viernes, 16 de julio de 2010

La confusión anglicana


Me permito decir "confusión" en vez de "confesión" para referirme a la Confesión Anglicana (confusión anglicana). Toda vez que la confusión parece haberse instalado en la jerarquía anglicana, debajo de cada mitra, imponiendo un desvarío muy grave que concluye, en algunos casos, con secesión interna y formal. Pero el fenómeno no es de ahora, sino que ha sido una de las tendencias más acusadas del anglicanismo desde su institución.

Más que el protestantismo de origen luterano y calvinista, ha sido el anglicanismo la gran matriz de la diversificación de la reforma protestante y su difusión. En los mismos tiempos en que se constituye y perfila la Iglesia Anglicana y durante los siglos XVII y XVIII, surgen en Inglaterra los movimientos que tenderán hacia un protestantismo más radical, de corte continental, que serán los que se expandan por la América británica y proliferarán luego en multitud de nuevas "iglesias", fundaciones y sectas: Puritanos, congregacionalistas, evangelistas, baptistas, metodistas, cuáqueros, etc. La historia inglesa y la versatilidad del carácter británico son, en gran parte, las circunstancias que explican esta expansión/proliferación, ligada finalmente a la idiosincrasia de la nueva sociedad que se iba gestando en las antiguas colonias americanas, los hoy EEUU.

Recalco este particular histórico porque se puede rastrear perfectamente la descomposición del anglicanismo original hasta inventos tan desnaturalizados como el unitarismo del siglo XIX, el trascendentalismo o - quizá en el punto más extremo de esa evolución de la degeneración - eso que se llama "cuaquerismo no-teísta" (supongo que decir simple y llanamente "ateo" se evitó por motivos extrañamente "piadosos"). Insisto en que todo esto surgió y desvarió desde el anglicanismo anglosajón original.

Debe ser profundamete desasosegador, una constatación intraquilizante, desestabilizadora, ver que la jerarquía de la Iglesia de Inglaterra, cabeza de las "iglesias" que se reconocen como pertenecientes a la Confesión Anglicana, resuelve confirmarse en contra de su propia tradición, contemporizando con ideologías anticristianas como el feminismo y falseándose a sí misma en cuanto jerarquía aceptando la "ordenación" de mujeres. Un absurdo letal que comenzó hace unos 30 años, cuando se admitieron a las primeras candidatas, que - en consecuente lógica - ahora arriba a su último capítulo proponiendo finalmente el acceso definitivo de las mujeres al "episcopado" anglicano.

He escrito entre comillas "ordenación" y "episcopado" para señalar el relativo valor real de tales conceptos referidos al anglicanismo, puesto que no se reconocen como válidas ninguna de las ordenaciones sacramentales realizadas en el anglicanismo, un hecho definido grave y rotundamente por el Papa León XIII en su célebre carta Apostolicae curae, de 13 de septiembre de 1896:


"...al ser totalmente arrojado del rito anglicano el sacramento del orden y el verdadero sacerdocio de Cristo, y, por tanto, en la consagración episcopal del mismo rito, no conferirse en modo alguno el sacerdocio, en modo alguno, igualmente, puede de verdad y de derecho conferirse el episcopado; tanto más cuanto que entre los primeros oficios del episcopado está el de ordenar ministros para la Santa Eucaristía y sacrificio...Con este íntimo defecto de forma está unida la falta de intención, que se requiere igualmente de necesidad para que haya sacramento...Así pués...pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas..." cfr Dz 1963-1966

En el caso de las supuestas ordenaciones de mujeres, se sobreponen invalidez sobre invalidez y nulidad sobre nulidad, en una aberrante duplicidad al cuadrado, por defecto de materia-forma-ministro-persona. Pero esa es la actualidad del anglicanismo hoy, desconfigurado hasta en la misma médula de su "jerarquía", ya de por sí tan insustancial desde antes de la incorporación a ella de sus mujeres.

Por eso la reacción del anglicanismo más consciente contempla la ruptura como una absoluta necesidad, y la conversión al Catolicismo como la única salida verdaderamente digna. Yo diría que es la gran vocación desde los tiempos de los tractarianos, J.H. Newman y el Movimiento de Oxford, la única luz que se vislumbra cierta y válida desde el tunel del pasado y el presente anglicano en vistas a su futuro.

