No soy nada filo-curialesco. Me parecen ridículas las aficiones a purpurados y mitrados que alimentan algunos, adictos a la clerecía (la alta clerecía) como otros son fans de la pseudo-aristocracia de prensa rosa. Pero mantengo una discreta y proporcionada atención a la Curia y sus personajes (digo Curia refiriéndome a la romana, las demás, por regla general, no merecen atención sino paciencia).
Por eso me hice de Gianfranco Ravasi un cierto perfil, dado que era de los que se veían venir e iban haciendo, pian piano, su currículum, sin prisa pero sin pausa. De cara y de tipo resulta simpático, un prelado rubicundo y mofletudo que valdría de modelo para un cuadro de costumbres de esos que pintaban orondos clérigos tomando chocolate. De entre los nuevos cardenales recién nombrados en el Consistorio del pasado Noviembre, es uno de los más jóvenes. Debe de tener méritos y facultades, desde luego tiene un currículum interesantísimo, destacando como biblista y arqueólogo, incluso llegó a trabajar en Tierra Santa con uno de los "grandes" de la arqueología bíblica, el famoso p. Roland de Vaux, y también con la no menos célebre Kathleen Kenyon; supongo que la colaboración sería breve y que le pudo más el tirón clerical que el arqueológico, algo digno de tener en cuenta. A la gente le impresionan estas cosas.
Se dijo que se le frustró el nombramiento-ordenación episcopal por unas equívocas palabras sobre la Resurrección del Señor. Pero no mucho después fue ordenado obispo, con altos encargos en la Curia Romana. Del 2007 al presente, su carrera ha sido fulgurante. Insisten que sus palabras equívocas no fueron fortuitas o malentendidas, sino que sabía lo que quería decir. Cuando he leído este artículo suyo, me he sentido verdaderamente inquieto y preocupado, porque el que escribe es un cardenal con el capelo recién estrenado:
Cercare Gesú nella storia (buscar a Jesús en la historia)
Apenas se le echa un vistazo al artículo, por encima, lo primero que se concluye es que Ravasi es hombre de su tiempo, un sacerdote formado en aquellos seminarios y facultades eclesiásticas de los 60-70 donde se enseñaban a los autores capitales del protestantismo moderno y se arrinconaban a los Padres y Doctores de la Iglesia. Piú meno. Es llamativo el florilegio de autores que se citan en el artículo: Reimarus, Renan, Weiss, Schweitzer, Bultman; se explica porque se habla de lo que se habla y es necesario (?) que salga a relucir esta galería de monumentales des-cristianos.
Según Ravasi, estaríamos en una "tercera fase" de aquel fenómeno que comenzó con el racionalismo del XVIII proyectando sobre los Santos Evangelios un prejuicio que arrancaba de la filosofía racional-naturalista que negaba absolutamente la realidad de lo trascendental-sobrenatural, y, por ende, todo lo que significaba la Revelación y el Misterio de Cristo. Por eso la insistencia de todos estos autores en desautorizar y desacreditar a los Evangelios, o de explicarlos desde perspectivas historicistas o existencialistas, reduciendo los Textos Apostólicos a mera expresión subjetiva de la fe, más o menos elaborada, de la primitiva comunidad cristiana, sin valor ni carácter histórico, apreciables en sí mismos según cierta fenomenología, como sería el caso del concepto bultmaniano de "desmitologización" aplicado a los Textos Sagrados.
De estos autores proviene la equívoca distinción entre el "Jesús histórico" y el "Cristo de la fe"; el primero sería el individuo real, conocible como un simple hombre de su tiempo y circunstancias; el segundo sería el personaje creído y proclamado por sus discípulos/creyentes. La mera aceptación de este teórico postulado, supone ya la negación de la Fe y el Dogma cristianos, si no explícitamente, sí de forma implícita. Aunque lo que late en ese historicismo pseudo-cristológico es (otra vez) el prejuicio de corte kantiano que se abstiene del conocimiento (imposible) del Cristo Revelado para atender sólo al Jesús "fenomenológico" que se puede rastrear en los datos históricos contrastados según ciertos parámetros cientificistas, no teológicos, y ajenos a la exegética patrística y escolástica de la tradición católica .
Desgraciadamente, esa teoría no-cristiana (de hecho anti-cristiana, en cuanto esconde una negación de la divinidad del Señor y su misterio) se ha asumido y divulgado tan ampliamente que hoy es raro encontrar una cátedra cristológica o un autor que no se haga más o menos eco de la especie. Se ha vuelto común la consideración de que se ha pasado de la Cristología (que es Teología) a una nueva "ciencia" que sería la "Jesusología", que no es ya teología (puesto que se niega o se obvia la divinidad de Jesucristo), sino mera indagación "histórica" sobre quien ellos prefieren llamar (solamente) "Jesús de Nazareth". Como paradigma de adonde conduce esta "tercera via" de exégesis/exposición crítico-histórica estaría la obra (bastante ponderada por Ravasi) del jesuita americano John P. Meier, que presentó su ya famoso ensayo con el escandaloso título de "Un Judío Marginal"; dice judío marginal refiriéndose y definiendo (descalificando/desmitologizando) a Cristo. Toda una declaración de intenciones y de conclusiones expresada desde la portada de su obra (4 tomos, como subraya Ravasi).
