miércoles, 8 de octubre de 2008

La afrenta de los energúmenos

Por poner un título, que la cosa es peor. Y me afecta, porque estoy en este mundo con esas cosas (aunque tan consciente de que esas cosas no son del mundo que asumo como mio). El malestar se me vuelve profundamente reactivo. Sin peligro para los responsables, porque la mayoría de los "históricos" ya murieron (menos mal), y los presentes están fuera del alcance de mi indignación. Sin embargo, tengo que convivir con afectados infectados, la mayoría inconscientes (aunque también trato con algún que otro perversamente instalado en la ofuscación de las "élites").

La envidia - que es pecado capital, cabeza de otros muchos - se disfraza de tantas cosas como tantas son las realidades envidiadas. La envidia - que es "tristitia boni alieni"; tristeza de/por/a causa del bien ajeno - llega algunas veces en algunos casos al paroxismo de destruir el bien deseado y no gozado. En las páginas de sucesos aparece con relativa frecuencia y universalidad la escena de la fea que arroja ácido u otro corrosivo al rostro de la bella; o quema, o corta, o hiere de la forma que sea. También se repite que el agresor sea el amante no amado, despechado y violento por no ser querido, por ser despreciado, ignorado, y no poder poseer a su pretendida y deseada. Una tragedia con una víctima y un criminal, relativamente perturbado, pero siempre culpable en cuanto consciente del mal que hace, queriendo y odiando.

La patología, aunque corriente, tiene dificil excusa. Cuando reinaba el sentido común, en otros siglos, nadie se llamaba a engaño y rara vez se pasaban por alto las aberraciones contra la estética. Una cosa era poner cara de monstruo y cuerpo deforme a una gárgola que servía para escupir agua desde un saliente del tejado, y otra muy distinta imaginar la belleza corporal figurada de un arcángel destinado a exornar el retablo de un altar; pero, aun así, un dragón se hacía hermoso en tanto que dragón, y en su sentido propio. Y se distinguía, y se sabía. Alguna vez se permitía la broma, el juego divertido y equívoco, pero en proporciones y circunstancias aceptadas comunmente, sin falsear por malicia o incompetencia. Y siempre con la maestría del autor patente, incluso alardeando de saber hacer arte con lo feo, deforme o grotesco.

Pero este no es el caso, en el "arte" contemporáneo, me refiero. Desde el desprecio de las formas, un degenerado estado de fastidio hiper-saturado encontró la excusa de la novedad por la novedad para inventar una anti-estética que se impuso por la dictadura de las vanguardias sobre un acomplejado snobismo burgués, siempre insatisfecho y a la búsqueda de últimas experiencias. Estragados en el gusto y auto-alucinados en su hermético subjetivismo, tocaron la fláuta de Hamelín y se llevaron detrás un público acrítico, víctima de una obsesión inducida, bajo la fascinación de un engaño y la recurrente atracción de nada. Empachados, ahítos, de placer en placer, por probar límites, un día comieron estiércol hediondo y dijeron que lo podrido era de buen gusto, e impusieron el corrompido gusto, y muchos gustaron y dijeron sí, y compraron con oro estiércol para ver, oler y saborear. Y ya no hubo vuelta atrás, porque el precio pagado hacía irreversible el paso.


Todo esto es por la "exposición" - Le Louvre, une autre fois - de monigotes del monigotero (una de las más envilecidas personalidades del mundo moderno) Picasso, desgracia nacida en Andalucía, allí donde vivieron y reinaron e hicieron escuela los Grandes a los que nunca alcanzó (y el lo sabía). La petulancia del envidioso se agrava en furia interna si entiende y encuentra motivo de inspiración, con el tormento de aspirar y no poder y no llegar; siempre queriendo, nunca alcanzando. Y la carcoma de la entraña se vomita en falso arte, que disimula la impotencia con la provocación absurda. Eso fue y eso hacía.

Para que entiendan los que sepan y se empecinen los afectados, en Le Louvre han colocado la obra del arte al lado del adefesio del energúmeno. Con el pecado explícito de que se pretende magnificar al fantoche a costa de empequeñecer al artista. No se busca la admiración de Velázquez, sino el aplauso para Picasso; ni para Velázquez ni para el Greco ni para Goya, a los que perversa y equívocamente se ha sumado la monstruosidad engañosa del aborrecible que vivió y avarició fortuna apostatando de España y enchiquerándose francés.

Basura al fin. Perfil de un mundo que ha hecho de gentuza de esa repugnante laya sus gurús culturales. Y digo para las otras artes degeneradas lo mismo (precisamente están radiando en nuestra penosa Radio Clásica unas patochadas de L.Berio y de G.Ligeti. Vaya lo uno por lo otro, tales para cuales).

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6 comentarios:

Ignacio dijo...

Decir eso, mucho peor dicho, me supuso un anatema civil que arrastro, gravemente.

Pero comparto, Vaya que comparto.
No hay reflexión ninguna, ni valoración válida ni argumentación: ha de ser dentro de los parámetros de la corrección política; eso es el gran arma del presente: la confusión, la algarabía: y parece que triunfan.
Parece.

