domingo, 4 de abril de 2010

Desiderium Vitae Domini




Recuerdo una madrugada ansiosa en Jerusalén, del Sábado al Domingo, con el sueño desvelado porque habíamos quedado a primera hora de la mañana para celebrar en el Santo Sepulcro.

Todavía de noche, con estrellas sobre nosotros, salimos del hotel andando con prisa por las calles. Entramos en la Ciudad por la Puerta Nueva, y recorrimos el laberinto de callejuelas, desiertas, sintiendo el golpeteo de nuestros propios pasos sobre las losas de piedra.

Cuando llegamos al Santo Sepulcro estaba recien abierto, entramos y olimos el sahumerio de la Basílica, ya iluminada con las llamas temblorosas de mil velillas encendidas alrededor de la edícula del Santo Sepulcro, que desprendía aroma y luz por su estrecha puerta, donde estuvo la losa que las Miróforas encontraron descorrida.


Por tus Cinco Llagas de Pasión, cóncedenos, Cristo, gozar de tu Resurrección

+T.

viernes, 2 de abril de 2010

...quid fecit tibi?







Pormenores de las Horas Santas


Las tardes de Jueves Santo se me van entre los Oficios y el Monumento, la tarde oscureciendo con olor y sonido del Jueves Santo, que suena y huele a sagrado, a incesario y maceta de alhelíes, a claveles, a convento y a sacristía, a iglesia.

Son horas que corren ligeras, volando desde la cinco o las seis a las diez o las once, la Misa de los Oficios y las primeras estaciones ante el Monumento. Después se van haciendo más lentas, por la medianoche hasta la madrugada, y se remansan a la amanecida, sobre las siete, hasta la una o las dos del mediodía del Viernes Santo. Cada hora tiene su aroma y su sonido, desde las flores frescas del atardecer del Jueves a la cerra chorreada de la mañana del Viernes Santo.

Y cada hora tiene su rostro, su gente. Las primeras son las beatas más viejas, que han ido a los Oficios con la sospecha de que serán los últimos en esta tierra, y las madres con algunos chiquillos ruidosos que apenas han aguantado la Misa de los Oficios. A medida que se hace noche entran y salen parejas más jóvenes. Cuando son las diez, los de la Sacramental empiezan los turnos de vela, toda la noche y la madrugada; a las doce, los de la Adoración Nocturna, con el rezo de la vigilia, también turnándose hasta la hora de los Oficios del Viernes. Por la mañana, llegan primero las que tienen familia que atender, que hacen su visita tempranito, antes de que empiece el trajín de la casa. A eso de las diez vuelven otra vez las beatas más viejas, que se están hasta la una o las dos, cuando el sacristán empieza a apagar las velas, antes de los Oficios de la Pasión.

El Monumento es un contraste de neta catolicidad, de vida del alma. Los que están, son. Recuerdo las vigilias de las monjas, mis monjas, que apenas soportaban el cansancio y el sueño, todas las horas, desde la tarde del Jueves a la del Viernes. Y los viejos cabales de la Sacramental, cuerpos duros y viejos, la noche entera sobre un banco incómodo, algunos con el bastón entre las piernas para apoyar la barbilla cuando empezaban las cabezadas del sueño.

Paco Pardón se llevaba los Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado, y leía el libretillo en voz alta, todos los años lo mismo. Y Amparito Carballo, que rezaba la Letanía de la Preciosa Sangre. Y las adoradoras, que de madrugaba rezaban el Viacrucis, alumbrándose con una linterna para poder ver las estaciones.

A mí me gusta leer la Pasión, transportándome mentalmente del Monumento al Cenáculo, y del Cenáculo a Getsemaní, y de Getsemaní a la casa de Anás, y luego al Sanedrín, y amanecía en el Pretorio de Pilato. Y sentía cierto escalofrío de emoción y de piedad sabiendo que fuera lucía la misma luna llena con las mismas estrellas de la noche de la Pasión, las mismas.

En los pueblos, en el silencio de la madrugada de vela ante el Monumento, se oye cantar los gallos, sobre las tres de la madrugada; y más tarde, cuando clarea el alba. El mismo canto de las lágrimas de Pedro, que aquella mañana de Jerusalén no anunciaban que el Sol salía, sino que el Hijo de Dios padecía e iba a morir, por nosotros los hombres, por nuestra salvación.

