martes, 17 de julio de 2012

Los agentes activos (y los pasivos)


Una Misa televisada es un para-recurso pastoral comparable a un espejismo. Sin negar el vehículo de gracia que pueda llegar a ser (pienso en un enfermo, un anciano o un impedido circunstancial), la Misa televisada es un sucedáneo que no sustituye; sólo - y sólo en cierto sentido - complementa y compensa la devoción, virtulamente. De hecho, sería un buen ejemplo actualizado del ex ópere operantis, un sacramental en formato audiovisual para telespectadores.

Sin embargo, la retransmisión de un acto litúrgico puede tener un gran valor documental, y no es raro que se comente luego este o aquel detalle o particular de una Misa televisada. Hasta recuerdo algunas secciones de algunos periódicos que dedicaban una gacetilla criticando, para bien o para mal, la Misa televisada del Domingo. Un género articulístico pintoresco, cultivado por setentones de esos que mantienen un rincón de relleno en la prensa. Ahora el fenómeno blogerístico presta nuevas oportunidades a los interesados, como esta reciente publicación, que me ha llamado la atención:

La otra cara de la Misa dominical en televisión

No lo lean, que es un tostón. Si lo leen, verán que se parece a los comentarios del insufrible Andrés Pardo o a las acotaciones de los insoportables perpetradores litúrgicos de Phase o CPL. Ese estilo es el que fermentó en boca de la canalla liturgista que infecta las cátedras de los centros de de-formación teológica, passim. Mientras más provincianos y locales, más tocados por el síndrome.

Por curiosidad, para confirmar mi intuición (el olfato capta el hedor inconfundible de la pieza) me asomé al perfil del autor de la gacetilla, que resultó ser un bugninista histórico de primera. En manos de sujetos así estuvo la planificación y ejecución de la reforma litúrgica vaticanosegundista. Y si este ejemplar no hubiera colgado los hábitos y se hubiera casado, en sus manos, en algún organismo curial romano o diocesano, con mitra pastoral o con solideo de monsignore, seguiría estando el delicado asunto de la lex orandi-lex credendi, degenerando oficialmente.

La triste fatalidad es que, aun desde su exclaustrada posición desclericalizada, este sujeto (y muchos otros como él) sigue dictando, moviendo la férula del maestro de ceremonias, ordenando como deben ser las cosas de la celebración y las acciones del celebrante. Y me consta que hay despistados que se prenden al embeleco e incluso se admiran y apláuden al pseudo-liturgo y sus páutas post-conciliares.

En el articulillo que he enlazado usa expresiones/conceptos característicos:

"presbítero celebrante principal"..."presidiendo"..."escaso nivel de participación por parte de la asamblea"..."animadores de la asamblea"..."servicio a la comunidad eclesial reunida en asamblea para celebrar la eucaristía"..."canalizar debidamente la aportación(...) orientando adecuadamente el servicio (...)a la asamblea, no anulándola, sino impulsándola y animándola desde dentro."


La palabra 'Dios' aparece 1 sóla vez. A Jesucristo, ni se le nombra. Tampoco se dice 'Señor', ni 'Sacramento'. Pero sí se hacen citas netamente neo-litúrgicas como esta:

"... Los gestos del celebrante principal, como los saludos, la invitación al abrazo de paz, la elevación de los dones en la doxología al final de la plegaria eucarística y, sobre todo, el gesto emblemático de la fracción del pan, carecen, como casi siempre, de fuerza expresiva y de carga emocional. Resultan gestos rutinarios, insignificantes, chatos, incapaces de suscitar emoción alguna"

Su ideal sería que:

"...el alto nivel de participación y la fuerza expresiva de los gestos y palabras de la asamblea, fueran capaces de trascender y romper los moldes impuestos por las ondas, para que toda la comunidad de televidentes se sintiera involucrada y presente en la rica experiencia espiritual representada en las pantallas"

Y el colofón:

"...la misa de la Tele debe dejar de ser un espectáculo, para convertirse en una llamada imperiosa y conmovedora a la vivencia del misterio."

Se entiende que conceptos como estos degeneren luego, según la idiosincrasia de cada lugar, en "misas vivenciadas" como, por ejemplo, esta:




aquí otra del mismo estilo, un reportaje más extenso

En una tele-misa se pueden cometer muchos errores, de palabra (verbigracia el famoso caso del sermón indecente del perlado de Alcalá, un Viernes Santo), obra y/o omisión. Se corre siempre el peligro de contagio por imitación, en cierto paralelo con el efecto de la publicidad televisiva: Si sale en la tv es bueno. Y se imita, para bien o (más frecuentemente) para mal. La televisión es muy impresionante, y siempre hay un impresionable dispuesto a ser impresionado. Si es un caso de impresionable litúrgico, el daño suele ser proporcional a la mentecatez del impresionado.

Es solamente una muestra. Hay más y peor. Pero seguramente las excentricidades del celebrante y la participación vivencial de la asamblea serán del gusto del bugninista exclaustrado del articulete: Así es el culto católico segun la neo-liturgia post-conciliar.

¿Y la que algunos llaman "reforma benedictina", o, como dicen otros, la "reforma de la reforma"? Yo diría que, tal como transcurre, resulta bastante indefinida, lenta, insuficientemente promovida y estadísticamente insignificante. Y el efecto 'motu proprio' referido a la restauración de la Misa y la Liturgia Tradicional, lo mismo, o menos, mal que nos pese. Que nos pesa.

Interim, entre la culpabilidad indolente del episcopado juanpablista, la vieja guardia post-conciliar sigue demoliendo, degenerando y corrompiendo. Y la anarco-liturgia vive y reina, cada día más 'creativa' y menos católica.

Con las celebraciones del medio siglo del V-2º, se quiera o no, se entienda o no, se cometerán nuevos excesos, y se re-entronizará el bugninismo, con la coartada (?) y la excusa (?) de que las riquezas del Concilio están aun por profundizar y estrenar.

Todo ello enmarcado en el rutilante marco juanpablista del 'Año de la Fe'.

De la fe que se perdió por mal-celebrar los misterios de la fe.

Custos, quid de nocte?

+T