Mendrugo dijo...

Me encanta oír estas cosas, que mucha gente piensa, a alguien de tanto gusto como tú, Terzio.

Por supuesto que la clave es la envidia. Pero por buscarle una filosófica, la estética energúmena niega el pulchrum trascendental.

El diccionario define energúmeno como "persona poseída por el demonio". (Atinadísimo). Y lo que las envidiosas y las celosas echan a las bellas es vitriolo. (Lo tradicional). Otra mención sulfúrica.

En cambio es muy paradójico que el genio popular haya llamado a esas fealdades "adefesios". La alusión paulina tiene su guasa, como la segunda acepción de escatología (que con razón asocias a esas perversiones del arte).

Ignacio dijo...

Pero cuanta obviedad
Claro que tiene buen gusto: me cito y se hizo amigo mio; es evidente.


link al mendrugo.

Bombilla dijo...

Lo has conseguido has llegado a la mismo conclusión a la que Castelao llegó en 1921 cuando viajó por Europa becado por la Junta de Ampliación de Estudios.

Éste político nacionalista gallego que, tras el devenir del partido al que pertenecía se adscribe sin titubear a la izquierda, llega a la conclusión de que Picasso no sabe dibujar y no llegará a nada.

Castelao no pudo comprender un hecho que había sucedido en 1907: el nacimiento del cubismo, que supuso el segundo cambio en la concepción del espacio desde el descubrimiento de la perspectiva en el renacimiento. Tú lo denuncias después de que Picasso hubiese pasado por el retorno al orden, vuelta a la figuración de formas esenciales y rotundas, y de que el cubismo haya supuesto el nacimiento del poscubismo y de múltiples manifestaciones artísticas que influyeron en tantas imágenes publicitarias que seguramente te han parecido estupendas.

Ese artista, del que tu sapiencia afirma que no sabía pintar, se presentó con muy corta edad a las Exposiciones Nacionales de Pintura con unas obras figurativas y realistas muy de tu gusto. Pero su discrepancia con tus ideales estéticos lo llevó a París para descubrir el cubismo. Ante la repercusión plástica de su descubrimiento, el país gabacho siempre le suplicó que renunciase a la nacionalidad ESPAÑOLA y escogiese la francesa, a lo que Picasso nuca accedió. Por este motivo el mismísimo dictador Francisco Franco no tuvo la autoridad necesaria para negarle la libre entrada y salida en ESPAÑA durante su mandato, Picasso entraba y salía cuando y como le daba la gana -sobre todo para ver las corridas de toros-.

Ese segundo genio español, uno de los pocos que logró comprender la percepción el espacio que tenía Velázquez, supuso la segunda revolución en la concepción espacial de las figuras desde el Renacimiento. Tú pretendes, desde la argumentación de “palabros” engolados y no desde un riguroso estudio histórico-artístico, cargarte la obra del mayor genio del arte ESPAÑOL.

Terzio dijo...

Oh! Una bombilla. Bien.

Dejo el comentario hasta con su insultillo de suficiencia pedante para lección de todos: Así hablan y ese es el discurso de los "domesticados". Una de las paradojas de las "vanguardias" es que se auto-presentan como inconformistas con el "arte oficial" (dicen ellos) para terminar instalados y "exigiendo" el mismo trato y comparación con lo que ellos pretendían "romper"; al final son los bastardos sustitutos (espero que el "palabro" que dice la bombilla que digo sea del gusto de los domesticados y serviles aleccionados) que rentabilizan su "inconformismo" en el mercado de las sucias artes; el monigotero afrancesado es uno de los peores y más corruptos ejemplos de lo que digo (hay más como él, lamentablemente).

Sólo me ha gustado del comentario que saque a relucir al clarividente Castelao, cuius non sum dignus. Somos una élite exquisita, perspicaz y nunca engañada, que ve el mamarracho en el adefesio y la incapacidad disfrazada de novedad por su inconfesable insuficiencia formal e inspirativa. No es que no quieran, es que no pueden y no saben, como decía.

De la pobreza y mediocridad caracterítica de la pintura primera (azúl etc.) del impostor Picasso, es una parejita delgada y triste que en esa exposición del Louvre han colgado ni más ni menos que junto al San Martín del Greco: Compárese y coméntese sin "aleccionadas" críticas de manual o antología, y conclúyase la petardada del susodicho frente a la calidad quasi absoluta del cretense toledano.

p.s. Y a la bombilla, please de entender que no se le considera visita grata: Esto es para amigos (a los que se les consiente casi todo) y no para disidentes de mal gusto que no son siquiera conocidos y que no son tolerados.

Capito?

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Terzio dijo...

La bombilla ha tenido el mal gusto de insistir en su apología del estercolero, auto-definiéndose tan desfavorablemente (a más de volver a faltar al decoro y la decencia en un lugar donde ni se le llama ni se necesitan bombillas tan poco luniniscentes).

Qué indecente!

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