domingo, 12 de noviembre de 2017

Efemérides nefasta


Cuando se trata de la Historia, prefiero, casi siempre, la lección de los históricos:
"El hombre que desencadenó aquella tempestad, es una figura cual no pueden señalarse muchas otras en la historia. Desde hace cuatro siglos vacila la imagen de este carácter en las apreciaciones de los hombres, y al presente el acuerdo de las opiniones parece estar más lejano que en ningún otro periodo del tiempo pasado. Pero en un punto es menester que convengan amigos y enemigos; es a saber: que por muy importante que pudiera ser la personalidad de Martín Lutero, él sólo no hubiera podido producir la revolución que rasgó para muchos siglos la unidad de la Iglesia de Occidente. Más poderosamente que ningún otro, contribuyó él sin duda a la catástrofe del antiguo estado de cosas; pero, en el fondo, no hizo más que arrojar la tea incendiaria en el combustible que se había venido acumulando durante siglos."

L.Pastor. Historia e los Papas (T.IVº,L.Iº,C.VIIº)

Con este párrafo comienza Pastor la parte de su monumental obra que dedica a la reforma luterana, que comenzó, hace ahora cinco siglos, como una controversia acerca de las indulgencias y su actualidad en aquel año de 1517. Si existe una fecha clamorosa para datar el fin de la Cristiandad medieval, esta efemérides se registró con los golpes de las 95 Tesis clavadas en el portón de la capilla de Todos los Santos de la Universidad de Wittenberg la víspera de la solemnidad titular, el 31 de Octubre de 1517.

Semejantes hechos se deben recordar, pero nunca celebrar. Hablo como católico y me refiero a lo católico, pues comprendo que un luterano de 2017 festeje emocionado su quinto centenario. Lo aberrante, en este caso, es que desde el Catolicismo se conmemore con elogios el funesto trauma.



El sello emitido por la Posta Vaticana es ejemplo de la confusa valoración producto del equivocado ecumenicismo vaticanosecundista, tan nocivo. La imagen reproducida en el timbre postal con las figuras de Lutero y Melanchton a los pies de un Crucifijo, es un particular de un todo mayor, más significativo, pues se trata del tímpano que decora las puertas de la capilla de Wittemberg**, el sitio del pecado original luterano. En el mosaico-pintura, Lutero lleva la Biblia traducida por él al alemán, y Melanchton la Confesión de Augsburgo de 1530, obra de ambos. Los dos están enterrados dentro, en el interior de la capilla de Wittemberg. Conque el sello postal vaticano no puede ser más significativo.



¿Conviene esa implícita celebración? A la Iglesia Católica, no. Al Papa, tampoco. A la Santa Sede, en absoluto.

El otro día comentaba con un amigo que lo peor es preguntarse que cuántos católicos aprobarían hoy el contenido de las 95 tesis, cuántos serían capaces de detectar los errores que contienen y cuántos las rechazarían, sin más, en bloque, como lo mandó la Santa Madre Iglesia. ¿Cuántos?

Volviendo a la cita de Pastor, también me pregunto si el combustible del post-concilio y sus derivados no son un peligro semejante al que prendió la tea luterana.

...¿y quién sería (...o será) el Lutero que armaría el incendio (...o lo armará)?????


...Y no diga nadie que el nombre empieza por F...no sea que, no sea que...



** Las actuales puertas fundidas en bronce, con el texto de las tesis luteranas reproducido en sus jambas, se mandaron hacer por el emperador Federico Guillermo IV de Prusia en 1858, en sustitución del antiguo portón de madera dónde Lutero clavó sus 95 tesis, que se quemó en el transcurso de la Guerra de los Siete años, en 1760 .


+T.