domingo, 23 de marzo de 2008

Emaús



Después de las horas de clavos y espinas,
de lienzo y sepulcro sellado,
después de la Cruz...

Desolada el alma, triste y temerosa,
se alejan del sitio con pena,
los ojos sin luz.

Van por el camino, andado en silencio,
recuerdos de muerte y dolores.
Y apareces Tú.

Tu paso se hace al de los caminantes,
que avivan el suyo contigo;
no saben Quién es.

Tú tampoco dices quien eres y hablas,
y haces que cuenten, que digan
aquello que fue.

Y escuchas la historia de tu Cruz contada,
amarga aprensión de derrota,
por primera vez.

!Qué torpes y necios, que poco sapientes
de salmos y de profecías,
que hablan de Ti!

Te oían, y ardían sus almas al don de tu voz
que despabilaba latidos
de un eco feliz.

Llegados al fin a la aldea te piden:
"¡Detente, vente con nosotros
y párate aquí!"

La mesa - Altar y Calvario -
el lienzo - sudario y mantel -
el cáliz - el agua y la sangre -
el pan bendecido y partido
al fin, Señor, te hacen ver.

!Emaús de los caminantes,
que en mesas y altares
se encienden de amores Contigo
cada atardecer!


+T.

Ut videamus!


Conozco su Rostro, nieve y rosales,
recién nacido.
.
También sé de su Faz, sangre y espinas,
crucificado.

Y hasta el Sudario, mirra en el lienzo,
de su sepulcro.

Pero el ansia temerosa de verle,
tocar y besar
es mi necesidad de cada día,
la esperanza
del amor de la Gloria que mantiene
activo el querer
que es mi pasión, mi aliento, mi vigilia:

Ostende mihi
- et nobis - Faciem Tuam!

+T.