La mañana del Viernes Santo se animaba cuando la iglesia en silencio recogía la música de las cornetas y los tambores de la cofradía de Jesús Nazareno. Se iban acercando, oyéndose desde lejos el murmullo de la procesión; se distinguía claramente la voz sóla del capataz mandando a los costaleros: -"¡A esta es!

Para que hiciera estación en la Parroquia, se abrían las puertas, y de repente entraba toda la luz con el fresco de la mañana, y la gente que venía con el paso del Señor, en tropel, llenando la iglesia de voces nuevas. Cuando paraban los pasos de Jesús y la Virgen del Consuelo, frente a frente, delante del presbiterio, el sacristán y Manuel el ciego comenzaban a cantar el Pregón de la Sentencia, una copla antigua, en versos populares, que glosaba la Pasión del Señor en tres escenas: La confortación del Ángel en Getsemaní, la sentencia de muerte de Pilato y una recapitulación del Misterio de la Pasión de Cristo, alternado el sacristan y el ciego, uno con la voz engolada de los sochantres, y el otro con un vozarrón ronco, de bordón:

- "...Mirad que la Gloria está abierta esperando la Pasión Sacrosanta del Divino Hijo...en tiempo de Tiberio emperador...yo Poncio Pilato gobernador de Judea y Galilea por el imperio de Roma...en esta luna de Marzo...las antiguas profecías que se cumplen...en la Sangre del Cordero Inocente...derramando rica vena de infinita piedad y redención eterna..."


Después del canto de la Sentencia, cuando la cofradía ya ha salido llevándose con ella voces, tambores y musica, la mañana del Viernes Santo se reviste con un silencio especial, profundo, un sonido de respeto. Desde dentro de la iglesia sólo se escuchan los trinos de las golondrinas.



A las tres, salían los monaguillos por las calles con las carrañacas. A las cuatro tocaba la matraca de la torre, avisando para los Oficios. Y en la ermita de la Soledad, desde las doce, doblaban los tambores destemplados, que sonaban como un eco desconsolado y solemne.

Desde los naranjales de la Vega y la Alcaidía, toda la noche, la madrugada entera y todo el día, un aroma especioso de azahar empapa el aire, penetrante, con un matiz de olor distinto según la hora. Cuando por la tarde sale la Soledad, los claveles granas del Sepulcro del Señor se alternan con un friso de hojas de naranjo amargo en flor; y en el paso de la Virgen, las ánforas de plata llevan claveles entreverados con ramitos de azahar.

Y toda la tarde, cuando va cayendo el sol y empiezan a despuntar los luceros y va apareciendo la luna, con amargura olorosa de azahar, el aire lleva el eco de la queja de Dios:


Pópule meus, quid fecit tibi? Pueblo mio, ¿qué te he hecho?



¡Santo Dios,
Santo Fuerte,
Santo Inmortal,
ten misericordia de nosotros!!!



+T.

jueves, 1 de abril de 2010

Victoria!

Aunque sea una mijita impío, siendo Jueves Santo, que conste, para que conste, que no me olvido, que no lo paso por alto, con brazo en alto y ¡Arriba!!!

Después de todo, gracias a la Victoria pudimos tener Jueves Santos relumbrantes como el sol, que si no esto hubiera sido el pandemonium de la hoz y el martillo, lo reconozcan los malos o no (los malos no se ven las maldades, ni se arrepienten, por eso - entre otras cosas - son malos (y sin mejoría)).
En este régimen infra-marxista autor del terrorismo institucional contra la Historia y sus Vencedores, recordar es un deber y proclamar un desafío.

Total, a lo que iba:


¡Viva España! y ¡Arriba España!



&.

martes, 30 de marzo de 2010

Cizaña selecta y purpurada, anti-celibataria (anti-benedictina?)



"Hay que replantear el celibato". Esto se decía que había dicho el Cardenal Martini, publicado en la prensa alemana y austriaca, y también en la italiana. Pero algo habrá debido pasar (alguna amonestación, alguna llamada al orden???) porque ayer por la tarde aparecía en el mismo diario italiano que daba la noticia anterior un desmentido: "Martini dice que él nunca dijo que había que replantear el celibato" (perdón, pero la página del diario virtual TGcom no me permite el enlace directo a la noticia).