He puesto de ilustración el retrato que el aristocrático Laszlo pintó al entonces Arzobispo de Canterbury, Cosmo G. Lang, tan célebre como discutido, uno de los prelados que, yo diría, inauguró durante sus años como arzobispo, primero de York y luego de Canterbury, la deriva de la jerarquía anglicana contemporánea. A pesar de todo, la jerarquía inglesa conservó su sólida significación dentro del stablishment británico, indiscutible por obvias inclusiones institucionales/estamentales, preservando su estrecha vinculación original con la Corona y la aristocracia de pares y lores del reino. Pero desde los años '70 es un tema cada vez más discutido, incluso sometido al desgaste sufrido por la misma monarquía en general (y la Royal Family, en particular).

En contraste con aquel anglicanismo de aristocrática figura, la imagen del anglicanismo actual, con sus aberrantes impostaciones, aparece como una caricatura, una sátira quasi carnavalesca de lo que no es ni debiera ser. Miren la foto, simplemente:



No es una instantánea de un gay-pride, sino una fotografía real: Esa es la "jerarquía" mixta-unisex que se ha impuesto en las "iglesias" anglicanas de los USA y que pronto se adoptará también en la aristocrática Inglaterra. Los huesos de Cosmo Lang y sus hermanos arzobispos de Canterbury se estremecerán en sus tumbas. No es para menos.

Como cierta razón que explicaría la crisis, podría suponerse la vertiginosa atracción que la "cultura" moderna/post-moderna, imponiendo su discurso y sus parámetros a las antiguas instituciones referenciales, cuyos propios miembros están sumamente afectados (traumatizados? acomplejados?) por el poderoso síndrome de la modernidad. Quiero decir que los prelados han sucumbido, se han rendido y han quedado cautivos en el gran parque temático de la globalidad y sus innovaciones. La excusa de no ir a remolque de la historia, de no quedarse anclados al siglo que pasó, resulta siempre un argumento muy efectista cuando se arguye en un medio, el eclesiástico, que ha renunciado más o menos implícitamente a sus necesarias y fundamentales señas de identidad, arraigadas en una tradición a la que se obvia o de la que se apostata.

Este último párrafo lo he escrito con una cierta doble intención/reflexión, porque pensaba (me refería) también a la verdadera Iglesia (Católica) y sus desconcertantes circunstancias, tan pésimamente gestionadas por nuestra (salvo contadas excepciones) muy mediocre e "insuficiente" jerarquía.

Durante un tiempo, los anglicanos y sus "iglesias" fueron la gatera de escape para los malos clérigos católicos, que huían con sus barraganas y se "reconvertían" en clérigos anglicanos, con todas las "ventajas" de su muy acomodado sistema. Desde Newman, sin embargo, quedó patente el sentido del justo y recto movimiento: Es hacia Roma, la dirección señala a la Iglesia Católica como una firmísima brújula cuyo norte es invariable porque es uno, único. Y no hay otro.


Sin intención expresa, con una de esas "coincidencias" que me suelen suceder, he escrito una variación sobre el mismo tema en casi las mismas fechas que el año pasado, Julio del 2009, y el anterior, Julio del 2008. No tenía, como digo, intención, salvo que el subconsciente del blog me haya inducido a volver sobre el tema.

Necesariamente, a un par de meses de la beatificación del gran John Henry Newman, ruego para que la Divina Providencia saque bien de estos males, pues son males (del pasado y del presente) que afectan directa e indirectamente a la fe, con repercusiones que no se circunscriben al ámbito del anglicanismo, sino que expanden su onda venenosa mucho más allá, y afectan a todo el cuerpo de la Iglesia. Por contaminación, por contagio.

Bad influences anglicanas que infectan a los malos católicos. Algunos incluso han llegado a comentar que "La Iglesia de Inglaterra marca el camino". ¡Que Dios les sane el sentido, y los libre y nos libre! (a nosotros de ellos y a todos del mal). Amen.


+T.

1 comentario:

Conde de Monforte dijo...

No le tengo especial cariño al refranero,pero no puedo evitar decirlo:
una imagen vale más que mil palabras.