viernes, 4 de mayo de 2012

El súbito


Arrecia otra vez la campaña del 'santo súbito!', en estos días en que se ha cumplido el 1er. aniversario de la beatificación. Ahora pronostican que la canonización puede estar a la vuelta de la esquina, para dentro de un año, si se dilucidan los cuatro o cinco milagros que están siendo valorados para presentarlos o no en la causa. Me imagino que el cardenal Dziwisz seguirá estando muy empeñado en el asunto, urgiendo.

Como antes, sigo manteniendo que las prisas, las aceleraciones, esconden el miedo de que si la causa de canonización se retarda pudieran aparecer obstáculos insuperables, objecciones determinantes, recuérdense los casos de encubrimiento de pederastías y el del escándalo Maciel. ¿Qué más podría salir, qué otras sombras? Don Stanislaw Dziwisz debe saberlo muy bien, ya que estuvo tan cerca de todo durante aquellos años entusiastas, de jubileo perpetuo y viaje papal semanal.

En estos mismos días, por un casual, han salido a relucir de los fondos de mi desordenda biblioteca, dos o tres ejemplares del Stat Veritas del magistral Romano Amerio. El librito, casi un opúsculo, es de los escritos más traumatizantes que recuerdo; esta misma tarde lo comentaba de pasada con un amigo al que le produjo el mismo efecto traumático, porque el breve trabajo de Amerio te coloca frente a un magisterio insostenible, que contradice al Magisterio anterior y sugiere conceptos incompatibles con la doctrina de la Iglesia. El golpe es como el que pudiera recibir un chiquillo que descubre por accidente las debilidades de su padre y sus defectos, algo así.

Sobre los cambios introducidos por el mismo Juan Pablo II en el procedimiento de las causas de canonización, ya he escrito varias veces en ExOrbe, comentando el declive de la Congregación competente, la decadencia de los procesos, la desvaloración/depreciación de las causas pendientes y de las resueltas, etc. También recuerdo haber dicho que algunas de las causas, antes de la reforma juanpablista, no hubieran resistido ni el primer exámen, ni siquiera se habrían incoado. La del mismo Juan Pablo 2º, probablemente, tampoco.

Antes, se trataba de medir un concepto de santidad conforme con metros muy exigentes, con rigurosas probaciones que aseguraran aquella sentencia que marcaba el paso de lo natural a lo sobrenatural: Hic digitus Dei! Aquí está el dedo de Dios! la señal de la santidad admirable, el signo de lo Alto.

Ahora parece que todo lo arrolla, con precipitación, un entusiasmo por el personaje, una carrera por ponerlo en meta, por verle arriba del todo, cuanto antes mejor.

Alguna vez me he preguntado que si el maestro Romano Amerio, muy fino y discreto, dejó en su Stat Veritas 55 breves y contundentes glosas a otros tantos pasajes de la Tertio Millenio Adveniente, de 1991 (más otras XIX glosas al discurso pronunciado por Juan Pablo II en el Collegium Leoninum de Paderborn, del 24 de junio de 1996), si sólo en esos dos documentos papales pudo apostillar Amerio una crítica tan sólida, ¿cuánto no se podrá decir y acumular, en el mismo o semejante sentido, de todas las publicaciones y documentos pontificios del Papa Wojtyla?

¿Se han examinado todos, todos se han testado con escrúpulo, tratándose de quien se trata? Porque el Stat Veritas de Amerio postula, demanda, exige, una revisión de todo aquel 'magisterio'. Obviarlo es exponerse a la evidencia.

Decía Amerio en el prefacio del libro que estaba persuadido de que su deber era confrontar, estando al servicio del Magisterio de la Iglesia, siempre venerable.

Yo tengo la impresión de que, en este caso, en la causa súbita de JP2º, tal veneración no existe, no ha existido, prevaleciendo por encima de todo un desmesurado entusiasmo, una precipitación que esconde tras la fascinación por un personaje el miedo a profundizar en su obra. Por las consecuencias (o las inconsecuencias).

&.

14 comentarios:

Esteban Falcionelli dijo...

Va opinión publicada en su momento:

http://argentinidad.org.ar/un-mal-dia

Cordiales saludos en Xto.,

Roberto Hope Sánchez Mejorada dijo...