En su obra, Meier concluye, entre otras cosas, que lo más probable es que los llamados "hermanos de Jesús" sean realmente sus propios y auténticos hermanos naturales. Siguiendo un sutil formulario muy bien articulado por otros autores de su género, Meier deja ahí la afirmación, le da vueltas, la retoma, la razona, la contrasta, etc. Nunca dirá claramente lo que sabe que no debe decir, pero deja el silogismo preparado para que el lector concluya; una forma esta de exponer archi-tipificada, como acabo de decir, en múltiples autores de tendencias modernistas. Sobre lo demás que dice Meier, juzguen Uds. según la muestra. Y saquen conclusiones.
Para la "reconstrucción" del "Jesús histórico" falseado, desfigurado, transformado, mitologizado, exaltado y divinizado (según ellos) por los 4 Evangelios y demás Escritos del Nuevo Testamento, Meier (y los de su "escuela") utiliza métodos de crítica filológica e histórica, recurriendo a fuentes relativamente paralelas, co-tangentes, coetáneas, etc. Según la consabida técnica analítica de espectro contrastadamente científico, disecciona los Textos Sagrados con el escalpelo de su prejuicio, descarnando las narraciones de los Evangelistas y los Apóstoles hasta dejarlas en una re-versión apta para ser asumida por una mente a-cristológica.
Si llegado a este punto digo "arriano", es porque son evidentes los planteamientos pre-nicenos que laten en las tesis (no formuladas) que se pueden extractar de la obra de Meier y las de otros autores de su misma cuerda.
Una historiografía cristológica resulta fascinante si se ocupa de perfilar y profundizar el marco temporal (histórico) en el que se realizó y consumó el Misterio de Cristo; como ejemplo magnífico véase la clásica obra Jerusalén en Tiempos de Jesús, de Joachim Jeremías (un autor luterano más cercano al catolicismo que algunos de nuestros teólogos y biblistas "oficialmente" católicos). Si la investigación histórica sobre el marco temporal neotestamentario pretende ir más allá, corre el riesgo de convertirse en una especulación hipotética mediatizada por el criterio que quiera darle el autor en cuestión; en todo caso siempre será una interpretación de muy relativo valor que nunca podrá sustituir a la cristología dogmática ni a la exégesis tradicional, ni mucho menos afectar al Dogma Cristológico.
El peso de estos nuevos autores y sus estudios/conclusiones se siente de manera muy acusada en la exégesis y la cristología bíblica actuales. Ravasi, para perplejidad nuestra (mia y de otros muchos católicos conscientes), cita a dos, los dos españoles (con perdón), el catalán Armand Puig i Tàrrech y el vasco José Antonio Pagola. Este último especialmente polémico por el tufo contra-cristológico de su bien publicitado libro "Jesús. Aproximación histórica", una obra expresamente desautorizada y puesta en entredicho por nuestra Jerarquía, que obligó a la Conferencia Episcopal Española a sacar una nota de censura: Nota de clarificación sobre el libro de José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica.
También recurre Ravasi, finalmente, a esa ambigüedad indefinida, tan característica, que critica agudamente el gran Romano Amerio en su (cada vez más imprescindible) Iota Unum. El Emmº y Revmº Sr. Cardenal Gianfranco Ravasi concluye su articulete con esta cita:
"...Certo è che rimane sempre viva quella domanda che Cristo aveva lasciato serpeggiare nel suo uditorio e che Mario Pomilio aveva posto al centro del suo Quinto Evangelio (1975): «Cristo ci ha collocati di fronte al mistero, ci ha posti definitivamente nella situazione dei suoi discepoli di fronte alla domanda: Ma voi, chi dite che io sia?»."
No se pilla los dedos, no lo dice él, lo dice otro. Pero Don Gianfranco dice lo que el otro dice y, de alguna manera, lo dice él. ¿Pretende dejar así la cuestión, en el aire, suspendida in perpetuum, una pregunta sin respuesta, como la inquietante partitura de Ch. Ives The Unanswered Question?
Porque, díganme (díganse) ustedes: Cuando Cristo hizo esa pregunta a sus Apóstoles (cfr. Mt 16, 13 ss.), ¿qué pretendía? ¿Dejar la cuestión flotando en el éter, como una perpetua interrogación sobre Él y su Misterio? ¿O quería una respuesta creyente de sus Apóstoles? Del texto se desprende que el Señor quiso que sus discípulos le respondieran según el nivel de su vocación; así, la respuesta vulgar de los discípulos no satisface al Señor, sino que sólo la confesión de fe del apóstol Pedro "...Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" merece la aprobación, la confirmación y la bendición de Jesucristo ("...bienaventurado tú, Simón..." etc.).
