martes, 14 de abril de 2009

14 de Abril, glorioso aniversario (y el único digno)

Un memorable 14 de Abril del año del Señor de 1759 entregaba su alma a Dios el maestro Georg Friedrich Haendel. Cada uno da gloria a Dios como puede, sabe o quiere. Pero algunos Le dan gloria con algo más, merced esta que se prodiga en el mundo del arte...si glorifica a Dios y Le sirve. En el caso de la música, este don gracioso es absolutamente universal, porque no es un edifcio en un sitio o una pintura o una escultura que están en determinado lugar. La música, por gracia de Dios, se puede interpretar y oir en cualquier sitio y por cualquier hombre animado por la gracia, ya sea para tocarla o para oirla.

Coral Thine be the Glory, del oratorio Judas Macabeo





Si Händel fue uno de estos tocados por la gracia de Dios, no me cabe duda que amar su música es otra gracia igualmente divina.

Zadock the Priest, The English Concert dir. Simon Preston




Quizá, por las circunstancias de su pequeña historia, ha sido el músico que más y mejor sirvió nunca a la monarquía (una monarquía, of course). Pero estoy persuadido de que la inspiración es religiosa, que piensa en The King y no en one king, me parece evidente considerando los reyes que fueron sus mecenas.

De El Mesias, vaya este yotube, con una aria cantada por el insuperable Alfred Deller:




Lo admirable es que Haendel concibe esa música dulcísima para el texto de Isaías 53, 3 ss.

"Despreciado, desechado por los hombres,
abrumado de dolores y habituado al sufrimiento,
como alguien ante quien se aparta el rostro,
tan despreciado, que lo tuvimos por nada."

Es todo un ejercicio de piedad reinterpretar el Cántico 4º del Siervo con esta música de fondo. En Haendel se intuye una experiencia cristiana entendida desde la piedad personal y reinterpertada en su música con una luz casi sobrenatural.

Se cuenta como anécdota que al sufrir el ataque de apopeljía que terminaría con su vida, expresó el deseo de morir el Viernes Santo. Murió el Sábado Santo, un 14 de Abril hace hoy 250 gloriosos años, con su música glorificando a Dios y tan oída y famosa como nunca pudiera imaginar el maestro.

Y sus óperas, que no sé qué yotube poner y mejor caigo en el tópico bello que en el raro excéntrico, porque el aria del Rinaldo nunca falla (y el Philippe Jaroussky, con todo su aire afectado, la canta muy bien, la verdad):




Pero la Cecilia Bartoli también la canta deliciosamente, con la letra del Trionfo del tempo e dil disinganno "Lascia la spina cogli la rosa":




¿El francés o la italiana? Yo diría que el francés, tiene un trémolo precioso, y más voz que la Bartoli (que tiene más "técnica", quizá). Bueno, está bien el proscenio del teatro de Vincenza para cantar a Haendel y cerrar este articulillo de efemérides tan memorable.

Otra no hay, el 14 de Abril.

¡Viva Haendel!

*** Las instituciones criminales, abyectas, anticristianas y ateas no tienen efemerides, salvo la del recordatorio de los ominosos.

¡Viva Haendel! (otra vez)

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Descendió a los infiernos


Los que sepan catecismo - cada vez son menos - sabrán para qué descendió Cristo a los infiernos: -Para liberar a los justos que estaban esperando su santo advenimiento. Esa es la respuesta que se enseñaba en el Catecismo al comentar-explicar el Credo Apostólico, que incluye ese artículo del Descensus ad inferos.
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Como la Cristología se ha ido haciendo ultimamente sobre las especulaciones de los incrédulos y no sobre la fe de los creyentes, nuestros cristianos cada vez saben menos y dudan más. Hasta el Concilio, la Teología Católica se fundamentaba en la Escritura y la Tradición (Magisterio, Padres, y Doctores de la Iglesia). Desde el Concilio, cualquier exegeta de última hora o el último libro del último autor tiene más "peso" que los 20 siglos precedentes. Tristemente.

El que quiera informarse sobre la cuestión un poco más allá de la escueta (pero cierta) respuesta del catecismo, mejor que lea la obra del p. Antonio Orbe, un experto católico insuperado (insuperable?) sobre temas de teología paleo-cristiana, por ejemplo este capítulo sobre el Descensus ad inferos, magistral.

