miércoles, 18 de febrero de 2009

Nuestra Santa Escuela


Mi cofrade Jesús Mª me ha regalado esta joyita, como un tesorito del Odyssey rescatado del fondo del mar de los olvidos. Es que somos -rancio él y más rancio yo - de esta conspicua Escuela, que se intitula de La Natividad de Nuestro Señor Jesuscristo, institución de la vieja Sevilla que fue y que ha sobrevivido providencialmente a través de muchos capítulos de historia propia y ajena.

Para información de los ignorantes y/o curiosos, sumariamente, las "Escuelas de Cristo" son congregaciones mixtas de clérigos y láicos, independientes, con sólo cierta vinculación espiritual, no canónica, entre unas y otras. Por regla, no pueden pasar de los 70 miembros, de los cuales 30 pueden ser del clero y 40 seglares, cuidando siempre que los sacerdotes no excedan en número a los fieles comunes. Se obligan a vivir aspirando a la perfección cristiana, y participan semanalmente en un ejercicio de oración-formación-penitencia en un oratorio, a ser posible propio. Para su regimiento, la Escuela tiene a su frente un "Obediencia", sacerdote hermano de la institución elegido cada seis meses por los miembros, y que cuenta con la ayuda de cuatro o cinco cargos también elegidos entre todos, cada uno para un servicio de atención-mantenimiento. Así de simple.
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En el ejercicio semanal (los jueves por la tarde-noche, preferentemente) se rezan unas preces, se lee y explica-predica el Stº Evangelio, se pide por turno a algún hermano que comente algo a propósito, bien sobre la Sgdª Escritura, el Credo, o algún tema de doctrina o moral; seguidamente se reza el Miserere y se practica una displina en común; se concluye con el rezo del VeniCreator, preces a los Santos patronos de la institución, y Salve a la Virgen. Así. Pero lean, lean la cedulilla impresa, que lo cuenta todo muy bien.

Aunque del dicho al hecho...Por lo pronto, la disciplina no se toma desde hace más de cuarenta años (oh, ese intervalo, esa temporada, de los sesenta fatales al hodierno dia...). ¿Por? Por razonadas causas, pero ninguna de peso y valor suficiente. En el fondo es que nadie se atreve a reconocer que nos da "complejo" disciplinarnos, y más si es a la manera que era en la Santa Escuela:

- A un toque de campanilla del padre Obediencia, dos hermanos apagan las luces del oratorio, y sólo quedan encendidas una vela semicubierta por una linternilla en la mesa del Obediencia y dos faroles al pie del Altar, flanqueando una calavera (calavera real, de un difunto real, hueso como mis huesos y los de usted). Apagadas las luces, los hermanos presentes se desnudan la espalda con decoro y modestia, toman la disciplina que previamente se les ha repartido (latiguillos de cáñamo trenzado y anudado, de unos 45 cms. de longitud y seis extremos) y se flagelan las espaldas lo que dura el rezo a dos coros del Miserere. Acabada la salmodia, se componen la ropa, se encienden las luces y se prosigue el rezo del ejercicio. Se proseguía, quiero decir, porque ya no se hace.

En paradójica y contradictoria secuencia, las penitencias han ido cayendo en tanto y cuanto más iban aumentando los actos, tendencias y omisiones penitenciables. Y me refiero al universo mundo, y a la Iglesia (¡Ay!) que es la promotora oficial de la cosa: "Paenitentiamini et credite Evangelio!". Salvo algunas reservas espirituales (que no digo cuales, cuya reserva me reservo), hoy no se flagela quasi nadie. Alguna vez conté aquí que ya ni hacían flagelos ni nada. Nada.

Conque la Escuela, ahora, sólo reza. Y reza cada vez menos porque no reza lo que y como tenía que rezar. En mala hora, se "adaptaron" los rezos del latín al castellano vulgar; y en peor hora el adaptador siguió adaptando sine freno. La última barbaridad fue invitar a doñas a algunos ejercicios, y terminarlos con un piscolabis, una merienda "pia" para el concurso asistente.

Sí, ya toca que diga eso, ahí va: O tempora, o mores!



Pues eso.

Y por eso me ha congratulado el regalito de mi confratello. Es una cedulilla de recuerdo y propaganda, por los Pactos Lateranenses, que ahora hacen 70 años y lo están celebrando con una exposición y otros actos en el Vaticano y en Roma. Y aprovechando la fausta ocasión, la Stª Escuela se hacía también publicidad. Señal de que no andaba suficientemente bien nutrida de miembros activos la Stª Escuela, deduzco.

Peor estamos ahora. Yo hace una temporada que no asisto, por excusables motivos y válidas razones. Pero también, mayormente, por falta de virtud (mía y de los demás, los otros pocos que son y deben estar).

En fin, que ahí quedó mi testimonio, con explícito mea culpa.
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p.s. La vanitas de Champaigne no es adorno. Es que también tenemos calavera (una media docena en uso) en la Stª Escuela, tal cual una vánitas barroca, con su relojillo de arena y todo, todo, todo: Espíritu es lo que nos falta, calaveras no.

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