Ravasi, al escoger esa cita postrera, deja el interrogante sin responder. ¿Esa es la no-respuesta de un Cardenal? ¿Así confirma en la fe a sus hermanos? ¿Esa es toda la fe (en suspenso) que puede testimoniar un recién nombrado cardenal? Según algunos autores de cierta pseudo-teologia mal fundamentada en una confusa filosofía, ese sería el ideal: No encontrar, sino buscar; no contestar, sino preguntar; no definir, sino proponer; no concluir, sino plantear; no llegar, sino caminar; no el fin, sino los medios; no la madurez sabia sino la juventud inquieta. Esas cosas.
Lo más chocante es que el articulete del Cardenal Ravasi con esa cita ponderada de la obra de Pagola ha coincidido casi con la noticia de que al libro en cuestión se le ha retirado el nihil obstat que le concedió Mons. Uriarte, el entonces obispo de San Sebastián, su protector. La anécdota de la coincidencia se vuelve - repito - estupor si se considera quién es Ravasi y se reflexiona sobre lo que supone que un cardenal emita tales opiniones sobre una obra y un autor censurados y en entredicho.
Conque tomen nota y no le pierdan de vista. Se llama Ravasi, Eminentísimo y Reverendísimo Señor Don Gianfranco, Cardenal Ravasi, del título diaconal de San Nicolás in Cárcere.
¿Otro más para la lista de los Martini, Schönborn, Kasper...etc.???
p.s. Sobre el enigma del cómo y porqué gente así llega a ser miembro del Sacro Colegio, no me pregunten porque cada vez tengo menos respuestas decentes.
+T.
10 comentarios:
Apreciado D. Terzio: En otro lugar me he referido en un comentario a la ternura de algunos de sus artículos y a la mordacidad de algunas de las respuestas a sus críticos. Perdone que se me escapara en aquella ocasión referirme a su seriedad teológica.
Agradezco su vigilancia y su buena escritura y aprovecho para desearle unas muy santas fiestas de Navidad.
me pregunto... ¿cuando nombraran cardenal a alguien como Sanchez Abelenda? O será que se proponen entre ellos y luego se nombran entre los de la misma línea...
Felicitaciones por la amplia presentación del cardenal Ravasi, al cual hasta ahora yo conocía muy poco.
Me considero incapaz de entrar en el fondo teológico del asunto. De todos los autores citados sólo he leído un poco la obra "Un judío marginal" de Meier (son cuatro tomos, y recuerdo haber leído un poco uno de ellos).
De lo único que me veo capaz es de terciar en el hecho de que el trabajo científico nunca podrá llegar al nivel del misterio de la fe. Los trabajo científicos pueden aportar datos, pero entiendo que el creyente siempre deberá dar el salto de la fe sin las más o menos aproximativas seguridades de los estudios científicos.
Con mis mejores deseos en estas entrañables celebraciones navideñas.
Estimado Páter:
Lo felicito por este muy valiente artículo.
Si no recuerdo mal, fue Donoso en su carta al Card. Fornari quien profetizaba que las viejas herejías volverían a resurgir.
Ahora vienen por la Divinidad de Ntro. Señor Jesucristo, poniendo en duda la veracidad de los Evangelios y descartando toda interpretación tradicional por muy patrística y apostólica que sea.
Ya están en el atrio.
Muy bien, Terzio. Continúe, por favor, presentándonos esos pesonajes.
¡Qué lamentable! Hablando precisamente de Bultmann comenta Ratzinger «la escasa protección que proporciona la alta cientificidad contra errores de bulto». Parece que tampoco la Gracia de Estado ni las altas prendas de ortodoxia, piedad y valentía que adornan a S.S. el Papa le libran de errores in eligendo.
Dice la 1.ª de San Juan (lectura de estos días): «¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo».
Pues eso es lo que hace la ralea que va de Renán a Bultmann y a sus epígonos pagolerdos: negar que Jesús es el Cristo.
Muy bueno D. Terzio. Si está mal visto hablar de arrianos, también se puede decir ebionitas. Pero nada como pre-nicenos, je, je.
Atribuir todo rasgo divino de Jesucristo a elaboraciones de la Iglesia primitiva es el punto de partida, más que la conclusión, de toda esa literatura jesusista con más o menos aderezo crítico (histórico, filológico o psicológico). Y sus autores, claro, niegan también al Padre: el Dios patriarcal y terrible del AT es otra «elaboración» semejante. Esto conduce a la religión del Espíritu Santo, con un Dios casi impersonal e inmanente cuyo profeta es su Jesús. Un vago deísmo a pique de panteísmo. Se verifica así uno de los esquemas de la teoría de Seifert del trinitarismo original, tan sugestiva.
Históricamente, existe una relación causa-efecto: El criticismo racionalista del XVIII provocó que bastantes clérigos luteranos, calvinistas, anglicanos etc. terminaran derivando hacia credos antitrinitarios y deístas.
Un caso muy particular sería el de nuestro paisano J.Mª Blanco White, que remató deísta (y se duda incluso de su postrer credo...si conservó alguno).
Así deben estar actualmente (se supone/se teme) los pagolas y demás; les falta reconocerlo, que los c*xones que les echan a sus libelos anti-cristológicos lo demuestren declarando lo que son y quitándose la máscara.
Por eso - y otras cosas más - es tan inquietante lo de Ravasi.
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