En suma, es la revelación de Cristo a la humanidad "retenida" en ese lugar/estado no bien definido en el Antiguo Testamento, denominado "sheol" o "seno de Abrahám". No es un lugar propiamente de condena, sino una privación de la Gloria. Cerrado el Edén para Adán y su descendencia, los justos no pueden gozar post-mortem de una felicidad preternatural/sobrenatural que tienen vedada. Tampoco pueden ir propiamente al infierno, puesto que los méritos personales de cada uno merecen la recompensa de Dios. De ahí la retención de los justos en ese "limbo de los padres", como también se le llama.

Existe un evangelio apócrifo, atribuído a San Bartolomé apóstol, que narra extensamente el descensus, con la característica imaginería de los textos apócrifos, tan influídos por conceptos extraños a la doctrina verdadera de la Iglesia, casi siempre por contaminación de ideas-conceptos provenientes de sectas heréticas, la mayoría de las veces gnósticas.

La iconografía greco-ortodoxa representa la Anástasis-Resurrección según la imaginería que escenifica el Descensus ad inferos: Cristo vestido con túnica blanca pisa y rompe las puertas del infierno-hades, aplastando al diablo vencido, y toma con sus manos a Adán y Eva, representados como ancianos que tienen detrás a todos los demás Justos retenidos (se suelen representar a Moisés, reconocible por los rayos que le despuntan en la frente o por las tablas; y al rey David, que lleva corona; y así a otros profetas y patriarcas del Antiguo Testamento). En otras iconografías occidentales dependientes de este prototipo, se representa al Señor desnudo, cubierto con el sudario blanco y portando un estandarte con una cruz, dirigiéndose a unas figuras que representan igualmente a Adan y Eva etc. Otras veces aparecen junto a Cristo unos Arcángeles, a manera de séquito, y no es raro que porten los instrumentos de la Pasión: Cruz, lanza, corona, caña, flagelos, etc.

El Descensus, ocuparía en los Misteria Vitae Christi ese intervalo que media entre la Muerte-Sepultura y la Resurrección. En Cristología se explica que Cristo no baja al infierno corporalmente, sino sólo en alma (unida sustancialmente al Verbo), puesto que aun no había ocurrido la resurrección carnal-corporal, que acaece "al tercer día" para cumplimiento de las Escrituras que así lo profetizaban.



Una de las homilías pascuales más bellas de la antigüedad cristiana recrea con una intensa emoción este momento, la conversación de Cristo con Adán:

Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva.

El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo, nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: “Mi Señor esté con todos”. Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: “Y con tu espíritu”. Y, tomándolo por la mano, lo levanta, diciéndole: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y seré tu luz. Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: ‘Salid’, y a los que se encuentran en las tinieblas: ‘iluminaos’, y a los que duermen: ‘Levantaos’.

A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti, Yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti, yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al abismo; por ti, me he hecho hombre, semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del paraíso, he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado.

Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada; contempla los azotes en mis espaldas, que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados, que habían sido cargados sobre tu espalda; contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero, pues los he aceptado por ti, que maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido.

Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado, por ti, que en el paraíso dormiste, y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso.

Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy la vida y que estoy unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilara; ahora te concedo que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.

El trono de los querubines está a punto, los portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han sido abiertos los tesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado desde toda la eternidad».


Es una de las lecturas más bellas y emocionantes de entre las que se leen en Semana Santa, en el Oficio de Lecturas, el Sábado Santo. No se sabe su autor, sólo que es una homilía pascual de los primeros siglos, recogida como "homilía antigua sobre el grande y santo Sábado" (PG 43, 439. 451. 462-463). Una preciosa meditación para esta Semana de la Octava de Pascua.
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+T.

domingo, 12 de abril de 2009

Alegrías de Resurrección

Ahora que ha pasado la "tensión" de la Pasión y se ha resuelto todo en Aleluya!, me pasa (casi siempre me pasa) que se me destensa la cuerda y me da la risa floja por cualquier cosilla que tenga la más mínima gracia (o yo se la encuentre). Incontenible e indiscretísima proclividad que me deja al descubierto en la más pías instantáneas.
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El síndrome aflora, a veces, ya la tarde del Viernes Santo (miserere!) y en los Oficios casi siempre es un peligro cual espada de Damocles, al acecho del más mínimo tris. Serán los ratos-horas de Monumento y toda la Cuaresma con sus seriedades, pero más de un Viernes Santo vespere me ha dado la risa floja. Recuerdo uno, en mi pueblo, cuando el cura traía el Crucifijo cubierto para la adoración, y mi amigo el C*** va y me dice bajito: - "¿A que parece un jamón?". Absurdo, totalmente absurdo, pero desde aquel momento yo miraba al Crucifijo velado de morado y lo que veía era un jamón. Y seguidamente la risa floja de mi amigo el C*** y yo, en el banco de la primera fila y descompuestos de risa.