El comentario de su eminencia Martini era (o no era, depende si lo dijo o no...) a propósito de lo de la pederastía; y el eminente Martini soltaba el despropósito - eso decía la prensa ayer por la mañana - de que "hay que replantear la obligación del celibato" a propósito del escándalo mediático de las pederastías. Y yo me preguntaba por qué conexión de hechos y/o de conceptos entendía el Eminentísimo Martini que el celibato (que es no casarse) tenga relación con los hiper-magnificados casos de pederastía (que es un cierto gusto-atracción sexual por los impúberes). ¿Es que pensaría el Cardenal que casando a un pederasta se le quitan las tendencias? ¿O que el no tener cónyuge deriva en apetecer el tocamiento de los zagales? ¿O que casando a los curas - y a los Cardenales - se acaban las pederastías???

Con esta (si lo ha dicho, porque parece que sí, parece que no) van no sé cuántas salidas de tono/ de orden de Martini, que no es tonto (aunque sea equívoco). Con la Iglesia en el estado (y con el panorama) que Juan Pablo II le dejó a su sucesor y los frentes de controversia-oposición que se le han ido abriendo a Benedicto XVI, las "cositas" de Martini se han convertido en una pieza más del tablero en el que parece que hay Eminencias que le hacen el contra-juego a Benedicto, una especie de sed-contra quasi perenne. Y no son "piezas" inocentes las que juegan a la contra con B16 como antagonista (?).

En la mente de una serie de bien identificados prelados de primera fila, en estos últimos años, la descalificación del celibato y su puesta en crisis ha sido una relativa constante. A veces con sorpresas tan inesperadas como el golpecito de Hummes; otras han sido menos sorprendentes, como las "dudas" de Schonbörn. ¿Tanto les pesa, tanto les incordia el celibato?

Además, tocante al caso de las pederastías, es una falsa apreciación fruto de un prejuicio, porque el problema no es el celibato, son las personas y la formación de esas personas, su "ambiente", y - en muchos casos - sus obispos y superiores, y otras razones que se implican en unos casos problemáticos que nunca se vuelven "problema" por la sóla cuestión del celibato. El problema ya existía antes o iba a existir después, con o sin celibato. El celibato no es el "catalizador" de la pederastía.

Que el celibato no es un condicionante de la pederastía, se patentiza en el caso de pederastas que no son célibes ni son curas, como este famoso sesentayochero, que como es moderno-post-moderno-post-marxista y verde-verde, no es "escándaloso" a pesar de ser pederasta (sin más comentarios).

Cuando se pone en el disparadero al celibato, no se reconoce que lo que se está poniendo en la picota es el Sacerdocio Católico, del que el celibato forma parte accidental pero muy gravemente formal. El celibato no es un capricho, no es una ocurrencia, no ha sido algo improvisado. Tampoco es ni ha sido algo a-problemático, puesto que en cada momento, en cada época, ha tenido sus "tensiones"; pero la problemática anti-celibataria, cuando ha surgido, no ha sido por el celibato ex-sese, sino como expresión-postulación de conceptos muy contrarios al Sacerdocio Católico. Item más: Desde el wyclifismo y los movimientos pre-reformistas hasta la consumación definitiva de la Reforma Protestante, ha existido una constante identificación de anti-celibatarismo con anti-romanismo y anti-catolicismo.

Por eso resulta tan desasosegante que sea un cardenal de la Santa Romana Iglesia quien se atreva a cuestionar el celibato sacerdotal. Si ha sido Martini (aunque se haya excusado y replegado velas) se trataría de un Cardenal jesuita, para más paradoja, formado en su juventud según los rectos y sanos principios de la espiritualidad de la Compañía de Jesús y el "sentire cum Ecclesia" como norma intencional.

¿Qué ha pasado para que en el 2010 Cardenales como Martini, Hummes, Schonbörn, y con ellos algunos prelados de un lado y de otro, destaquen y salgan a los medios por disentir y no sentir con el Papa, con la Iglesia? ¿Están articulando para un futuro próximo (?) lo que los gestores-manipuladores Vaticano 2º no sacaron adelante? ¿Piensan que este es el momento, aprovechando el "escándalo" de las pederastías? ¿Hay alguien en la Iglesia interesado en gestionar a favor del contra-celibatarismo el caso de las pedofilias? ¿Está ocurriendo una deliberada puesta en escena de escándalos y escandalizados con el fin de potenciar las reivindicaciones de los anti-celibataristas??? ¿Alguien está articulando-dirigiendo todo este escenario para presionar a Benedicto XVI?

Tiempos penosos, confusos, muy turbios, son los nuestros. Gracias a Dios la cabeza, Benedicto, se mantiene clara, pero la agitación de los turbados y sus turbulenecias comienza justo debajo de él, en algunos personajes de la Jerarquía que debería apoyarle y asistirle y confortarle.

