martes, 29 de julio de 2014

La otra visita a Caserta


Si un Papa iba a Caserta (si hubiera ido), iría a ver a SS MM los Reyes de Nápoles y las Dos Sicilias. Un precioso eco borbónico que, imposiblemente, ni pasó ni ha pasado, porque cuando un Papa ha ido a Caserta, no ha sido para ver al rey (que no hay, ¡ay!) sino para visitar a un pastor protestante, un herejete pentecostal. (Ahora, con toda justicia ciceroniana, conviene que declamemos gravemente el 'O tempora, o mores', a coro).

La cosa no tiene gracia, ni es para parodia. Pero, como nos hemos acostumbrado a las promiscuidades ecuménicas, los besos a todos y las sonrisas ubicumque, que el Papa de Roma compadree con un hereje no sólo no escandaliza, sino que parece bien. Y todos aplauden.

En su estilo, según acostumbra, PP Franciscus también ha hablado, ha dejado en Caserta unas cuantas confusas frases que hoy recogen los medios y mañana no sé si pasarán a la crónica pontificia francisquera. Digo que no sé si serán recordadas en la AAS porque no suenan bien (a los piadosos oídos, como decíase antaño). Me refiero a estas palabras:


"El Espíritu Santo hace la diversidad en la Iglesia y esta diversidad es tan rica, tan bella; pero después, el mismo Espíritu Santo hace unidad. Y así la Iglesia es una en la diversidad. Y para usar una palabra bella de un evangélico, que yo quiero mucho: una diversidad reconciliada por el Espíritu Santo". (leer en Zenit)

¿Qué quiere decir esto? Puesto que se dice en un meeting entre católicos y protestantes pentecostales, sin ulteriores explicaciones que aclaren un sentido católico y ortodoxo, lo que parece decirse es que los cismas y las herejías son simple diversidad creada por el Espíritu Santo (Kyrie, eleison!!); que el pecado de la heterodoia y el cisma son una especie de juego (Kyrie, eleison!!) del Espíritu Santo que después construye con la diversidad de los fragmentos alegres y polícromos mosaicos eclesiales (Kyrie, eleison!!).

Obviamente, las glosas oficiales al sermoncete ecuménico de Caserta se aplicarán a explicar rectamente las palabras francisquistas, palabras dichas en el calor de la emoción y el entusiasmo del momento, palabras dichas sin papel, improvisadas, frescas, de iglesia de ventanas abiertas. Y el repertorio habitual de notas a pie de páginas y off the record.

A propósito, podríamos preguntarnos - entre otras muchas cuestiones -  dónde queda la Dominus Iesus ratzingeriana etc. etc. etc. Pero esos tiempos con documentos de luz y esperanza ya han pasado. Parece que ha pasado toda una época, tan lejos estamos (o nos están llevando).

Ahí quedó, pues, en la Caserta real sin reyes, la equívoca prédica papal-francisquista.

Estremece pensar que el que habla es el Cabeza Visible de la Iglesia. Esa Iglesia en la que, sin distingos, parece considerar que están todos, como si la amistad fuera el pase infalible para ser y estar en la Ecclesia Domini.


+T.