Los amigos son mi peligro, sobre todo unos cuántos de verdad y andanzas que nos leemos el pensamiento y sólo necesitamos incoar la copla para montar sin más un tabladillo de comedia, basta un guiño. Engaña el semblante, porque mientras más adusto y serio, más tremendo el humor (el buen humor). Un marco piadoso con especial rompimiento posible de risa es la Vigilia Pascual, con más "oportunidades" porque tiene más secuencias, y cada rito es un riesgo. Por ejemplo aquel año que mi hermana, cuando traían en procesión el agua para la pila bautismal, dijo: - "!Qué cántaro más raro!" y mi tia le corrije: - "Calla. Eso no es un cántaro, es un 'nánfora'!" Aparte la risa sofocada, estuvimos con el pitorreo del "nánfora" hasta Julio, por lo menos. O la otra vez que había uno que se dormía, dando cabezadas, y quemaba con la vela el abrigo de la de delante, con un olor a chamusquina por toda la iglesia. Y nosotros detrás, sofocados de risa.

Pero la risa más incontenible de "resurrección" me sucedió en el Santo Sepulcro, allí mismo, en Febrero del año 2000, en pleno Jubileo. Fue con mi amigo Ángel, otro que me provoca risorios incontenibles. Estábamos en la Basílica, rezando un rosario en torno al Santo Sepulcro. Al terminar nos acercamos a la capilla de los coptos alejandrinos, en la parte trasera de la edícula. En esa capillita, el revestimiento edificado sobre la gruta del Sepulcro dejó sin cubrir una parte apreciable de la roca viva original, a ras del suelo, en una esquina debajo del altar de la capilla. Siempre hay un monje copto, rezando y custodiando, con un cestillo para las ofrendas al lado. Cada vez que he ido al Sepulcro estaba ese mismo monje (o su clon), de unos 40 años, barba negra entrecana, con el gorrillo bordado de crucecitas que le cubre las orejas, y su ropón negro, sentado en una sillita baja, con un librote de rezos sobre las rodillas, sin levantar el rostro, sólo para dar la bendición a quien se la pide.

Pues resulta que sobre aquella roca viva del Sepulcro hay siempre un tazón de cristal con aceite y una mechas ardiendo. En Tierra Santa yo soy besucón compulsivo y beso todo, hasta las murallas y las puertas y las cerraduras (no exagero). Por supuesto, me arrodillé para besar la roca del Sepulcro, allí, en la capilla copta. Mi amigo Ángel, que nunca quiere ser menos, allá que fue detrás mía, para besar también. Se puso de rodillas, se apoyó con las dos manos en la roca...y se resbaló dando con la boca en el tazón de aceite que se volcó encima y se puso perdido de aceite, que por poco sale ardiendo. El monje copto cerró el libro y rompió a reir a carcajada limpia y se tuvo que salir de la capilla, y yo, allí mismo, doblado de risa, agarrado a la reja de la capilla, viendo a mi Ángel caido entre la roca y el aceite, una estampa. Cuando se pudo levantar y limpiarse la cara aceitosa (y el hocicazo que dió, que por poco se parte la boca), el monje copto, agradecido por el buen rato que le hicimos pasar, nos regaló a cada uno dos crucecitas, dos velitas, y un frasquito del aceite aquel, muy estimado. Después, cada día de los que estuvimos en Jerusalén y volvíamos a rezar al Santo Sepulcro, el copto nos veía, nos saludaba inclinando la cabeza y con una sonrisa guasona de oreja a oreja. Creo que fuimos el chiste de los coptos durante aquella temporada, y seguro que todavía no se les ha olvidado mi amigo Ángel cayendo de boca encima del famoso tazón de aceite.


Una gloria que todavía me hace reir cada vez que la recuerdo, porque tuvo que ver. Ustedes no se imaginan.

