miércoles, 29 de mayo de 2013

Lo de Bagnasco en el funeral (o la elocuencia de la imagen)


Comentar imágenes elocuentes (las imágenes - hasta las 'mudas' - son parlantes, clamorosas muchas veces), parece una redundancia. Si son imágenes hirientes, escandalosas, el comentario no es un acto masoquista que ahonda morbosamente en la herida, sino una especie de válvula de escape del mal humor, como cuando se saja un grano infectado para que salga el pus. Digo todo esto como prólogo a los youtubes con las imágenes, tan chocantes.

Este es el primer shocking:



Después de la polémica suscitada a raíz de este episodio captado por las cámaras, ya sé quien es ese travesti, alias Luxuria. Pero, aun conociéndolo de vista, no lo hubiera distinguido si se me hubiera acercado a comulgar tal y como recoge el yutube, mucho menos si me encuentro en una Misa de funeral con un ambiente abigarrado, agitado, crispado y electrizado. Véase este otro video:



La gente ocupa irreverentemente el interior de la iglesia, interrumpen el sermón del Cardenal Bagnasco, una señora sube al presbiterio reclamando respeto...En esas circunstancias es difícil, muy difícil, mantener un mínimo de serenidad competente para distinguir quien se acerca a comulgar. Me remito otra vez a las imágenes.

Cuando aparecen fotos de primer plano parece que Bagnasco se entretuvo unos momentos desde que el travesti (alias Luxuria) se le pone delante para recibir la Comunión. Pero, realmente, todo ocurre en unos brevísimos segundos, entre una numerosa concurrencia y en ese ambiente enervado.

¿Pudo Bagnasco reconocer al susodicho y negarle la comunión? No sé, no me atrevería a asegurar que lo hubiera reconocido. ¿Lo reconoció pero rehuyó una más que probable tensa escena y le dio la Comunión, temiendo males mayores? Recuerdo las imágenes tremendas de los gays de New York profanando el Santísimo ante el cardenal Mahoney, por poner un ejemplo de un episodio sucedido y filmado por las cámaras. ¿Temió Bagnasco algo por el estilo y por eso prefirió dar la Comunión al travesti a. Luxuria? Quizá, aunque me parece más posible la primera suposición, la confusión del instante y el ambiente: Va dando la Comunión a los comulgantes que se le acercan, uno tras otro, en tres o cuatro filas desordenadas, y, en un instante, tiene delante al comulgante travesti a. Luxuria (no muy distinto en apariencia - peinado, vestido etc,- a las mujeres que se están acercando a comulgar, pudiendo ser confundida con una de ellas); Bagnasco mira al copón, toma la Hostia y la acerca al comulgante que tiene delante, que es el travesti alias Luxuria, y, siguiendo el ritmo de la distribución de la Comunión, no tiene la suficiente consciencia para, en un instante, reconocer al personaje, detener la Comunión y amonestarle, sino que acerca la Forma a la boca: ¿Advirtió en ese instante quien era, discurrió lo que debía hacerse? ¿O ya había puesto la Forma en la boca...mientras mentalmente reconocía al personaje y advertía su error? Pienso, sinceramente, que pudo ser así. Y también que optara por evitar una escena peor, todo ello prosiguiendo la inercia difícilmente controlable de la secuencia, que no es una foto-imagen parada, sino una escena real, transcurriendo en unos segundos.

Dicho esto, digo también que Bagnasco es, al fin, responsable y culpable por haberse personado para celebrar la Misa del funeral de Don Gallo. Su obligación como obispo era encomendar al polémico sacerdote, pero eso podría haberlo hecho en una Misa privada. Con su presencia parece que aprueba la vida y costumbres del excéntrico Don Gallo, nada modélicas, tan lejos del paradigma del sacerdote católico. De hecho, la interpretación de la comparecencia del cardenal de Génova en el funeral parece como un homenaje póstumo a la trayectoria personal y pastoral de Don Gallo, como una especie de rendición ante el extravagante cura comunista.

Coherente y en su papel, la canalla de izquierda marca distancias y patea con desdén todo lo católico, tanto más si se presenta la oportunidad en un acto como ese. Con la bulla, los pitos y las voces le dejaron bien claro a Bagnasco que no le querían allí. Por su parte, Bagnasco no supo darse cuenta de que desentonaba en aquel sitio.

Es lamentable, y a la vez sumamente patética, la atracción que sienten nuestros jerarcas por esos personajes de la izquierda y sus ambientes. Les aflora una especie de complejo obrerista, restos de la indigestión de aquellas tendencias de los años 60, tan mal asimiladas por los jóvenes curas de entonces que hoy son viejos obispos con atavismos y sentimentalismos del '68. O con acomplejados sentimientos de culpabilidad que les impiden poner a las personas y las cosas en su sitio. Y por eso pasan cosas como estas: Un Cardenal desubicado en el funeral populista de un cura comunista, del que se dice que fue abortista y hasta cooperó en algunos abortos; un cura escandaloso aficionado a escandalizar.

Que en paz descanse Don Gallo, que el Señor le haya perdonado; pero Bagnasco no debía estar allí.

Y como estuvo, fue protagonista (forzado? involuntario? consciente?) de ese lamentable momento del travesti comulgante.

Al travesti (alias Luxuria) le faltó tiempo para, en la misma puerta de la iglesia, reivindicar la sacrílega anécdota como el inicio del cambio por la tolerancia pastoral pro-homosex. El demonio no pierde puntada (y los medios le siguen la jugada): Un cardenal italiano rompe un tabú y da la comunión a un transexual

Cosas que pasan cuando nuestros jerarcas no son conscientes de su Jerarquía.

Me comentaba al respecto un amigo italiano que con Siri eso no habría sucedido. Claro que no. Aunque tuve que recordarle que los lodos de Don Gallo comenzaron con alarmantes polvos ya en tiempos de Siri (o, digamos, en el post-concilio que sufrió Siri).

+T.