Martini ya no entra en Cónclave, gracias a Dios; pero otros de su tendencia, sí. Y no para ahi la mala veta, porque se trata de toda una generación - y dos, y tres - de obispos y prelados de-formados en seminarios y universidades donde más que nutrirse de recta doctrina y confirmarse en la fe, se les ha llenado de dudas, con la "crítica" como sistema y la devaluación de todo lo católico como resultado.

Cuanto antes desaparezcan de la escena, mejor. Pero la cizaña de Martini, Schonbörn et alii no se va a erradicar en un pontificado (ni en dos, ni en tres).

Las secuelas del avenate post-conciliar están siendo tan profundas y lesivas como ya se está probando. Por ejemplo, y este es otro "caso",(véase con precaución porque no es un youtube decente de ver en Semana Santa, advierto):



Es Mahoney, otro Cardenal, este con edad de Cónclave todavía. Tan estrafalario de doctrina como de "liturgia". Tan des-católico como ese espectáculo pseudo litúrgico que "preside" en Los Ángeles, California, USA.

Como decía, la cizaña está muy esparcida, y en algunos casos es muy "eminente".

Oremus!


&.

lunes, 29 de marzo de 2010

Sobre piedras y pedradas

Dice el Eclesiastés, en una de las frases de aquella retahíla del cap. 3, que hay un tiempo para tirar piedras y otro tiempo para recogerlas (Ecc 3, 5) ; parece ser que se refiere a la lapidación, la forma de ejecución que se practicó entre los judíos y que seguía vigente en tiempos del Señor, a Quién un par de veces intentaron apedrear. El otro día, el Jueves de la Semana V de Cuaresma, se leía en Jn 8, 51; y al dia siguiente, Viernes, otra vez en Jn 10, 31 ss. Fue verdaderamente providencial que el Sacrificio del Redentor fuera en la Cruz y no por lapidación; que pudo haber sido lo prueba que el primer mártir cristiano, San Esteban, fuera lapidado en una secuencia (predicación-signos-diatriba-acusación-sanedrín-ejecución) muy parecida a la de la Pasión del Señor.

Tuve un maestro, un sabio dominico, que nos enseñó cómo se pude rastrear en el Antiguo y el Nuevo Testamento una "teología de la piedra", un cierto tema que toma la piedra como elemento de discurso-reflexión teológica; el binomio Pedro-piedra no es una casualidad.

Cuando viene a cuento, en algunas meditaciones de retiros, ejercicios, prédicas etc. comento que las piedras de lapidar sentenciados a muerte, el Señor las ha cambiado en piedras para edificar su Iglesia. El Evangelio de la adúltera (Jn 8, 1-11) es un ejemplo; y por supuesto toda la perífrasis petrina (IPe 2, 4ss.), tan elocuente: Si San Pablo prefiere hablar de la Iglesia como un cuerpo organizado, San Pedro prefiere la imagen de un edificio edificado con piedras, piedras vivas.

Todo lo cual se me ha venido más de una vez a la cabeza esta semana pasada, con la arremetida de la prensa contra el Papa, la Santa Sede y la Iglesia por los pederasteantes (y los pederasteados). Imaginaba que podría resumirse, compararse, describirse, como un "episodio de piedras" que tipifica dos actitudes perennes en la vida y las circunstancias de la Iglesia: Unos tiran piedras, otros las recogen; unas son pedradas de muerte y otras son piedras para edificar. Depende de cada cual, personas e intenciones, pero esas piedras definen muy bien a los que las llevan/las tiran/las recogen/las utilizan.

De Santa Teresa recuerdo (más o menos) una de esas anécdotas de similar circunstancia, que fue la de aquel señor airado contra ella, la monja fundadora, de la que públicamente dijo que merecía que le dieran palos, y la Santa vivaz y simpática que le respondió - "¿Y cuántos palos estaría dispuesto a darme su merced? Porque ando falta de maderos para techar un convento para mis monjas y me vendrían muy esos palos, si me los diera caridad..." etc. Y consiguió Stª Teresa los palos para su convento (y dejó "edificado" al presunto apaleador).

Ayer, Domingo de Ramos, en la lectura del Evangelio de la Entrada en Jerusalén, el Señor hacía otra re-versión del tema de la piedras:
"...et quidam Pharisaeorum de turbis dixerunt ad illum magister increpa discipulos tuos quibus ipse ait dico vobis quia si hii tacuerint lapides clamabunt." Lc 19, 39-40 ¡Si estos callaran, clamarán las piedras!