Como ven, pequeños solaces y gratos jolgorios de piedad. Escuché un día decir que eso era el demonio, que nos tentaba con la risa. Yo digo que no, en absoluto: Son buenos humores piadosos, chispas de alegría y caramelitos de fe que saben a gloria, muy buenos para los nervios.

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Inneggiamo! - un oratorio pascual verista -

Para solemnizar la Resurrección, me parece mejor, más emocionante, el Inneggiamo que el Aleluya, mejor Mascagni que Häendel. Una de las gracias del verismo - sempre Italia! - es la comprensión de lo heroico, lo lírico y lo operístico - in somma - en la vida común y corriente de la gente.

Con más o menos resistencia, llega un día en que descubrimos que también somos "gente". A algunos, esta certeza se les hace insoportable y la disfrazan con oropeles o sombras chinescas, una huida al castillo de arena al que todos tenemos derecho de fantasía, es comprensible. Otros no lo soportan, y cargan tintas negras sobre lo oscuro y no dejan leer (no pueden leer-se) el negro sobre blanco que es la escritura de la vida, de cada vida. Los más sabios, tocados por la gracia, son los "veristas" que hacen vida con la vida y se reconocen héroes y amantes y resistentes y profetas y sabios y personajes de una pequeña leyenda de pequeña vida, sin tramoyas de escena, pero con intensidad sincera que hace admirable lo sencillamente vivido.

En Cavalleria Rusticana se canta la vida y la muerte, el amor y las pasiones del amor, una historia en un pueblo con música para las palabras y los sentimientos. En medio de todo esto, transcurre el Misterio:





Dependiendo de gustos y medios disponibles, los maestros de escena montan esa procesión pascual que comienza - como un trémolo de voces - con el Regina Coeli y continua con el glorioso Inneggiamo! Es la escena "corazón" y centro de la ópera, todo lo que ocurre debe retornarse a esta escena, a los pasos con las imágenes del Señor Muerto y Sepultado y Resucitado; y a la Addolorata, que es la misma que recibe el exultante Regina Coeli, laetare!

Ocurre toda la ópera verista del Mascagni en las horas breves de una luminosa mañana de Domingo de Resurrección, en un pueblo de Sicilia. Se vive la alegría, vino y sol, aire perfumado de azahar y enamorados; se presiente el dolor, la sangre, la muerte; se resigna la tragedia, el destino. Y el telón cae apenas se oye el grito: -"Hanno ammazzato il compare Turitu!"

Pero en el eje de todo ha quedado plantado como un venturoso olivo de paz y esperanza el himno de la Resurrección: - "Inneggiamo, il Signor non e morto. Inneggiamo al Signore risorto. Oggi asceso alla gloria del Ciel...Inneggiamo, il Signor non é morto! Inneggiamo il Signor é risorto! Oggi a asceso a la Gloria, a la Gloria del Ciel, a la gloria del Ciel!!!"

En el youtube de arriba canta Elena Obratsova, tan propia en el papel de Santuzza; en estos que siguen hace de Santuzza Fiorenza Cossotto, intensa y arrebatada también, con Karajan a la batuta, envolvente como el aroma degli aranci sicilliani (y unos subtítulos feísimos en japonés):











Fiorenza Cossotto en Tokio:






En fin, que ya he dicho que prefiero la Cavallería Rusticana como verista "oratorio" de Resurrección.

¡Feliz Pascua Florida!

+T. & # ~

jueves, 9 de abril de 2009

La ansiedad de Getsemaní


El nombre de la escena es "agonía". Y es justo, porque es el combate interior de nuestro Cristo. Pero también fue ansiedad dolorosa. Recuerdo una Semana Santa que me decía mi director espiritual que Getsemaní fue la Pasión del Corazón del Señor. No sé si era una apreciación suya o si la habría oído él mismo en alguna plática. Era jesuíta y entendía de los Misterios tal y como se exponen para las meditaciones de las 4 semanas de los Ejercicios. Echo mucho de menos a mi padre Lecaroz, por estas cosas que me decía, que me servían tanto.

Es cierto que la Oración de Cristo en Getsemaní es una formidable tensión. Después de la explayación afectiva en el Cenáculo (que es, todo a la vez, Institución y Amor, Rito y Testamento), Jesús se entrega a la Pasión absolutamente, "sabiendo todo lo que se le venía encima", dice el Evangelio. La certeza de la Pasión, tan dificil de asumir por los Apóstoles ignorantes, es en Cristo una vocación consciente. Y se vive con toda su descarnada intensidad desde el Huerto de los Olivos.

