viernes, 2 de marzo de 2012

Parole, parole, parole...



Fue un éxito de Mina, allá por los 60-70, yo era un chiquillo, pero me acuerdo, después entendí la canción aquella, cuando fuí ya mayor: Era un diálogo de sordos, presuntamente enamorados, cada uno diciendo una retahíla de frases acostumbradas, él recita y ella canta, hasta que Mina rompe con su ¡...parole, parole, parole...! palabras, palabras, palabras...Se podría traducir también, más vulgarmente, estilo quasi bocadillo de comic, como 'bla-bla-bla'.

Ayer estuvo Mons. Fisichella en Sevilla, hablando. Dijo que si tal, que si cual, que si aquello, que si lo otro; un discurso mil veces repetido, mil veces oído. Le preguntarían preguntas otras mil veces preguntadas y respondería con respuestas mil veces respondidas. Como la copla de Mina, que él debe recordar mejor que yo, parole, parole parole...

El presidente del Pontificio Consejo alertó de que esta “nueva evangelización” pueda quedar reducida a una “fórmula abstracta”, por lo que habría que clarificarla desde el contenido, que radica en la persona de Jesucristo, “el mismo ayer, hoy y siempre”, y desde el método, que es el de la fe, traducida en vida sacramental, liturgia y vida de cariad.
(aquí)


Por ejemplo, el que estaba a su diestra en el estrado de conferenciantes era el rector del CET (Centro de Estudios Teológicos,de Sevilla), de chaqueta y corbata, un salesiano, liturgista, que obligaba a sus alumnos (seminaristas a punto de ordenarse diáconos o presbíteros) a asistir a una "misa" en la que explicaba la institución de la Eucaristía en el contexto de la cena de pascua judía (séder) celebrando una cena de pascua judía, tal cual, con cordero asado, lechugas con salsa agridulce y pan ázimo, todo ello preparado por unas monjas salesianas que estaban acostumbradas a preparar en su convento-residencia ese tipo de cenas-eucaristías: Se comenzaba con las oraciones, las lecturas como una misa, y se servía el cordero con los panes ázimos y las lechugas, se bendecían las copas de vino, y en el transcurso (comiendo cordero, pan y lechuga, y bebiendo vino) el profe consagraba el pan y el vino, y se comulgaba. Impresionante.

Lo estoy escribiendo y me está dando horror cuando lo escribo. No sé si el entonces profesor de liturgia, hoy rector del CET, que se sentaba en la conferencia de Fisichella a la diestra de Don Rino, seguirá celebrabdo ese rito, esa aberración litúrgica de su invento al que obligaba a sus alumnos. Tampoco lo sabrá Monseñor Fisichella, ajeno a estas cosas. Pero en la mesa, presidiendo, estaban los dos. Parole, parole, parole...

Por eso todo lo que se dijera me suena tan insustancial, tan desvalorizado, tan delicuescente...

Don Fisichella, además, clavó un rejón de castigo al clero sevillano y católico en general: Los fieles no van a Misa y se escapan de las iglesias por causa de los sermones y homilías tan malos, insoportables, mediocres, descomprometidos y mal pergeñados que predican los curas en las misas de los domingos. Eso dijo Don Fisichella. Y se quedó tan tranquilo. Y nadie le dijo mú.

¡Cómo le iban a decir mú, ni a poner un pero, siendo el comisario de la Nuevangelización! A un señor así, a un monseñor (perdón) se le dice amén por triplicado. Of course.

Como el discursete de Monseñor Salvatore Fisichella fue el jueves por la mañana, no sé si estaría en Sevilla el lunes y vería el Viacrucis del Consejo de Hermandades, con tantísimo público asistente, de toda edad y condición social, toda la tarde, hasta casi las dos de la madrugada, con Sevilla entera acompañando la imagen del Señor de la Salud, de la Hermandad de la Candelaria, que ha presidido el Viacrucis este año.

Si lo hubiera visto, Don Rino, razonable y teólogico, se cuestionaría (digo yo) qué tendrán los viacrucis que llenan las calles mientras las iglesias se quedan vacías (dice él) por los malos sermones de los curas.

Parole, parole, parole...¿No, Monseñor Fisichella?


+T.