Beatificar a Juan Pablo II fue darle una palmadita al modernismo. Canonizarlo sería darle una bofetada a la Tradición y sembrar la confusión en la Iglesia

Miles Dei dijo...

Es interesante este otro aspecto de la asunción de la inmanencia en el ser católico. La canonización del lider.

Con el principio de inmanencia el voluntarismo y la obediencia ciega han entrado a formar parte de la nueva ascética nemovimental afirmando la primacía de la voluntad sobre la verdad (voluntad de poder). Por tanto y según este criterio es más santo el súbdito que obedece a la autoridad que el que actúa conforme a verdad aunque ello le lleve a oponerse a una autoridad errada.

Pero hay una consecuencia más seria y es que se tiende a canonizar el liderazgo. A mayor éxito de liderazgo y por tanto éxito de autoridad en arrastrar súbditos en obediencia ciega y sentimentalismos mucho más ciegos de pasión al lider, habrá mayor santidad. Esto forma parte también de la neoascética y explica ese ansia de exaltación triunfal del lider en todo momento por encima de toda verdad, lo que se mira es el lider que nos lleva a la victoria, entendida esta como victoria mundana en forma de grandes masas, innumerables páginas, concentraciones, etc.; sin olvidarnos, por supuesto, de grandes cuentas de beneficios. En definitiva, el juanpablismo es hijo de esta necesidad de exaltación de un lider -para estudio posterior es ver en que parte es buscada y en que parte es espontánea-.

Les basta ver la cantidad de sitios y personas católicas que hablan de "liderazgo", para entender la importancia que ha adquirido este pensamiento moderno. Y el lider es el lider del pueblo en vida y santo -héroe en el pensar del pueblo en el lenguaje inmanente- después de la muerte.

Eso explica la génesis filosófica de esta perversión canonizatoria de un Papa por el mero hecho de serlo y actuar como tal que ya va camino de alcanzar a Benedicto XVI -lean al cicornio hace unos días deseando el santo súbito para nuestro actual Pontífice por el mero hecho de hacer su trabajo: regir la Iglesia-

Miles Dei dijo...

Por eso al católico imbuído de modernidad como asumpción del principio de inmanencia le da igual lo que puedan sacar de falta de virtudes heroícas en un candidato. Basta con ser recordado como lider del pueblo y punto. El Santo Subito posmoderno es un grito que esconde muchos momentos y conceptos narrados en 1984.

Santo Tomás decía que la verdad de la vida estaba antes que cualquier otra cosa, incluso la ley eclesiástica y la sanción más temible: la excomunión por la autoridad de la Iglesia. Pero eso sólo lo puede decir un santo medieval. Para alguien que "piensa" después del realismo escolástico estamos en otro universo. Eso de contemplar la autoridad del que habla sometidoa a la verdad de Dios y proveniente de ella es dudar de que el lider es dios en la tierra y menoscabar su autoridad.

Valga la cita del prólogo de Stat Veritas que versa sobre este mismo tema:

El pensamiento del hombre tiende a identificar la autoridad de la palabra con la autoridad de quien la dice. Pero nosotros, tras haber tomado en consideración dicha tendencia teñida de subjetivismo, la impugnamos devolviéndole a la palabra el valor que tiene por sí misma. El hablante es importante, porque lo que se salva de la crítica es precisamente el hablante, y no la palabra pronunciada. El valor de la persona humana permanece (y como se ve, es el valor fundamental), pero el valor de la persona humana no debe prevalecer sobre el valor de la palabra divina, sino someterse a ella.

Tal vez quien habla sea sapientísimo. Tal vez quien habla sea elevadísimo. Tal vez quien habla (si su intención es aplicar dicho carisma) sea incluso infalible. Pero, incluso en este caso, la palabra vivirá con independencia de quien la ha pronunciado: ella dirá—o no dirá lo que ella diga o no diga, sea lo que sea lo que diga o no diga quien habla.

La trinitaria Autoridad del Texto Sagrado afirma sabiamente que "en el principio era la Palabra" (Jn. 1,1). No dice que en el principio era el Pensamiento, porque la Autoridad de Dios quería poner de relieve tres cosas: en primer lugar, la causalidad sobrenatural del Verbum sobre la palabra verdadera pronunciada por el hablante humano; en segundo lugar, su consustancialidad con el Padre, que expresa en sí mismo el Verbum, la Palabra; y en tercer lugar, su coeternidad con el Padre, que el Verbum expresa desde el principio.