Tengo la convicción de que ora en voz alta para que los Apóstoles, aquellos tres, Pedro, Santiago y Juan, escuchen y aprendan esa forma de orar en ese momento de su Vida que un día ellos participarán en sus vidas, y necesitarán hacer ese tipo de oración, la única posible cuando "llega la hora". Es una oración que empieza pidiendo y termina ofrendándose. Las oraciones "cristianas", a la manera de Cristo e inspiradas y movidas por su Espíritu, son así: Piden primero y después se entregan. El Padrenuestro es así, y Getsemaní es el Padrenuestro hecho carne, vida y pasión de Cristo. Es una excelente e iluminadora oración meditar el Padrenuestro, palabra a palabra, recreándolo haciendo composición de lugar de Getesemaní, cuando la Oración del Huerto de Nuestro Señor.
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Acaba la oración y la escena, sin solución de continuidad, sigue con la llegada de la hueste de sayones y soldados, la traición de Judas y el prendimiento del Señor.

Antes están esas llamadas a la oración con Él, para que oraran y velaran con él. Y los Apóstoles, aquellos tres, se dormían, incapaces de sostener con su vigilia la intensa, agonizante, ansiosa oración de su Maestro: La oración del Redentor, con súplicas y con lágrimas, hasta con sudor de sangre que empapó la tierra de Getsemaní.

La primera sangre de la Pasión fué sangre de oración, con angustia, agonía y ansiedad. Y los hombres soñolientos no pudieron acompasarse al rezo del Señor, que valía por el clamor de todos los hombres y suplía la oración de todos, dormidos para la gracia que estaba latiendo en el pecho agonizante, ansioso y orante de Jesús.

Cor Iesu orans, miserere!

+T.

Entre el Monumento

El Jueves Santo que revivo cada año es el mismo que aprendí el primer Jueves Santo que recuerdo, siendo un chiquillo de siete u ocho años. Después se ha ido completando, se ha hecho más profundo, más sentido, pero los elementos son idénticos: Altar, Sacerdocio, Sacramento, Monumento.
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Debería decir también Caridad, pero eso, más que verse, está en todo lo demás: El Amor de Dios que pide nuestro amor.

El Evangelio "los amó hasta el extremo" es el summum charitatis, un cúlmen de amor de Dios por amor a los hombres, todo como gran preámbulo emocionado de lo que iba a acontecer: Su Sacrificio.

De todo esto, un niño entiende grosso modo, pero lo intuye también todo con esos golpes de consciencia infantil que sabe más que lo que parece comprender.

Y mi alma se fijó estática delante de aquel Monumento primero que aprendí, alhelíes blancos y flores de jarro, claveles y lirios. Cirios con llama olorosa y un incensario dejando un suave velo de aroma santo.

- "Ahí está el Señor!", me decían. Y yo entendía y sin ver creía y sentía una invencible atracción, ternura y poder a la vez del Dios que encubre su presencia en el Sacramento, reclamando fe y amor de los hombres a los que amó hasta el extremo.

Sin saberlo todavía yo sentía lo que reza la oración de Laudes de este Jueves sagrado: "Nuestra Salvación, Señor, es quererte y amarte..."

Para esto y por esto lo hizo todo: Sacerdocio, Rito, Sacrificio, Comunión, Altar, Sacramento.

Creerle, desearle y amarle es corresponderle en su Misterio, que es de amor y por amor.

Laus Tibi, Christe, Sacerdos noster et Amor!

+T.

miércoles, 8 de abril de 2009

Santificar las cosas

Estos días se canta en todas las Catedrales católicas un himno gregoriano, antiguo, del siglo VI. Es un canto cristológico, pero que canta las excelencias del olivo, la aceituna y el aceite. El óleo que se bendice y consagra en la Misa Crismal se hace con aceite de olivas, el Óleo de Enfermos y el de Catecúmenos se bendicen pronunciando el Obispo sobre ellos la oración correpondiente, muy bella cada una. El Crisma, antes de su consagración, se confecciona de forma especial: Primero se añaden ungüentos aromáticos al aceite, luego se mezclan usando una espátula, después el Obispo sopla sobre el recipiente que lo contiene, finalmente pronuncia una oración consecratoria, a mitad de la cual los sacerdotes presentes tienden todos la mano derecha sobre el Crisma para participar de la consagración.

