lunes, 29 de marzo de 2010

Sobre piedras y pedradas

Dice el Eclesiastés, en una de las frases de aquella retahila del cap. 3, que hay tiempo para tirar piedras y tiempo para recogerlas (Ecc 3, 5); parece ser que se refiere a la lapidación, la forma de ejecución que se practicó entre los judíos y que seguía vigente en tiempos del Señor, a Quién un par de veces intentaron apedrear. El otro día, el Jueves de la Semana V de Cuaresma, se leía en Jn 8, 51; y al dia siguiente, Viernes, otra vez en Jn 10, 31 ss. Fue verdaderamente providencial que el Sacrificio del Redentor fuera en la Cruz y no por lapidación; que pudo haber sido lo prueba que el primer mártir cristiano, San Esteban, fuera lapidado en un proceso (diatriba-confesión-sanedrín-ejecución) muy parecido al de la Pasión del Señor.

Tuve un maestro, un sabio dominico, que nos enseñó cómo se pude rastrear en el Antiguo y el Nuevo Testamento una "teología de la piedra", un cierto tema que toma la piedra como elemento de discurso-reflexión teológica; el binomio Pedro-piedra no es una casualidad.

En algunas meditaciones, prédicas etc. comento que las piedras de lapidar sentenciados a muerte, el Señor las ha cambiado en piedras para edificar su Iglesia. El Evangelio de la adúltera (Jn 8, 1-11) es un ejemplo; y por supuesto toda la perífrasis petrina (IPe 2, 4ss.), tan elocuente: Si San Pablo prefiere hablar de la Iglesia como un cuerpo organizado, Pedro prefiere la imagen de un edificio edificado con piedras, piedras vivas.

Todo lo cual se me ha venido más de una vez a la cabeza esta semana pasada, con la arremetida de la prensa (impía y blasfema, of course) contra el Papa, la Santa Sede y la Iglesia por los pederasteantes (y los pederasteados). Imaginaba que podría resumirse, compararse, describirse, como un "episodio de piedras" que tipifica dos actitudes perennes en la vida y las circunstancias de la Iglesia: Unos tiran piedras, otros las recogen; unas son pedradas de muerte y otras son piedras para edificar. Depende de cada cual, personas e intenciones, pero esas piedras definen muy bien a los que las llevan/las tiran/las recogen/las utilizan.

De Santa Teresa recuerdo (más o menos) una de esas anécdota similar, la de aquel señor airado contra ella, la monja fundadora, que dijo que merecía que le dieran palos, y la Stª que le respondió - "¿Cuántos estaría usted dispuesto a darme? que ando falta de maderos para techar un convento para mis monjas..." etc. Y consiguió los palos para su convento (y dejó "edificado" al presunto apaleador).

Ayer, Domingo de Ramos, en la lectura del Evangelio de la Entrada en Jerusalén, el Señor hacía otra re-versión del tema de la piedras:
"...et quidam Pharisaeorum de turbis dixerunt ad illum magister increpa discipulos tuos quibus ipse ait dico vobis quia si hii tacuerint lapides clamabunt." Lc 19, 39-40 ¡Si estos callaran, clamarán las piedras!



Las piedras agresivas que algunos tiran para herir y matar, también pueden ser gritos vivos que aclamen al Señor. Depende de las actitudes, de las intenciones, de la voluntad de cada cual. Y de Cristo, que puede hacer clamar a las piedras.

Si en el Éxodo Moisés sacaba agua de la roca del desierto, la Iglesia también puede sacar gracia de un corazón de piedra. Y de una pedrada, también.

Y si no, nosotros mismos, con gracia de Dios (insisto: CON GRACIA DE DIOS (con mucha gracia)) recogiendo las piedras que nos tiran podemos edificar la Iglesia, fortalecerla, reparar brechas y reforzar muros y paredes. O empedrar un camino limpio y firme para que pase el Señor y caminen los que predican su Evangelio.

A los que nos tiran piedras, esta operación de aprovechar las piedras con gracia de Dios (con mucha gracia) les va a hacer muy poca gracia. Estoy seguro.

+T.