Perdon por la extensión, pero esto son cosas que creo deben decirse sobre el tema y no veo forma más sencilla de hacerlo.

Anónimo dijo...

Opino que la canonización se hará, deprisa y corriendo, por supuesto.

Opino que los obstáculos, objeciones etc.... aparecerán después... cuando ya esté hecho el desaguisado.

Opino que debe ser esta una batalla intensa dentro del Vaticano, en la que algunos están posiblemente dándose mucha prisa al tiempo que se esfuerzan por presionar, esconder y ocultar... hasta que llegue el momento.

Opino que al final todo será utilizado para atacar a la Iglesia, intentando ponerla en evidencia, con artillería de grueso calibre. Se argüirá entonces: ¿Infalibilidad? ¿Qué infalibilidad?

Son opiniones, posibilidades, no lo quiera Dios pero el camino ya está marcado y revelado, tenemos certeza de que sucederán cosas.

obrerocatólico dijo...

El problema que yo veo, trasladando a nivel mundial lo que se lee por nuestra Patria, es la cantidad de opinadores sobre cuestiones religiosas que se mueven en una "tierra media", en un "quiero y no me atrevo", un "sí pero no". Falta valentía para denunciar de una vez por todas y sin ambajes lo que supuso realmente para la Iglesia y para el mundo el CVII. Es mi humilde opinión. Gracias Pater por estos artículos. Que Dios le bendiga. DEO GRATIAS.

Hyeronimus dijo...

¿Dice que tiene dos o tres ejemplares del Stat Veritas, padre? ¡Le compro uno ahora mismo! (Como vivo en Sevilla, es fácil; no tiene más qué decirme a qué hora lo puedo encontrar en su despacho parroquial.)

Por falta de tiempo, no suelo escribir muchos comentarios, pero no puedo menos que felicitarlo por la valentía con que dice en el blog y en el púlpito cosas que pocos se atreven a decir.

Anónimo dijo...

Y a la que te descuides, Doctor de la Iglesia.

Terzio dijo...

Sorry, Hieronimus, pero no están disponibles (ya los he regalado).

Si te interesa, mira aquí y aquí

Por supuesto, si quieres venir un día y saludarme, encantado (entre semana, después de Misa, mañanas sobre 10'15 y tardes sobre 7'30).

Salutem!

'

Anónimo dijo...

PEDRO HISPANO: Pregunto si alguien sabe de algún estudio en español sobre uno de los aspectos más inexplicables -por usar un término suave- del pontificado del Magno. Y son sus públicas peticiones de perdón por actuaciones de sus antecesores. Son absurdos porque absurdo es pedir perdón por los supuestos pecados de otros. Son escandalosos porque ¿a quién pide perdón? Si es a Dios no tiene por qué hacerlo en público. Y si es al mundo ¿qué pretende con ello? Aparte de ensuciar a la Iglesia que eso sí lo consiguió. Y son injustos porque juzga desde el siglo XX de actuaciones que se produjeron en contextos completamente distintos. Quiero pensar que se dejó manipular por alguien. De todos modos la conclusión sería que lo mejor era cubrir el recuerdo del responsable con un piadoso velo de olvido y no caer en este delirio sin sentido.

Anónimo dijo...

Obrero católico lea VATICANO II: UNA EXPLICACIÓN PENDIENTE. Brunero Gherardini.

Augusto del Río dijo...

PARA EL ANONIMO DEL 4 DE MAYO 2012 que pregunta sobre algún estudio en español sobre el asunto de los perdones del papa Juan Pablo II le puedo mandar un comentario que publiqué en Panorama Católico (A DIEZ AÑOS DE UN ACTO INFAME) y que generó una serie de comentarios interesantes. También publiqué en Panorama ¿No habrá que corregir la Fides et ratio? sobre la encíclica de santo súbito. Si lo desea me comunica un correo electrónico y se los mando.

Augusto del Río

Roberto Hope Sánchez Mejorada dijo...

Un estudio muy extenso y nada elogioso por el Padre Luigi Villa sobre el pontificado del neo-Beato Juan Pablo II puede encontrarse en
http://www.chiesaviva.com/430%20mensile%20spa.pdf

Ale dijo...

Y hablando del Padre Luigi Villa, excelente también su libre "¿Pablo Vl beato?"