, espero más, mucho más, mucho, mucho más. Confieso que me daña espiritualmente la decepción de escuchar tan pobre sermón, tan archi-manida y poco-católica predicación post-vaticanosecundista, tan confusa, tan insuficiente, con flecos tan descreyentes. Me afecta sacerdotalmente. Mucho.

Menos mal que, por otra parte, la gente no se entera de nada, porque en esas Misas la siembra se la llevan los pájaros volando y ni siquiera toca tierra.

Pero aunque la gente no lo oyera, ahí quedó lo dicho. Y hasta se publicará en la AAS como un texto, una predicación, una doctrina - ¡¡ay!! - del Papa en Bolivia.

Junto a esto, lo del crucifijo hoz-martilleado de Evo es nada, un detalle de mal gusto, y poco más.


+T.