Las piedras agresivas que algunos tiran para herir y matar, también pueden ser gritos vivos que aclamen al Señor. Depende de las actitudes, de las intenciones, de la voluntad de cada cual. Y de Cristo, que puede hacer clamar a las piedras.

Si en el Éxodo Moisés sacaba agua de la roca del desierto, la Iglesia también puede sacar gracia de un corazón de piedra. Y de una pedrada, también.

Y si no, nosotros mismos, con gracia de Dios (insisto: CON GRACIA DE DIOS (con mucha gracia)) recogiendo las piedras que nos tiran podemos edificar la Iglesia, fortalecerla, reparar brechas y reforzar muros y paredes. O empedrar un camino limpio y firme para que pase el Señor y caminen los que predican su Evangelio.

A los que nos tiran piedras, esta operación de aprovechar las piedras con gracia de Dios (con mucha gracia) les va a hacer muy poca gracia. Estoy seguro.

+T.

jueves, 25 de marzo de 2010

Ave ~ Ecce ~ Et Incarnatus est (con temor de Dios)


El Evangelio cuenta la escena con la sencillez inocente del Misterio, simple en la forma, como el Misterio mismo que se estaba manifestando y realizando: Lo eterno en un momento, lo infinito en un espacio, lo divino en lo humano. Y así quedó después en el Credo, simple formulación de lo inabarcable en la limitación de unas palabras continentes de lo inefable.

El diálogo del Arcángel con la Virgen es sucinto, pero suficiente, como manifestando una regla, una clave al comienzo de una partitura deliberadamente contenida, con notas suavemente acordadas, mínimas, delicadamente pulsadas, entonadas suavemente, quedas.

La iconografía del Evangelio de la Anunciación es básica: Dos figuras, el Arcángel salutante que anuncia y la Virgen oyente que acepta. La sensación que se intenta es la del recogimiento sagrado, como una concentración de la gloria que llega en el seno que acoge. Lo demás es accesorio, aunque valga para darle un fondo al centro iconográfico. Por ejemplo, la Anunciación "simple" de Fra Angélico en San Marco de Firenze se "complica" en la tabla insuperable del Prado con la adición en paralelo antitético de la caida de los Padres en el Edén, el Misterio de la Gracia sobre el del pecado, la Redención final sobre la pena original.

En la Liturgia, Lc 1,26-38 quizá sea el Evangelio que más se reza durante el año. La Teología antigua apreció este fragmento muy particularmente por ser el comienzo del propio Evangelio, su médula, la incoación última y definitiva del Misterio de la Salvación. En este sentido es un texto que sirve para contrastar la ortodoxia de cualquier discurso cristológico, dependiendo de cómo se comente, de la exégesis que se le haga.

Y pesar de la amabilidad, es tremendo, la otra cara del fascinans que caracteriza al Misterio. En el verso de Rilke se afirma que "...todo ángel es terrible", y este de la Anuciación también; y la Virgen nazarena es la que hará estremecer al Infierno y sus potestades apenas pronuncie su "Ecce", la misma mujer de la visión apocalíptica, vestida de sol, coronada de estrellas, la luna a sus pies, amenazada por el Dragón, madre del destinado a gobernar con cetro inflexible a los pueblos, la que volará con alas de águila remontándose al Santuario. Ella, la Virgen del Ave, es también terrible.

Pero a nosotros, ese Misterio que hace temblar los cimientos del universo, no se nos revela con figura estremecedora, con terribles formas: "....No os habéis acercado a una realidad sensible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, huracán, sonido de trompeta y a un ruido de palabras tal, que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más..." Hb 12, 18ss. A nosotros se nos predica como un beso dicho con el rezo del Avemaría, con la luz del mediodia pletórico de campanas que repican el Ángelus, con el Incarnatus de un Credo recitado de rodillas.

Nos estamos acercando a adorar al Omnipotente que crece en el seno de una mujer Virgen, que es Madre por obra del Espíritu, Esclava del Señor que en Ella es Padre, Hijo y Esposo. Es el Moria con el Sacrificio, el Horeb con la Zarza, el Sinaí con la Ley, y el Calvario con el Cordero inmolado: Todo está en su seno virgen, el antes y el después y lo eterno.



Por eso me impone tanto respeto la Virgen de la Anunciación, que me sume en temor de Dios, de su Misterio.


+T.