El rito se celebra propiamente la mañana del Jueves Santo, una ocasión especial en la que el Obispo reúne a todo el Presbiterio Diocesano. Pero se concede trasladar la Misa Crismal por razones oportunas a alguno de los días primeros de la Semana Santa. En Sevilla hace muchos años ya que se celebra la mañana del Martes Santo.

Cuando los diáconos y los acólitos llevan al Altar los óleos para su bendición, se canta el O Redemptor:

O Redémptor
súme cármen
Témet concinéntium.

Árbor foéta álma lúce
Hoc sacrándum prótulit,
Fert hoc prona praésens túrba
Salvatóri saéculi.
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Consecráre tu dignáre,
Rex perénnis pátriae,
Hoc olívum, sígnum vívum,
Iúra cóntra daémonum.

Ut novétur séxus ómnis
Unctióne Chrísmatis:
Ut sanétur sauciáta
dignitátis glória.

Lóta ménte sácro fónte
Aufugántur crímina,
Úncta frónte sacrosáncta
Ínfluunt charísmata.

Corde nátus ex Paréntis
Alvum ímplens Vírginis,
Praésta lúcem, cláude mórtem
Chrísmatis consórtibus.

Sit haec díes fésta nóbis,
Saeculórum saéculis
Sit sacráta dígna láude,
Nec senescat témpore.

En Semana Santa los ritos son especialmente significantes de la Santidad que sobre el Mundo ha derramado su Redentor. Se bendicen olivos y palmas, se consagran óleos, también se bendice y consagra el cirio elaborado con cera de los panales. Y el agua. Las oraciones nombran a los seres: El olivo, la abeja, el agua, el mar, el fuego, la luz. Se canta con la boca, y se besa, y se exhala el aliento o se sopla. Y se come y se bebe.

Son seres sencillos y hasta elementales. Todo en dependencia expresiva del Misterio que se hizo presente en la Historia y sigue operante a través de la Iglesia. El Verbo Encarnado ha santificado las cosas para que las cosas sirvan por su Gracia de medios de comunión con Dios y para Dios.

Entiendo, sin embargo, que el mundo se nos ha vuelto "difícil" para la simplicidad de los ritos, su uso y su siginificado. Antes, antigüamente, ungir con aceite era una forma de medicina común, ahora hay que explicar y extenderse en profundizar el significado de la acción ritual. Lo mismo respecto a otros ritos, como el beso. O la misma Comunión.

La comunión en la mano es una de las novedades más discutibles y susceptibles de malentendido surgidas de la liturgia post-conciliar. Aparte de la ruptura de una práxis sacramental y devocional secular, con la innovación se ha perdido reverencia y conciencia de adoración. Y - lo más lamentable - también se ha debilitado (extinguido?) la consciencia de la Presencia Real.

No descalifico a todos los comulgantes en la mano, pero sí me muestro resistente a esa forma de administrar el Sacramento por cuanto incurre de hecho en un minimalismo eucarístico que desvaloriza a los ojos de los fieles (sobre todo - y de manera escandalosa - para los menos formados, pero también - de manera imperceptible pero igualmente negativa - para los más preparados).

En la Catedral de Sevilla, los días solemnes, se desvela esa magnificencia de las cosas que concurren con su presencia y uso a su "vocación", aquella utilidad sacra para la que fueron concebidas. Y no otra. Si el organista toca en el órgano una pieza sacra, la música sirve a su Creador y a la creatura, alaba a Dios y facilita el acceso del fiel al Misterio; si en cambio interpreta una bagatela fútil o una piececilla moderna de su gusto, trivializa el momento y deja en suspenso el nivel sacro para descender a una frívola insustancialidad cualquiera.

Una de las claves de verdad del Credo cristiano es que lo Sacro se ha hecho posible y accesible porque ha ocurrido verdaderamente entre los hombres y para los hombres. Cuando la Iglesia celebra no inventa rituales, sino que practica la potestad recibida para acceder a lo Sagrado desde el mundo y sus cosas. Lo que en las religiones paganas era un "intento", en el Cristianismo es una verdad, y en la Iglesia encuentra su plenitud.

Por eso el grandísimo valor de cada cosa, de cada acción. Creer bien comporta hacer bien lo que hay que hacer con lo que hay que hacer y como se debe hacer. Si no, es que se cree poco o se cree mal.

+T.